Sobre Nelson Mandela

 

El pasado 5 de diciembre de 2013 fallecía Nelson Mandela. Su figura, desde mi punto de vista, es valorable y digna de reivindicar. No niego su honestidad, su lucha contra el racismo, la segregación, el apartheid y su compromiso pacífico por la reconciliación nacional en Sudáfrica. No obstante, no puedo aseverar que comparta su manera de mirar la realidad, es decir, su concepción ideológica, empezando por esta cuestión del "perdón a sus captores”, ya que la cuestión en realidad no es "perdón o venganza", sino "impunidad o justicia". 

Todos sabemos que si alguien comete un crimen o un delito, como robar o asesinar, debe recaer sobre ese alguien la justicia, pero no "justicia" en tanto venganza, sino justicia en virtud de preservar el bienestar general y la libertad colectiva en la que todos debemos estar incluidos. A mi parecer no constituye un progreso perdonar en términos de justicia a los criminales que segregaron, torturaron y asesinaron a la población negra de Sudáfrica, como tampoco se puede perdonar en esos términos a los homicidas, a los violadores o a los narcotraficantes bajo el argumento de ser pacíficos con ellos. Tampoco contribuye a una reconciliación nacional, que en todo caso ahora peligra, ya que ha sido parcial, girando únicamente en torno al respeto que los negros tienen a la figura de Mandela. Muchos negros en Sudáfrica, al margen de la admiración que sienten por Mandela, continúan sin compartir la impunidad que se ha dado a criminales confesos que al no pasar por la cárcel, podían caminar libremente por la vía pública y cruzarse con las víctimas de sus tormentos. 

Desde el ángulo socioeconómico, Mandela abandonó la consigna de la nacionalización de las minas y de sectores estratégicos de la economía sudafricana, tal y como recogía la Carta de la Libertad. El CNA (partido Congreso Nacional Africano) aceptó responsabilizarse de una vasta deuda heredada del apartheid. Durante la presidencia de Mandela se abandonó el impuesto sobre el patrimonio a la riqueza, para financiar proyectos de desarrollo a las empresas nacionales e internacionales que se habían enriquecido gracias al apartheid y se les perdonó cualquier reparación económica. Mandela puso en práctica una política de libre comercio y se abolieron todas las formas de protección arancelaria, en línea con el consenso de Washington. 

La esperanza de vida ha pasado de 61 años en 1994 a 52 en 2010, mientras que los ricos han aumentado tanto su riqueza, que Sudáfrica tiene la mayor desigualdad económica del mundo, según datos del Banco Mundial. De esta forma los blancos perdieron el control político, pero mantienen sus privilegios económicos: el 80% de las tierras cultivables aún está en manos de los blancos. 

De acuerdo con la base de datos CIA-Worldfactbook, Sudáfrica es el tercer país con más desempleo del mundo (el 48,2% en su mayoría, casi todos negros), y tiene a más de la mitad de su población (52%) bajo la línea de la pobreza (también negros). En Sudáfrica se estima que el 50% más pobre recibe sólo el 7,8% de la renta nacional, mientras que el 83% de los sudafricanos blancos se encuentra entre el 20% nivel superior. Sólo el 11% de la población negra se sitúa al mismo nivel. Yo no creo que haya que responsabilizar a Mandela por esto. Bajo principios de "paz y perdón", Mandela ha preferido dar concesiones al poder económico y transnacional para no entrar en conflictos, pero así ha sacrificado el bienestar de millones, muchos de los cuales lo admiran y respetan. Sin dudas, ha sido un hombre que ha vivido en plena coherencia con lo que pensó, ha sido honesto en su lucha por la erradicación del apartheid y sus acciones políticas en este plano han alentado significativos progresos para el pueblo sudafricano (no es lo mismo que exista el apartheid a que no exista, como no es lo mismo vivir en una democracia que vivir en dictadura). Empero, tengo la absoluta certeza de que han existido hombres con mayor mérito que injustamente no gozan de la admiración, el respeto y el reconocimiento que hoy se manifiesta hacia Mandela; tal es el caso del exprimer ministro de la República Democrática del Congo, Patrice Lumumba, quien fue derrocado, asesinado y decapitado por la CIA en complicidad con el colonialismo belga. Lumumba, como también el africano Thomas Sankara de Burkina Faso, se negaron a entregar la dignidad de sus pueblos a intereses opresores, ya sean raciales, coloniales y/o económicos. ¿Paz? Sí, pero no a cualquier precio. Africa no merece una paz falsa, no merece la paz de los arrodillados, porque esa paz no es tal, sino sumisión y engaño. Africa merece una paz verdadera con multiplicidad racial en lo político, pero también con igualdad social, económica y cultural. Ninguno de nuestros próceres y patriotas independentistas latinoamericanos fueron pacifistas o predicaron la ausencia de justicia con los colonizadores en tanto otorgándoles perdón, no porque no les gustara la paz o porque no fuera ese su objetivo, sino porque la paz no puede anteponerse a la libertad de los pueblos. La paz es resultado de la igualdad entre naciones y entre los seres humanos. Primero está liberación de los pueblos y después, puede verse la manera más pacífica y menos conflictiva de lograrla entendiendo que también esto depende de la voluntad de la contraparte, que al ejercer una opresión ya genera una realidad de violencias.

 

Ernesto Bertoglio

DNI 36.793.900