Día 16 de julio de 2009. “Eramos cuatro familias. Estábamos en mi casa y lo decidimos. Después de las 12, comenzamos una cadena para ir avisando a todos. Y en tres días empezamos con todo esto”.
Sonia Quevedo hablaba con EL DIARIO en un pasillo de la Municipalidad de Villa María y explicaba cómo se gestó la ocupación de terrenos el 9 de julio de aquel año, en barrio La Calera (por entonces General Roca), detrás del cementerio La Piedad.
La mujer había llegado para reunirse con representantes del Ejecutivo, en días turbulentos por la usurpación. “Muchos trabajan por hora. Los hombres son peones de albañiles. Tenemos escasos recursos”, argumentaba ante este diario.
Día 14 de diciembre de 2013. Sonia Quevedo hoy tiene el cabello más largo, ya no vive frente a las manzanas ocupadas, sino en una casa a una cuadra, mientras espera finalizar su vivienda precisamente en estos emblemáticos terrenos. Atiende a EL DIARIO en la calurosa mañana de sábado. La situación dista mucho de aquella.
“La gente cumplió con lo que me prometió ese día. Y logramos entre todos hacer esto. Hay quienes no viven. Yo, por ejemplo, no puedo porque me falta el techo, pero la mayoría ya está en su hogar y cambió sustancialmente la situación económica de todos”, subrayó.
Las tres manzanas situadas detrás del camposanto y al costado de las vías del ferrocarril, entre Arenales y Deán Funes, están cubiertas de viviendas concluidas, de viviendas en construcción y de movimiento de ladrillos. Todos los terrenos ya han sido utilizados.
“Todos son laburantes. Yo no quería que fuera un barrio de techo y chapa porque había que vivir honradamente, lo peleé con ellos para que no fuera un barrio abandonado, sino como todos los otros y se logró. Cada uno puso su grano de arena”, resumió ayer la mujer que encabezó la determinación vecinal en julio de 2009.
“Queríamos hacerlo a pulmón y así fue, nadie nos dio nada, más allá de que en algunos casos estuvo presente el municipio. La base fue a pulmón”, recalcó.
Calculó que son 104 las familias residentes. “Todos respetaron lo que correspondía, nadie se quedó con la tierra de nadie y no hay lugares desocupados”, afirmó. Los terrenos son de 9 metros por 50 metros, los que se dividen en dos “y se deja un pasillo de dos metros para el que reside atrás”. La mayoría de las casas, según un recorrido que hizo este cronista por el lugar, cuentan con una cocina y dos dormitorios, además del baño.
La gente fue muy amable, sin excepción, ante la requisitoria periodística.
La mayoría de los servicios básicos llegaron a este sector.
Sí falta el gas, que rodea las manzanas, por lo que se cree que pronto los alcanzaría.
Quevedo consideró que hubo “además de fe, una constancia fuerte” para que la ocupación no derivara en terrenos en desuso, sino que efectivamente esa necesidad habitacional que los llevó a agarrar los terrenos limítrofes con las vías del ferrocarril se plasmara en viviendas dignas.
“Esto era lo que yo anhelaba y me propuse, nadie me lo iba a cambiar”, confesó.
Varios hablaron de que cuentan con una carpeta que el Gobierno les otorgó, en la que se detallan las características de los terrenos.
Sonia dijo que a través de la misma se deja constancia de que “estas tierras ya no son del Estado nacional, que en su momento ya las había cedido al municipio cuando gobernaba Miguel Veglia, pero este Gobierno se hacía el distraído, aunque al ver que hicimos todo sin molestar a nadie decidieron avanzar”.
Es llamativo cómo se erigió este minibarrio dentro de La Calera. A metros nuestro hay un kiosco. “Hay cuatro almacenes, dos peluquerías, un todo suelto que vende ropa usada y un minimercado”, precisó la entrevistada.
Villamarienses que sufrían por no poder llegar a fin de mes y abonar el alquiler son los habitantes del sector. También hay ciudadanos bolivianos y peruanos.
De acuerdo a lo que contó Sonia, muchos de los hombres se dedican al Durlock y la albañilería. Y muchas de las mujeres abrieron su negocio o son amas de casa y madres.
Para Silvana Genovesi, una de las vecinas, aquí todos se llevan bien.
Ella vive con su hija y contó que construyeron a pulmón su hogar. “Sé de albañilería y lo fuimos haciendo, estuvimos tres años para lograrlo y todavía le falta. Tengo dos piezas, el baño, el pasillo, la cocina y el comedor”, sintetizó a este cronista.
“El intendente Accastello ayudó muchísimo, a mí me regaló las viguetas”, develó la señora, que habita sobre calle Estados Unidos.
“Tenemos luz, agua y el gas llega hasta la esquina. Es un barrio tranquilo y soy del criterio del ‘buenos días’ y ‘chau, hasta luego’ sin molestar a nadie”, relató.
La gente es trabajadora. “Hay quienes se dedican a la carpintería, a la electricidad, hay un camionero”, enunció ella.
Más allá, nos encontramos con Hugo Calderón, quien también pelea por terminar su vivienda para vivir con su compañera y sus seis hijos (ver nota: Barri La Calera - Historia detrás de la ocupación de tres manzanas).
LAS FOTOS
1- Ya no hay terrenos disponibles. En el sector abrieron varios comercios
2- Sonia Quevedo, la mujer que lideró la toma hace cuatro años y medio, confió ayer que sentía gran alegría de ver a un barrio “que no es de chapa, porque cada uno le puso muchas ganas”
3- Un niño posa divertido para EL DIARIO