Por estos días se han realizado actos en conmemoración de cumplirse 30 años desde que asumiera un gobierno elegido por el pueblo. Aquello fue el retorno a la libertad, pues el concepto de democracia resulta inseparable de ésta y tal como dijo Rousseau, la libertad como “la obediencia a la ley que nos hemos dado”.
De muchos, no de pocos
Hace tres décadas regresamos a la posibilidad de construir un camino democrático, un andar que nos llevaría a desarrollar leyes dadas por el pueblo y superar las dictadas por el gobierno de pocos. Porque debe recordarse que desde la antigüedad, la democracia es entendida como el gobierno de muchos, de la multitud, del pueblo, en contrapartida a los gobiernos de pocos, de aquellos que por alguna razón se creen diferentes al resto de los ciudadanos.
Entre los ignominiosos documentos que produjo la dictadura en Villa María, está el Decreto 20 “A”, fechado el 26 de marzo de 1976. Allí se refiere “la disolución del Honorable Concejo Deliberante de la Municipalidad, dispuesta por el Gobierno de la Intervención Militar en la provincia...” y se le comunica a los secretarios de bloque que cesan en sus funciones. Firmaron este documento el mayor José Luis Cayetano Torres, en su calidad de comisionado municipal interino, y el secretario de Gobierno, René Alberto Rodríguez (quien provenía de la administración del intendente destituido). Esa era una clara expresión, a nivel local, de que el gobierno de los pocos desplazaba al del pueblo.
También se prohibiría a nivel local la actividad gremial en el municipio, serían intervenidos los gremios y se vigilaría el cumplimiento de todas las medidas nacionales contrarias a la libertad y el debate. Así se materializaban conceptos que pueden parecernos abstractos, pero que tienen que ver con nuestra cotidianidad.
Límites al poder político
En 1983, luego de años de resistencia y lucha por el retorno de la democracia, se logró la finalización de la dictadura cívico-militar. Retornó el gobierno de muchos que, a nivel nacional, estuvo encabezado por un hombre profundamente democrático. A nivel local también estuvo al frente alguien a quien nunca podrá acusarse de creerse de una categoría distinta al resto de los ciudadanos. Hombres que, con sus virtudes y defectos, siempre entendieron al poder con los límites que les imponía el sistema de gobierno que eligieron los argentinos. Porque lo democrático no debe desligarse de la idea que el poder emerge y es ejercido por el pueblo, aunque sea por representantes, y tal cual dijo Spinoza, “en él –el gobierno democrático-... ninguno transfiere a otros su natural derecho de forma tan definitiva que luego no deba ser consultado...”. Y esta es una idea central en la que como sociedad no sólo nos resta trabajar, sino también poner en práctica los mecanismos de consulta popular que existen en nuestra Constitución. Porque nadie debería arrogarse la representatividad en temas cruciales para el desarrollo de la sociedad sin que se produzcan debates y se conozca la opinión de la ciudadanía. Porque la valoración positiva de la democracia como forma de gobierno parte de una idea que recorre toda la historia del pensamiento político, que es la de limitar el poder de quienes gobiernan. Y en este sentido, es material de debate el lapso de tiempo limitado que deben ejercer los gobernantes, idea contraria a las reelecciones eternas, como así también la necesidad de que aquellos que gobiernan no se diferencien del resto de la ciudadanía y continúen siendo parte del pueblo.
¿Cuánto desarrollo democrático?
En 1983 salimos del gobierno de los pocos, accedimos a una forma de gobierno que nos aseguró que el poder no fuera ejercido de manera despótica. Pero la construcción de la democracia continúa aún hoy porque es mucho más que eso. Y logramos avances, pero también otras cosas que no se condicen con ese argumento que dice que si gobierna el pueblo, éste no puede ir en su contra. Un ejemplo de esto pueden ser cosas que sucedieron durante la década en que los gobernantes profundizaron las políticas neoliberales que desindustrializaron el país y se elevaron los indicadores de desempleo y de pobreza. Porque se supone que gobierna el pueblo y lo hace para su bienestar y no para atentar contra sí mismo.
Si nos preguntamos cuánta democracia construimos en estos 30 años, podemos ver lo que dice el teórico Norberto Bobbio, que en relación al desarrollo de la democracia dijo que “quien quiera tener un indicador del desarrollo democrático de un país, ya no debe considerar el número de las personas que tienen derecho al voto, sino el número de los lugares diferentes de los tradicionalmente políticos en los que se ejerce el derecho al voto”.
La pregunta que queda flotando es: ¿dónde se vota en nuestra sociedad? Interrogante al que le podríamos agregar: ¿en qué lugares, instituciones, espacios sociales, se usan artilugios de diferentes tipo para que aquellos que los componen -socios, afiliados, adherentes, etcétera- no debatan ni voten? ¿Qué tipo de democracia estamos construyendo, formal, sustancial, social, etcétera?
Recorrimos 30 años de esta construcción colectiva que debe continuar. Por una parte, han ejercido el gobierno diferentes hombres y mujeres y a nivel nacional han pasado muy distintos liderazgos políticos, cada uno con su manera de ejercer el poder. Por otra parte, están plenamente sumados a la vida política jóvenes que nacieron de 1983 a esta parte, que desarrollaron una experiencia muy distinta a aquellos que vivimos durante la dictadura. Quizás todos podamos aprovechar la fascinación que nos producen los números que terminan en cero, cuando de aniversarios se trata, para intensificar el debate acerca de qué democracia y cómo la estamos construyendo, en pos de profundizarla logrando que en más lugares se debata y se vote.