“Lo he vivido con tristeza, pude ver todo esto de cerca. Voy a trabajar a una parroquia de Argüello y observaba los saqueos. Me daba mucha pena ver a comerciantes que eran saqueados por parte de sus propios clientes, de sus compradores”.
Así comenzó la descripción de lo sucedido la semana pasada en la capital cordobesa el hombre que gobernó pastoralmente la Diócesis de Villa María desde 2006 hasta este año, José Angel Rovai.
El pastor dialogó ayer con EL DIARIO sobre la crisis policial que derivó en numerosos hechos de violencia en la capital provincial y que luego desencadenaría sucesos similares en otras provincias.
“La misma gente no podía creer que los propios clientes o vecinos cercanos aprovechara la situación para quedarse con sus cosas. Surgió lo peor que tenemos. Yo me pregunto qué resta para el futuro”, declaró.
El obispo emérito de la Diócesis villamariense consideró que “estas heridas históricas rompen la amistad social”. “Esta gente, ¿va a poder seguir atendiendo a sus clientes? Hay más preguntas que respuestas luego de lo sucedido. Y denota una fractura que viene de mucho tiempo. A veces, esto que he dicho muchas veces de unitarios y federales, surge de otras formas. Ayer nomás no podía entender lo que ocurrió con los hinchas de Boca... Expresar alegría a través de la violencia. Hay resentimientos y una violencia contenida”, se lamentó.
Luego, criticó los festejos por los 30 años de la democracia, que el Gobierno nacional llevó a cabo el martes, en un día violento en diversos puntos del país. “Se reflejaba una contradicción, habiendo conflictos no me pareció conveniente. Por una parte celebraban, por otro... Me quedó un sabor amargo”, confesó.
“Los argentinos no somos tan buenos como creemos, a veces nos creemos excelentes. Yo vivo cerca de la plaza San Martín, en pleno centro de Córdoba, y aquel día parecía todo muerto, porque recomendaban no salir. Parecía que imperaba la ley de la selva”, manifestó.
De inmediato, analizó que los policías tienen salarios “precarios”, pero enseguida se distanció de su manera de protestar. “Hubo algo legítimo porque los sueldos son precarios, pero no se puede dejar de cumplir ese servicio. Algunos tienen un rol público. Acá veo que cuando hay paro de transporte los ciudadanos andan desesperados, no saben cómo ir a trabajar”, analizó.
Apuntó que hubo diferentes motivos que confluyeron para los saqueos y disturbios cordobeses. “Son varias las razones y es muy difícil de analizar, habría que estar hablando horas y no lo sé. En 2001, la gente saqueaba más los supermercados para robar comida. Ahora vi, por ejemplo, una camioneta en un supermercado inmenso en la que cargaban heladeras, televisores, plasmas. Hubo delito, cuando se roba comida es diferente, hubo de estos casos ahora, pero lo otro era muy fuerte, esto de apropiarse de lo ajeno”, relató.
“Es un cuadro complejo y se habla de muchas razones. No sabemos o no queremos vivir la democracia y también hay infantilismo e inmadurez. Tenemos que madurar mucho”, recalcó.
Rovai dijo que le preocupa sobremanera el hecho de que “desaparecidos los controles, aparece el vandalismo. ¿Entonces nosotros estamos reprimidos por quien vigila, sólo eso? Habla muy mal de nosotros y me incluyo, porque a la sociedad la construimos entre todos”, advirtió.
El entrevistado evaluó que de estos hechos es imprescindible que surja la reflexión y el análisis. “Es bueno reflexionar sobre lo que nos está pasando. Quedaron heridos, damnificados. Y después se extendió a muchas provincias, prácticamente se contagiaron unas 20. Es como que el mal se contagia más rápido que el bien”.
“Habría que hablar mucho tiempo de las perdidas de ciertos valores, de la búsqueda de la paz. El santo padre habló en dos ocasiones con el arzobispo de Córdoba pidiendo por la apertura del diálogo. Si intervino (Francisco) es porque vio que esto es grave, más allá de que quiera y extrañe al país”, opinó.
El pastor confió que “pensaba que lo que sucedió no era esperado, pero en el fondo si uno lo razona tranquilo luego de varios días, se da cuenta de que tenemos cierta violencia en Argentina, siempre”.
Consultado sobre la actuación de las autoridades políticas durante el conflicto, fiel a su estilo no se calló. “Faltó la presencia del Estado con mayor fuerza y entereza, tanto desde la Provincia como desde la Nación. Somos federados, pero ante ciertas situaciones la Nación tiene que intervenir y aquí lo hicieron tardíamente. Yo me preguntaba quién gobernaba Córdoba, porque nadie hablaba”, cuestionó.
“Un vecino me contaba que sentía vergüenza al ver que un vecino llegaba con televisores que había robado. Y hubo otras personas que lo subían a Internet, como si fuera un show. Estamos a la deriva”, dijo.
Y sin que se le pregunte, declaró: “No quiero decir que hubo intereses oscuros detrás de estos sucesos, porque no tengo pruebas, pero uno tiene sospechas. Que haya ocurrido a días de cumplirse 30 años de democracia no parece casualidad, además parece que había grupos organizados, porque salían en moto”. “Escuchaba a gente que sufrió los saqueos y era dolor, porque no eran personas adineradas, son obreros. Pocas veces en mi vida vi algo así”, confesó.
“Lamento hacer estas reflexiones -le dijo a este cronista-. A veces de nuestros errores aprendemos. Reflexionar nos ayuda a ver la realidad. No podemos hacer como la avestruz, que esconde la cabeza. No se puede vivir en el idealismo. No se justifica lo que ocurrió, pero lo que pasó puede servir para una ayuda”, concluyó el sacerdote desde Córdoba.