Aprender a superarse y erradicar del lenguaje el "no podés" fue la tarea que se impuso Cristian Manavella, un joven estudiante universitario, nacido en La Laguna, que padece artrogriposis, un mal que provoca "articulaciones o coyunturas curvas o en forma de gancho", según define el diccionario.
"Es una enfermedad congénita, nací así y aprendí a convivir con esto", dijo Manavella a EL DIARIO.
Sus brazos están prácticamente inmovilizados, pero él decidió, desde niño, superarse hasta lograr la mayor independencia posible.
Hoy, con 21 años, vive solo en un departamento en Villa María, es analista de sistemas egresado del Instituto Leibnitz y está cursando la Licenciatura en Informática de la Universidad Nacional de Villa María, con excelente desempeño académico.
"Si hubiera tenido movimiento en los brazos, habría elegido Medicina o la Fuerza Aérea. Pero Informática siempre me gustó, es lo tercero que más me gusta y es lo que puedo hacer. Por eso estoy en esta carrera", dice, sentado frente a su notebook, la que maneja ágilmente con los pies.
Es hijo de una portera de escuela y de un jubilado de la Cooperativa Eléctrica de su pueblo. Sus padres, si bien al principio tenían miedo por los riesgos de la independencia, lograron superar esos temores y hoy lo apoyan alentando cada uno de sus avances.
"De chico me llevaban a Río Cuarto a una terapista ocupacional, hasta que le dije a mi mamá que no gastáramos más plata, que no hacía falta, que yo iba a aprender", señaló.
Y vaya que aprendió. "Los primeros palotes que hice en el jardín de infantes fueron con las manos y los pies. Aprendí a escribir con las manos, pero la limitación en el movimiento hacía que fuera muy lento. Cuando llegué a cuarto grado no quería retrasar a todos en la clase y empecé a escribir con los pies", relató.
Primero llevaron una colcha para que pudiera usar el suelo como pupitre, hasta que a un profesor se le ocurrió adaptar una mesa, cortándola para hacerla un poco más baja del resto y evitar así que tuviera que agacharse tanto o que tuviera que subir demasiado los pies impidiendo la agilidad que desarrolló.
Fue buen alumno en el primario, lo mismo que en el secundario. "Cuando llegué a cuarto año de la escuela Echeverría me compraron mi primera notebook y así sigo hasta hoy, escribiendo en la computadora".
Vida cotidiana
Cristian Manavella no sólo aprendió las destrezas necesarias para desempeñarse en el mundo académico, sino las indispensables para llevar una vida independiente.
Cuando llegó a vivir a Villa María, como cualquier estudiante universitario, lo hizo con compañeros. Ellos se encargaban de la cocina o la limpieza, hasta que él decidió que no podía depender todo el tiempo de sus pares.
"Empecé por ver cómo me ponía el jean", dice. Con la ropa con elástico no tiene dificultad, pero el jean generaba adversidad "y tenía que esperar que viniera alguno para terminar de vestirme".
"Ahora, me lo subo hasta las rodillas con los pies, con el cierre subido y el cinto cerrado. Y después, en una mesa con filo, lo engancho del cinto y lo termino de subir", relató.
La cocina fue otro desafío. Sentado en la mesada, toma la olla con las extremidades inferiores, la pone sobre el fuego y prepara manjares. "Lo primero que hice fue una sopa y, la verdad, era un asco", bromea.
Luego empezó a perfeccionarse. "Hoy por hoy, prefiero las frituras, porque son más rápidas. Pero hago de todo. Me salen bien las salsas rojas, con tomate, cebolla y ajo. Mi mamá la hace anaranjada, con zanahorias, pero yo prefiero la roja. También hago salsa de roquefort y otros platos, según la ocasión", relató.
Cerrar la puerta con llave o tomar un remís representaban nuevos desafíos. Para lo primero resolvió llevar las llaves en las zapatillas, que es el lugar más accesible para él. Para el remís, se decidió nomás a subirse y pedirle al chofer que saque la billetera y se cobre.
"Es constante el aprendizaje", dijo el joven con unas ganas y una decisión irrefrenable de seguir avanzando.
Piensa en su futuro en Villa María. "Prefiero llegar algún día a trabajar haciendo sofware en una empresa, porque los programas de computación hechos en equipo son mejores. Hacerlo solo es tedioso", dice.
Hasta el momento, el único programa que realizó y terminó junto a compañeros fue el que le sirvió de tesis para egresar como Analista de Sistemas. Se trata de una página web que sirve para las auditorías médicas con la finalidad de controlar el ausentismo. "Vamos a presentarlo en algún momento", agregó.
Espíritu de superación
¿Qué hizo que Cristian tuviera un constante espíritu de superación? Según él mismo explica, tuvo mucho que ver la familia y las relaciones sociales de su pueblo. "En La Laguna nos juntamos todos los muchachos a comer un asado, no hay barras por promoción o por barrio o por clase social. Estamos todos", dijo.
Así creció en el ámbito de pares que lo respetaron como era. "Al principio, en el primario, sufrí algunas burlas. Un amigo me hizo ver que la mejor forma de superarlo era reírme de mí mismo, entonces, nadie se iba a reír de mí. Así fue. Empecé a hacer bromas del tipo ´vamos a jugar al tenis´ y de esa forma me pude integrar bien".
Para las travesuras se las arreglaba igual. "Mis amigos probaban los métodos más fáciles, por ejemplo, para trepar una tapia sin las manos y así podía hacerlo con ellos".
En ese saludable ambiente se fue criando. No dejó que su limitación le impidiera practicar deportes. "En mi pueblo jugaba al vóley, en la Liga. Acá en Villa María no, porque me parece que se juega más fuerte. La única infracción a la regla del vóley es cuando hago el saque, porque lo hago con los pies. El resto del juego lo hago con la cabeza".
También se divierte, como cualquier joven de su edad. "Si estoy en La Laguna los viernes voy al pub y los sábados a Matilda, que es un boliche de Ordóñez. En Villa María son más divertidas las reuniones de estudiantes que los boliches", dijo.
Le gusta el heavy metal (el fisioterapeuta de su pueblo era “metalero” y de tanto asistir a rehabilitación con él le transmitió el gusto por esa música), estudiar, vivir independiente y aprender constantemente formas más fáciles y rápidas de resolver problemas cotidianos, contando sólo con los pies. "Creo que hay muchos discapacitados que tienen mucho para dar y no se animan. Yo me crié con chicos que no tenían limitaciones físicas y procuré hacer todo lo que ellos hacían. Creo que eso me ayudó mucho", concluyó.