Casi todo el haber histórico villamariense ha sido ya y, por suerte, investigado y dado a conocer por prestigiosos escritores de nuestra patria chica, convirtiendo sus trabajos en valiosas fuentes de consulta.
Estos destacados trabajadores de la marea del lenguaje nos dieron momentos, lugares y biografías de hombres y mujeres que, desde hace más de un siglo vienen construyendo la historia de nuestro pueblo y que merecen por cierto ser mencionados.
Tratando de ayudar a ese amplio andamiaje de listas de personalidades colocadas justicieramente en primer plano, quien escribe quiere referirse a don Francesco Soldavini, un hombre de pueblo sin ostentación alguna, pero que dejó su buen rastrojo en esta ciudad que fuera suya por adopción.
Nació en Lonate Pozzolo (Varesse) al norte de Italia en la región de Lombardía. Muy joven cortó amarras y se hizo al viento.
Con un puñado de sueños apretados en su corazón y un mundo de anhelos poblando su cabeza, Soldavini llegó a "La Mérica" en el año 1881. Sostenía en sus manos una algo arrugada papeleta que lo certificaba como "costruttore". Pero en la Argentina, en principio debió trabajar en los campos, sembrando y cosechando cereales.
Formó su propia familia y se instaló en Vila, provincia de Santa Fe. Cultivó el trigo y el lino y puso esfuerzo junto a otros gringos, cuyos nombres se esfumaron en el gastado rinconcito de los recuerdos.
Luego estuvo en San Francisco continuando con su vida de chacarero agricultor, siguiendo aquello de romper los duros terrones, abrir los surcos y dejar caer las semillas confiando en que no murieran. Por último, y devorando lugares, llegó a Villa María.
Con algunos ahorros y muchos proyectos, más su voluntad tesonera, vino a poner sus conocimientos de albañilería, cumplir su tarea de constructor y el deseo de servir con importantes edificaciones.
De inmediato se incorporó como socio colaborador de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos "Italia Unita", instituida el 1 de octubre de 1887 con la idea de que fuese hogar espiritual de los italianos y que procurase la ayuda mutua entre sus asociados. Anónimamente, él ayudó a muchos connacionales aquí. Permanentemente nuestro protagonista dio testimonio de servicio, interesándose en los problemas de los demás.
Olivia Soldavini, su nieta, lo recuerda. Recoge las mejores opiniones de los que le conocieron y nos dio la llave para abrir esta historia. Años y años de pie sobre los andamios, a veces contando sólo con sus recursos para la realización de obras importantes, esperando después del final la devolución en cómodas cuotas.
Con sacrificio y algunas posibilidades, planificó, construyó y se hizo amigo de la cal, la arena y el ladrillo. Así pudo realizar espaciosas casonas a las que terminaba dándoles un estilo marcadamente italiano.
Como edificio público se destaca la construcción del Correo, hoy Museo de Ramos Generales. Había sido creado en 1869 con la categoría de estafeta. Soldavini le propuso al Gobierno la construcción del mismo, y como ya se dijo, ofreció su dinero y trabajo para realizar la obra, dejando que el pago fuera después de terminada la edificación.
Entre las propiedades que construyó se destaca además la casa que fuera en principio de Cipriano Rigo, ubicada en Corrientes al 1260. Según el arquitecto Carlos Pajón, esa casa es parte de un edificio muy amplio, que se destinó a una casa de comercio fundada en 1908.
Para embellecer aún más la mencionada residencia, "Don Francesco" (así le llamaban los operarios), envió a uno de sus hijos a la ciudad de Córdoba a fin de que se especializara en adornar con relieves artísticos las diversas construcciones. Una de estas ornamentaciones está en la fachada de la Casa Rigo.
En la nómina de obras de Soldavini se halla también un importante conjunto edilicio que es sede de la Sociedad Italiana, ubicada en avenida Yrigoyen 329. Corría el año 1908 cuando la Comisión Directiva de la entidad aceptó la propuesta del constructor peninsular para construir el primer salón del edificio, que mediría 12 metros por 35 metros, por un monto de 19.462 pesos.
El 21 de septiembre del mismo año se colocó la piedra fundamental del edificio, siendo padrino del mismo el gobernador de la Provincia, Ramón Cárcano, quien se hizo representar por el jefe político villamariense, Bruno Ceballos.
En el año 1917, también a cargo de "Don Francesco" se construyó el granero del Molino Fénix, con capacidad para contener cientos de toneladas de trigo.
Y existió también la fábrica de mosaicos fundada por el "costruttore", donde él pudo aplicar las técnicas aprendidas en su Italia natal, y lograr que los fragmentos cuadrangulares formaran hermosos dibujos en pisos de habitaciones o veredas.
Por último, es de destacar el espíritu patriota del laborioso inmigrante: junto a otros miembros de la Comisión Directiva de la Sociedad Italiana donó una importante suma de dinero que ayudaría a las víctimas italianas de la Primera Guerra Mundial.
También ayudó anónimamente a instituciones y personas de nuestra ciudad.
Hace ya 79 años que este destacado hombre no está entre nosotros. Cerró su ciclo de existencia el 12 de marzo de 1934.
Dejó este mundo, pero quedó su ejemplo de vida, el caudal de afecto de quienes le conocieron, varios edificios además de los nombrados, y este escrito que a través de EL DIARIO le ofrecemos como homenaje y reconocimiento de los villamarienses por su encomiable labor cumplida.
"Puqui" Charras