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15 de Diciembre de 2013
Barrio La Calera - Cómo cambió el panorama de un centenar de familias que ocuparon tres manzanas en 2009
De aquella decisión de cuatro a un minibarrio
En julio de 2009 fueron 50 las familias que decidieron tomar terrenos situados al costado de las vías del ferrocarril, detrás del cementerio. Hoy ya no hay espacios disponibles porque la mayoría levantó sus viviendas
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Día 16 de ju­lio de 2009. “Era­mos cua­tro fa­mi­lias. Es­tá­ba­mos en mi ca­sa y lo de­ci­di­mos. Des­pués de las 12, co­men­za­mos una ca­de­na pa­ra ir avi­san­do a to­dos. Y en tres días em­pe­za­mos con to­do es­to”.
So­nia Que­ve­do ha­bla­ba con EL DIA­RIO en un pa­si­llo de la Mu­ni­ci­pa­li­dad de Vi­lla Ma­ría y ex­pli­ca­ba có­mo se ges­tó la ocu­pa­ción de te­rre­nos el 9 de ju­lio de aquel año, en ba­rrio La Ca­le­ra (por en­ton­ces Ge­ne­ral Ro­ca), de­trás del ce­men­te­rio La Pie­dad.
La mu­jer ha­bía lle­ga­do pa­ra reu­nir­se con re­pre­sen­tan­tes del Eje­cu­ti­vo, en días tur­bu­len­tos por la usur­pa­ción. “Mu­chos tra­ba­jan por ho­ra. Los hom­bres son peo­nes de al­ba­ñi­les. Te­ne­mos es­ca­sos re­cur­sos”, ar­gu­men­ta­ba an­te es­te dia­rio.
Día 14 de di­ciem­bre de 2013. So­nia Que­ve­do hoy tie­ne el ca­be­llo más lar­go, ya no vi­ve frente a las man­za­nas ocu­pa­das, si­no en una ca­sa a una cua­dra, mien­tras es­pe­ra fi­na­li­zar su vi­vien­da pre­ci­sa­men­te en es­tos em­ble­má­ti­cos te­rre­nos. Atien­de a EL DIA­RIO en la ca­lu­ro­sa ma­ña­na de sá­ba­do. La si­tua­ción dis­ta mu­cho de aque­lla.
“La gen­te cum­plió con lo que me pro­me­tió ese día. Y lo­gra­mos en­tre to­dos ha­cer es­to. Hay quie­nes no vi­ven. Yo, por ejem­plo, no pue­do por­que me fal­ta el te­cho, pe­ro la ma­yo­ría ya es­tá en su ho­gar y cam­bió sus­tan­cial­men­te la si­tua­ción eco­nó­mi­ca de to­dos”, su­bra­yó.
Las tres man­za­nas si­tua­das de­trás del cam­po­san­to y al cos­ta­do de las vías del fe­rro­ca­rril, en­tre Are­na­les y Deán Fu­nes, es­tán cu­bier­tas de vi­vien­das con­clui­das, de vi­vien­das en cons­truc­ción y de mo­vi­mien­to de la­dri­llos. To­dos los te­rre­nos ya han si­do uti­li­za­dos.
“To­dos son la­bu­ran­tes. Yo no que­ría que fue­ra un ba­rrio de te­cho y cha­pa por­que ha­bía que vi­vir hon­ra­da­men­te, lo pe­leé con ellos pa­ra que no fue­ra un ba­rrio aban­do­na­do, si­no co­mo to­dos los otros y se lo­gró. Ca­da uno pu­so su gra­no de are­na”, re­su­mió ayer la mu­jer que en­ca­be­zó la de­ter­mi­na­ción ve­ci­nal en ju­lio de 2009.
“Que­ría­mos ha­cer­lo a pul­món y así fue, na­die nos dio na­da, más allá de que en al­gu­nos ca­sos es­tu­vo pre­sen­te el mu­ni­ci­pio. La ba­se fue a pul­món”, re­cal­có.
Cal­cu­ló que son 104 las fa­mi­lias re­si­den­tes. “To­dos res­pe­ta­ron lo que co­rres­pon­día, na­die se que­dó con la tie­rra de na­die y no hay lu­ga­res de­so­cu­pa­dos”, afir­mó. Los te­rre­nos son de 9 me­tros por 50 metros, los que se di­vi­den en dos “y se de­ja un pa­si­llo de dos me­tros pa­ra el que re­si­de atrás”. La ma­yo­ría de las ca­sas, se­gún un re­co­rri­do que hi­zo es­te cro­nis­ta por el lu­gar, cuen­tan con una co­ci­na y dos dor­mi­to­rios, ade­más del ba­ño.
La gen­te fue muy ama­ble, sin ex­cep­ción, an­te la re­qui­si­to­ria pe­rio­dís­ti­ca. 
La ma­yo­ría de los ser­vi­cios bá­si­cos lle­ga­ron a es­te sec­tor. 
Sí fal­ta el gas, que ro­dea las man­za­nas, por lo que se cree que pron­to los al­can­za­ría.
Que­ve­do con­si­de­ró que hu­bo “ade­más de fe, una cons­tan­cia fuer­te” pa­ra que la ocu­pa­ción no de­ri­va­ra en te­rre­nos en de­su­so, si­no que efec­ti­va­men­te esa ne­ce­si­dad ha­bi­ta­cio­nal que los lle­vó a aga­rrar los te­rre­nos li­mí­tro­fes con las vías del fe­rro­ca­rril se plas­ma­ra en vi­vien­das dig­nas.
“Es­to era lo que yo an­he­la­ba y me pro­pu­se, na­die me lo iba a cam­biar”, con­fe­só.
Va­rios ha­bla­ron de que cuen­tan con una car­pe­ta que el Go­bier­no les otor­gó, en la que se detallan las ca­rac­te­rís­ti­cas de los te­rre­nos.
So­nia di­jo que a tra­vés de la mis­ma se de­ja cons­tan­cia de que “es­tas tierras ya no son del Es­ta­do na­cio­nal, que en su mo­men­to ya las ha­bía ce­di­do al mu­ni­ci­pio cuan­do go­ber­na­ba Mi­guel Ve­glia, pe­ro es­te Go­bier­no se ha­cía el dis­traí­do, aun­que al ver que hi­ci­mos to­do sin mo­les­tar a na­die de­ci­die­ron avan­zar”.
Es lla­ma­ti­vo có­mo se eri­gió es­te mi­niba­rrio den­tro de La Ca­le­ra. A me­tros nues­tro hay un kios­co. “Hay cua­tro al­ma­ce­nes, dos pe­lu­que­rías, un to­do suel­to que ven­de ro­pa usa­da y un mi­ni­mer­ca­do”, pre­ci­só la en­tre­vis­ta­da.
Vi­lla­ma­rien­ses que su­frían por no po­der lle­gar a fin de mes y abo­nar el al­qui­ler son los ha­bi­tan­tes del sec­tor. Tam­bién hay ciu­da­da­nos bo­li­via­nos y pe­rua­nos.
De acuer­do a lo que con­tó So­nia, mu­chos de los hom­bres se de­di­can al Dur­lock y la al­ba­ñi­le­ría. Y mu­chas de las mu­je­res abrieron su ne­go­cio o son amas de ca­sa y ma­dres.  
Pa­ra Sil­va­na Ge­no­ve­si, una de las ve­ci­nas, aquí to­dos se lle­van bien.
Ella vi­ve con su hi­ja y con­tó que cons­tru­ye­ron a pul­món su ho­gar. “Sé de al­ba­ñi­le­ría y lo fui­mos ha­cien­do, es­tu­vi­mos tres años pa­ra lo­grar­lo y to­da­vía le fal­ta. Ten­go dos pie­zas, el ba­ño, el pa­si­llo, la co­ci­na y el co­me­dor”, sin­te­ti­zó a es­te cro­nis­ta.
“El in­ten­den­te Ac­cas­te­llo ayu­dó mu­chí­si­mo, a mí me re­ga­ló las vi­gue­tas”, de­ve­ló la se­ño­ra, que ha­bi­ta so­bre ca­lle Es­ta­dos Uni­dos. 
“Te­ne­mos luz, agua y el gas lle­ga has­ta la es­qui­na. Es un ba­rrio tran­qui­lo y soy del cri­te­rio del ‘bue­nos días’ y ‘chau, has­ta lue­go’ sin mo­les­tar a na­die”, re­la­tó.
La gen­te es tra­ba­ja­do­ra. “Hay quie­nes se de­di­can a la car­pin­te­ría, a la elec­tri­ci­dad, hay un ca­mio­ne­ro”, enun­ció ella.
Más allá, nos en­con­tra­mos con Hu­go Cal­de­rón, quien tam­bién pe­lea por ter­mi­nar su vi­vien­da pa­ra vi­vir con su com­pa­ñe­ra y sus seis hi­jos (ver nota: Barri La Calera - Historia detrás de la ocupación de tres manzanas).
 
LAS FOTOS
1- Ya no hay terrenos disponibles. En el sector abrieron varios comercios
2- Sonia Quevedo, la mujer que lideró la toma hace cuatro años y medio, confió ayer que sentía gran alegría de ver a un barrio “que no es de chapa, porque cada uno le puso muchas ganas”
3- Un niño posa divertido para EL DIARIO

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