“Si algún asomo de mérito me asiste en el desempeño de mi profesión, éste es bien limitado; yo no he hecho más que cumplir con el clásico de hacer el bien a mis semejantes”, escribió alguna vez Esteban Laureano Maradona, un médico rural famoso por su modestia y abnegación.
En otro pasaje, expresó: “Muchas veces se ha dicho que vivir en austeridad, humilde y solidariamente, es renunciar a uno mismo. En realidad ello es realizarse íntegramente como hombre en la dimensión magnífica para la cual fue creado”, y allí estuvo su ejemplo, pasó 50 años ejerciendo la medicina en Estanislao del Campo, una remota localidad en la provincia de Formosa, donde colaboró con  los pueblos nativos.
Por aquella llanura montera anduvo Maradona desde 1926 donde se desempeñó como médico, periodista, docente, exploró y realizó estudios de botánica y concientizó sobre los derechos laborales de los trabajadores. Precisamente esta misión le deparó problemas con la dictadura de José Félix Uriburu durante la Década Infame, por lo que viajó a Paraguay, donde se anotó como médico camillero para prestar auxilio a los soldados de ese país y de Bolivia, enfrentados en la Guerra del Chaco (1932-1935).
Pero lo más importante de su vida se concentró en el otrora Territorio Nacional de Formosa, donde entregó su vida para los pobladores de Gaycurri (hoy Estanislao del Campo), un paraje sin luz, ni agua corriente, ni gas, sin caminos, sin transporte, sin escuela, inmerso en el monte, junto a los tobas, matacos, mocovíes y pilagás.
Los originarios lo llamaron “Piognak” (“doctor Dios”), ya que logró erradicar la lepra, el mal de Chagas, la tuberculosis, el cólera y la sífilis.
En 1986, con 90 años de edad y enfermo, debió trasladarse a la ciudad de Rosario, donde vivía su sobrino. Llegó en un estado calamitoso, por lo que debió internarse inmediatamente en un hospital. Ya de alta se quedó a vivir con la familia de su sobrino, de donde no se mudaría más.
En sus últimos años recibió muchos homenajes y distinciones y no aceptó ningún tipo de pensión vitalicia. Murió de vejez, a los 99 años, en Rosario, pero sus restos se guardan en la ciudad de Santa Fe, en el panteón de su familia Maradona-Villalba.
Un poeta de su ciudad natal, Esperanza, le dedicó en vida unas estrofas que, como reconocimiento popular, recorrieron la región:
Sea quichua, toba u ona,
­la tribu no importa mucho:
la caridad llegó al indio
por manos de Maradona.
El , día de su nacimiento, ha sido declarado por ley Día Nacional del Médico Rural.