Hoy, 15 de diciembre, cumple 65 años otro invento bellvillense que nos llena de orgullo. No tan conocido ni publicitado, pero que es considerado uno de los hitos de la imaginación de la ciudad.
Está íntimamente ligado a la “Superball”, por lo tanto, no se trata del “dulce de leche” ni del “mate”, sino a ese admirado campo inventivo de Antonio Olivo Tossolini, quien al darle vida al inflador de mano “Topoval” causó un impacto comercial con una notoria repercusión en el ámbito deportivo. Toma ese nombre al reunir las dos primeras letras de los inventores de la “Superball”: To (Tossolini), Po (Polo) y Val (Valbonesi). Momento culminante para transformarse en el verdadero “auxilio” para aquellos responsables de mantener en condiciones reglamentarias el aire o el inflado de los balones de los respectivos juegos.
Obra de artesanía
Esta verdadera obra de artesanía constituyó una fuente genuina de trabajo en el ámbito laboral de la ciudad. Su vigencia fue inmediata y mayor su trascendencia a nivel nacional, es que, los citados auxiliares lo consideraron imprescindible y fueron los primeros en celebrar su advenimiento a la utilería de cada club. Al respecto, decimos que el problema para mantener en condiciones las pelotas había tomado dimensiones extradeportivas de magnitud, puesto que los primeros aparatos eran de gran tamaño y se hacía imposible trasladarlos a los campos de juego. De ahí el valor sin límite que adquirió el Topoval, una primitiva idea de Tossolini, que con esa serena vocación que lo caracterizaba, ayudado por la sapiencia de su amigo Polo y el apoyo incondicional del personal de la “Carpintería Tossolini” desarrollaron por cinco años una producción de envergadura, para los tiempos económicos de aquellos años. Decimos con nostálgica tristeza que solamente un quinquenio tuvo vida su fabricación y comercialización en nuestra ciudad, puesto que las “madejas” económicas y legales, las exigencias desmedidas de los “grandes vendedores” y los oportunistas sponsors de los centros más importantes, que auspiciaban deshonrosas y denigrantes imitaciones, constituyeron un verdadero laberinto de problemas y futuros conflictos.
Por sobre todo, la resolución apuntaba a no comprometer la carpintería, que ya era modelo de eficiencia y calidad en la ciudad y la zona. Pasaron 65 años, creemos que el recuerdo y el mejor homenaje es transcribir la esquela enviada por la Asociación Argentina de Inventores: “Felicitaciones con un reconocimiento especial por hacer realidad el espíritu de la asociación: inventar significa dar una vuelta creativa a los problemas cotidianos”.
Juan Carlos Licari
Especial
Fuentes: La Mañana, Cesped y Los Principios.