Con motivo de cumplirse el 30° aniversario del retorno a la democracia, desde la Juventud Radical queremos compartir con los lectores esta reflexión.
Conmemoramos una fecha muy importante para nuestro país, porque como bien lo sintetizaba el eslogan de nuestro partido en aquella memorable campaña del 83 “más que una salida electoral, una entrada a la vida” y así fue, porque aquella frase no fue una mera expresión marketinera electoralista como a las que hoy nos tienen acostumbrados, sino que era una verdadera síntesis de los deseos de las mayorías ciudadanas.
Como los lectores se imaginarán, quienes hoy integramos la Juventud Radical, nacimos varios años después de aquellos días del 83, por lo que no vivimos aquella epopeya, pero somos la primera generación hija de la democracia, lo que no es poco y lo que nos enorgullece.
Y en esa entrada a la vida democrática, como en todos los grandes acontecimientos de la historia hay hombres cuya presencia fue fundamental, ya que las sociedades también generan paternidades, ese padre de la democracia fue sin dudas Raúl Alfonsín.
A Alfonsín es a quien queremos recordar, porque fue sin dudas el símbolo, no sólo del retorno a la democracia, sino que fue hasta el fin de su vida un luchador incansable de la democracia como búsqueda permanente de la igualdad. Pero queremos que quede bien claro, que no recordamos a don Raúl desde la añoranza nostálgica ni desde la idealización de su persona, porque sabemos que era sencillamente un hombre, extraordinario por cierto, pero fue un hombre, con defectos y virtudes.
Es indudable que Alfonsín tuvo una misión y una responsabilidad histórica que la cumplió, aunque hoy algunos no quieran reconocerlo… Fue un hombre honesto, de conducta, de convicciones que no claudicó en su lucha permanente por la democracia a pesar de los obstáculos, de los paros, de las huelgas, de las desestabilizaciones… Nadie podrá acusarlo de corrupto. En suma, encarnó un conjunto de valores que sentimos que en estos tiempos hacen mucha falta en la política actual. Por eso su ejemplo deberá acompañarnos no sólo a los radicales, sino a todos los políticos de buena voluntad en la lucha permanente por una democracia con la que se coma, con la que se cure y con la que se eduque.