Por Pepo Garay
Especial para EL DIARIO
Sinónimos de frescura, de antídoto contra el calor. Son los diques de Córdoba. Un conglomerado de lagos creados por la mano del hombre que se reparten a lo largo y ancho de las sierras y su área de influencia. Opción interesante durante todo el año, pero en especial cuando el verano se hace notar. Entre los de mayor atractivo para el viajero, destacamos diez: tres ubicados en el Valle de Punilla, tres en el Valle de Calamuchita, dos en el área noroeste, uno en el Valle de Traslasierra y otro en las Sierras Chicas. De paseo nos vamos, con la mirada puesta en esa decena de objetivos.
Punilla, noroeste y Sierras Chicas
El recorrido comienza en el San Roque. Lindero a Villa Carlos Paz y otros centros turísticos de menor envergadura, como Bialet Massé o el mismo San Roque, su figura imponente descansa a 185 kilómetros de Villa María. Es uno de los más famosos y el más antiguo: la primera construcción data de 1889, aunque fue terminado completamente en 1944. El embudo es su marca característica, igual que el torbellino de turistas que lo azota cada temporada.
Continuando por ruta nacional 38, tras pasar Cosquín, La Falda y La Cumbre, y en las cercanías de Los Cocos, duerme Los Alazanes (255 kilómetros desde Villa María). De bajo perfil, es el embalse ubicado a mayor altura de la provincia (1.400 metros sobre el nivel del mar). Se agradecen los aires mansos del lugar, ligados al poco movimiento y al hecho de ser uno de los diques de menor envergadura. Lo mismo ocurre con La Quebrada (190 kilómetros desde Villa María). Para llegar desde Punilla lo mejor es tomar el Camino del Cuadrado, que desemboca en los alrededores de Río Ceballos. Por ahí cerquita anda este lago, tan pequeño como bonito, que forma parte de La Reserva Hídrica Natural “Parque la Quebrada”. Mucha vegetación, tenues colinas en la cintura y un paredón de 47 metros de altura son sus puntos álgidos.
Volviendo a la ruta 38 asoma El Cajón (260 kilómetros desde Villa María), que se ubica bien cerquita de Capilla del Monte, del otro lado de la carretera. Es el Benjamín del grupo (fue construido en 1993) y convida con un perfil bien natural y agreste, observado de cerca por el Cerro Uritorco. Cuando el Valle dice basta, en los llanos del noroeste, aparece un par de viejos desconocidos: el Cruz del Eje (290 kilómetros desde Villa María) y el Pichanas (330). El primero es vecino de la ciudad homónima y destaca por su enorme paredón (tres kilómetros de extensión). El segundo anda por los pagos de Villa de Soto y su entorno copioso en verde.
Traslasierra y Calamuchita
En el extremo occidental, no muy lejos del límite con San Luis, una ruta desolada y encantadora (la provincial 15) conecta a Villa de Soto con Traslasierra. En el corazón mismo del valle reside el Dique La Viña (305 kilómetros desde VM). Tiene de amigos a aldeas como Los Hornillos y las Rabonas y el paredón más alto del país (107 metros). Escalofriante resulta mirar la usina de energía eléctrica que funciona bien abajo, gracias a los chorros de agua que salen con fuerza desde el embalse.
Finalmente llegamos hasta Calamuchita y el encargado de dar la bienvenida se llama Los Molinos (185 kilómetros desde Villa María). Para muchos el más lindo de los diez, con esos cerros tan agraciados y las curvas y contracurvas que le pone a la ruta provincial 52. Después, quien saluda es el colosal Embalse Río Tercero (140 kilómetros desde Villa María). Con casi 5.500 hectáreas de extensión es el lago artificial más grande de la provincia. Alimenta a dos centrales hidroeléctricas y a los amantes de los deportes acuáticos, quienes lo encuentran como la mejor opción para realizar sus actividades. Está casi hermanado con el Piedras Moras (110 kilómetros desde Villa María), dique que se besa con Almafuerte y que regala muy buenas playas de arena y opciones para el buceo (bajo sus aguas se esconde una antigua aldea).
Todos nacieron para dar agua potable, para regar los campos, para generar energía, para atenuar las crecidas. Pero el viajero los usa para otros menesteres: bañarse, pasear en barcaza, pescar los pejerreyes, las carpas y las tarariras. O simplemente sentarse en los costados y sentirse en Córdoba.