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26 de Diciembre de 2013
Cartas - Opiniones - Debates
Los lectores también escriben
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Señor director:
Durante la noche del 24, varias cuadras de barrio Los Olmos pasamos Navidad sin luz y sin seguridad. Totalmente a oscuras y con el calor agobiante, lidiamos con una noche que se suponía era para disfrutar.
Lo pasamos de muy mala manera gracias a una empresa como EPEC, que nunca da la cara, mucho menos explicaciones y mucho menos aún da soluciones por un servicio mediocre que cobra como el mejor servicio básico del mundo.
Y como siempre, nos enteramos por este medio que los cortes se producen en el centro o en algún barrio acaudalado de esta ciudad, me gustaría ver cómo salen en la edición de mañana las explicaciones de los responsables de EPEC acerca de por qué los habitantes de barrio Los Olmos, un barrio de trabajadores, tuvimos que pasar una Navidad de m..., a oscuras.
Entendiendo la neutralidad y la trayectoria de un medio como EL DIARIO del centro del país, espero que ustedes puedan conseguir y publicar las explicaciones pertinentes de esta situación.
Desde ya mis saludos a ustedes. Sigan así, quiero expresarles mi orgullo y credibilidad hacia su trabajo y hacia este medio impreso.
 
Ricardo Moyano
DNI 30.267.921
 

Señor director:
Los gremios también son responsables del saqueo y el colapso energético. “Un aplauso para el asador” es el título que se me ocurre al mencionado comentario y paso a explicar lo del título.
Cuenta una fábula que había una vez, en un lugar muy lejano, un grupo de cuervos muy preocupados por cuidar su comida pues les resultaba molesto que otros animales quisieran alimentarse. Eran tan celosos de lo que tenían, que bregaban para que nada pudiera estropear su comodidad; pero defender lo que tenían les demandaba muchas horas de revolotear sobre sus intereses y fue así que, en un momento dado, decidieron invertir en protección. 
El cuervo mayor, mirando entre sus filas, buscó y buscó a alguien que pudiera tirarle una idea, una orientación de qué hacer, y fue así que pudo encontrar a uno que parecía inteligente, pero que si no lo era, por lo menos era el más “negro” de la comunidad. Este “negro” lo primero que le planteó al cuervo mayor fue que se buscara un animal lo más fiel posible, que su presencia intimide, pero cuando ellos hablaran, él les demuestre obediencia. Buscaron y buscaron y al final, lo encontraron. No todos estaban de acuerdo, pero cumplía los requisitos establecidos: podía intimidar, tenía pinta de fiel y cumplía a rajatabla las órdenes moviendo la cola.  Los cuervos contrataron un “perro”. 
Ya más tranquilos, porque tenían un guardián de sus intereses, se relajaron, pues el “perro” todo lo negociaba a cambio del bienestar de los que lo habían contratado y del suyo. Tan bien estaba la relación, que el cuervo mayor le permitió al “perro” que trajera también a su cachorrita a la guarida.
La fiesta era toda de ellos, ya no había que preocuparse, los disconformes de la guarida, al igual que los otros animales vecinos, debían conformarse mirando cómo los cuervos despilfarraban  la comida que tanto había costado juntar, bajo la atenta mirada del “perro” que movía la cola para los de adentro y mostraba los dientes para los de afuera.
Pero en medio de la fiesta se cortó la luz y en la oscuridad comenzó el problema. Algunos cuervos manotearon la comida de otros, otros la escondieron, otros aprovecharon para sacarla de la guarida. El tema fue cuando salió el sol y se dieron cuenta de lo que había pasado. No tenían nada y, para colmo, el “perro” en lugar de cuidar, estaba de juerga con otros perros de afuera. 
La guarida era un desastre, entonces el cuervo negro llamo al “perro” para que saliera a ladrar, de manera de intentar engañar a los demás animales de que todavía había comida en la guarida, pero  que era necesario seguir carroñando  al resto de los animales para que sigan pagando la fiesta de los cuervos. El “perro” ladró y ladró, intentando engañar a los animales de aquel lejano lugar, de que si todos colaboraban con la tarifa se iba a hacer la luz para los cuervos y, con suerte para ellos, y así él podía seguir manejando la parrilla en la fiesta cuervera (que no tiene que ver con San Lorenzo campeón).
 
Cristian Centurión
DNI 11.249.794


 

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