Ayer por la mañana se llevó a cabo la apertura de la muestra fotográfica “Instantes de memorias”, en el hall del Espacio INCAA (en Sabattini 200), en el marco de la conmemoración del Día Internacional de los Derechos Humanos.
La actividad, que fue acompañada por la exhibición de cortos audiovisuales alusivos ante alumnos secundarios, fue organizada por el espacio cinematográfico junto al Archivo Provincial de la Memoria, la Universidad Popular, LibreLibro y el Instituto de Humanas de la UNVM.
En diálogo con EL DIARIO hablaron los fotógrafos Pablo Becerra y Natalia Magrín, responsables de las imágenes expuestas e integrantes del área de Historia Oral y Audiovisual de la Memoria que se ubica dentro del excentro clandestino de detención de la ciudad de Córdoba, la sede de la tenebrosa D-2. “La muestra se instala bajo dos ejes distintos. Uno aborda la memoria, la verdad, la justicia y la identidad a partir de seis historias de vida. El otro eje apunta a la intervención urbana de los Arboles de la Vida, que se colocaron en homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado (254) que se reúnen en la megacausa La Perla”, explicaron.
Sobre el primer punto, Magrín indicó: “Creemos que la identidad y la materialidad física cuando se encuentran con el testimonio pueden construir sentido sobre el pasado reciente. Como es el caso de Juan Carlos, un sobreviviente del D-2 que hoy trabaja en el Archivo, y de Ale Rossi, quien estuvo secuestrado junto a su mamá en La Perla”. Respecto a los Arboles de la Vida, Becerra señaló que “una vez por semana durante los viernes de este año hemos colocado un árbol simbólico en los distintos lugares de la provincia donde vivían o residían los desaparecidos. Esos sitios fueron escogidos junto a los propios familiares. Y eso movilizó un montón de cosas, fue algo muy intenso y sensible. Nos gusta pensar a la memoria como un tejido donde se encuentran historias singulares que se transformaron en colectivas. Tal propuesta se orienta hacia esa idea”.
Consultados sobre la labor dentro del Archivo, recordaron en primer lugar que el espacio fue construido junto a un museo histórico en 2007, meses después de la sanción de la Ley de la Memoria en la provincia. “Somos cerca de 22 personas trabajando. El Estado financia los sueldos, pero, vale decir, que las actividades no se realizan sólo dentro del marco del horario laboral. Nosotros nos dedicamos íntegramente a los proyectos, desde construir cada maceta, las placas y hacer el trabajo de investigación y documentación y poner cada arbolito”.
Sobre destrozos a los “Arboles de la Vida”
En Villa María, a fines de julio se instaló un “Arbol de la Vida” en la esquina del Instituto Rivadavia, en honor a Ester Felipe, la desaparecida villamariense que fuera secuestrada con su pareja Luis Mónaco. Incluso, en ese acto había participado la hija de Ester, Paula Mónaco Felipe, junto a su familia.
Días después, el monumento se hallaba destruido. Consultado por estos casos, Magrín reflexionó: “Siempre tuvimos claro que el espacio público implica poder respetar las decisiones de cada uno de los ciudadanos que hacen a la construcción de las memorias locales. Desde el Registro del Dolor hemos visto macetas rotas, pintadas, con escrituras, con insultos. Pero eso también habla de lo que ese monumento ha movilizado y que ha tenido una eficacia simbólica. La memoria siempre es un campo de disputa permanente”.