El tribuno de Cuentas, José Naselli fue invitado a participar hoy de la sesión especial del Concejo Deliberante recordando los 30 años de democracia.

A través de un escrito remitido al presidente del órgano legislativo, José Escamilla, el referente de la oposición en el Tribunal de Cuentas rechazó la convocatoria.

A continuación reproducimos textualmente el escrito redactado por Naselli donde expone los fundamentos que lo motivaron a no participar del convite oficial.  

“En un país atormentado por una larga historia de desencuentros, el orden democrático es la única herramienta viable para gobernar.

Pero luego de asistir impotente a los desgraciados sucesos de días atrás, mi corazón de cordobés y de argentino está de luto y, por ello, no está para celebraciones. Sobran las palabras y muchos de los que de ellas usan y abusan, en lo hechos, propician la vuelta de la tiranía.

Matamos a la democracia de mil maneras. Cuando los jueces pagados por el pueblo se niegan a investigar al poder político, estimulando la impunidad y la corrupción. Cuando los legisladores se despojan de los sagrados atributos que el pueblo les confió con su voto y se convierten en simples marionetas levanta-brazos, conforme lo decide el titiritero de turno, aun a sabiendas de que están votando leyes injustas. 

Cuando los funcionarios públicos pagan (y cobran) estipendios por trabajos nunca cumplidos.

Cuando se niega tozudamente la información sobre los manejos de los dineros que el pueblo confió a la administración de los gobernantes. Cuando se miente, cuando se falsea o se deforma la verdad. 

Cuando se utiliza la investidura del poder para echar sombras sobre la honra y la moral de quienes se niegan a convertirse en genuflexos. Cuando se agudiza la astucia inventando mecanismos para eludir los controles institucionales sobre el manejo de los fondos públicos. Cuando se predica la transparencia y al mismo tiempo se dictan normas elusivas de una oportuna y eficaz rendición de cuentas. 

Cuando se disponen millonarias sumas para promocionar impúdicamente la figura del gobernante, en desmedro de otras necesidades más perentorias y desatendidas. Cuando la obra pública se convierte en un suculento negocio para los avisados. 

Señor presidente: durante la larga noche del miércoles pasado pude comprobar que mi querida Córdoba se debatía entre la ineptitud de algunos y la ausencia deliberada de otros.

Se podrán ensayar largos discursos y trasladar culpas y negligencias. Pero el daño infligido a la democracia es inconmensurable. En esas tremendas horas, todos los relatos se quebraron con sangre y dolor. 

Que los padres abandonen a sus hijos a su suerte resulta un crimen de lesa humanidad, aunque sus responsables jamás pisen un tribunal para ser juzgados. Y quienes increíblemente todavía apañan o disimulan esas conductas, tendrían que ser condenados como cómplices morales.

Muchos foros legislativos se han convertido en cenáculos sin pueblo, con aplaudidores rentados, que estimulan el egocentrismo del ambicioso. Y mientras se predica la virtud, se corrompe, se roba y se estafa. Cabría preguntarse si el saqueo que filmaron los medios de prensa no tiene su inspiración en otro saqueo más sutil, pero mil veces más insano y pervertido. Que es el saqueo de la moral, de la verdad, de los valores supremos de la vida y del respeto por las leyes. 

Pareciera que en estos años no hemos aprendido absolutamente nada. Ya en 1949 el gran filósofo cristiano Maritain decía: “Cuando los diputados pierden el sentido de su majestad inherente y se comportan como una pandilla irresponsable de escolares, o de clanes en plena lucha, es mal indicio para la democracia”.