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29 de Diciembre de 2013
De la Docta a la Villa a través de los libros
Gritos y susurros que se escriben con la voz
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Gaiteri o la obsesión por el silencio
Sergio Gaiteri es uno de los cuentistas más contundentes de la literatura cordobesa del Siglo XXI. Para corroborarlo, basta con leer “Certificado de convivencia”, “Tráiler” o “Nivel medio”. En estos relatos, este humilde lector ha percibido un cócktail explosivo de propuestas estéticas renovadoras, donde la precisión narrativa de Camus (al que Gaiteri no tiene entre sus preferidos) convive con los temas “mínimos” de Chéjov (el ruso es figura indiscutida en su cielo con diamantes). A nivel estilístico, la fluidez cotidiana de la literatura norteamericana moderna y esa permanente amenaza de vidas viniéndose abajo en un instante (el copyright es de Carver) se fusionan fabulosamente con el sentimiento de extrañeza de algunos textos de Daniel Moyano (leer “El monstruo”). Pero este cócktail no tendría ningún sentido sin el “sustrato Gaiteri”, sin esa enorme antena que capta los problemas del individuo que vive en la Córdoba del tercer milenio y los transcribe con admirable economía. El amor precario, la incertidumbre laboral, la convivencia entre pares que en realidad son dispares y un permanente sentimiento de insatisfacción se revelan en su prosa. Pero mejor dejar las suposiciones a los críticos y escuchar lo que dice el propio autor acerca de sus textos.
-¿Qué tiene en común "La vertiente" con tus libros anteriores?
-Sin dudas el sustrato estético, lo que en realidad es una perspectiva filosófica y por lo tanto una ética que podría definir así: el mundo es un lugar confuso, complejo, saturado de palabras, imágenes, citas, reverberancias, tonos. Y el mejor favor que un narrador puede brindar a sus pocos lectores es, justamente, no agregar más signos al mundo. Digamos que mi obsesión sigue siendo el silencio. Utilizar la menor cantidad de sonidos posibles. La diferencia respecto a los otros libros es el universo geográfico. Hace un tiempo vivo en las sierras, por lo tanto los personajes tienen que ver con ese espacio. Digamos que es un texto sobre los diversos modos de la forastería.
-Los personajes de tus libros llevan una vida alejada de las grandes estridencias, vidas que para muchos son “pequeñas”. ¿Son las que más te interesan?
-No creo que ninguna vida sea pequeña ni indigna de contener un interés narrativo. La existencia, para cualquier individuo, es una epopeya diaria. Por otra parte, sin ser nunca autorreferencial escribo sobre situaciones de mi entorno, de las miserias, prejuicios y anhelos de esa clase social. En cuanto a lo otro, debo decir que huyo de los escritores que plantean estridencias existenciales, huyo de semejante pedantería. La literatura es, sobre todo, una práctica de la modestia, una exposición de nuestra insignificancia.
-En tus relatos, siempre hay algo a punto de desatarse. ¿Esas tormentas humanas son los únicos "registros altos" de tus libros?
-El tema excluyente de mis relatos son el amor y el odio entre las personas y, obviamente, las infinitas formas intermedias entre estas pasiones que, paradójicamente, alimentan y sosiegan esas tormentas. Pero en verdad están muchas veces latentes, a punto de desatarse. Como narrador me interesa más el origen, la manera en que se erigen esos posibles derrumbes que las explosiones en sí mismas.
-Decime algo acerca de la nueva narrativa cordobesa y en qué pelotón te enrolás.
-No me parece que exista actualmente una “nueva narrativa cordobesa”. Hace unos años daba la impresión de que había un grupo de gente joven que, sencillamente por estar alejada de los imperativos de las modas cool de Buenos Aires, estaba desarrollando algo importante y singular, algo que daba cuenta de las múltiples realidades de nuestra ciudad sin las mistificaciones propias de muchos narradores de generaciones anteriores. Pero bastó que desde la gran metrópolis digan peyorativamente que en Córdoba se hacía realismo para que los textos se volvieran una cuestión de disputa por ver quién es el más raro u original del barrio, quién estiliza mejor los géneros o quién leyó más libros de Aira o vio más series americanas de televisión. No me siento parte de ningún club literario, pero siempre estoy atento a descubrir escritores sensibles y sutiles, como el santafesino Francisco Bitar con su novela “Tambor de arranque”.
 
Svorcan o el grito de la mujer con sed de libertad
En ochentosos anaqueles empolvados de vinilos y fanzines de algún rockero, quizás duerma todavía algún librito de Marta Svorcan. Puede que sea “Trenes”. O acaso el mínimo “Oh blood Oh blood”, que es casi un single. O tal vez el fabuloso “Vidrio y alcohol”, de 1989, con un elefante en la cubierta. Tipiados a máquina por su autora, ilustrados con collages personales (recortes de viejas revistas con un aura tan original como siniestra), aquellos libros de Svorcan hoy conforman una reliquia para los estudiosos, ya que son los primeros escritos bajo la influencia del rock underground (Tom Waits, Lou Reed, Patti Smith) y la nueva narrativa norteamericana (Raymond Carver, Charles Bukowski, Sylvia Plath) de toda la literatura de Córdoba. Sin embargo, y a pesar del plus “retro”, Marta renovó su poética cada vez. Y lo hizo sin perder jamás el aullido salvaje de la mujer libre, sin resignar el reclamo social de una ciudad (y de un país) que entraba al “primer mundo” y lo pagaba (y aún lo paga) con la miseria de sus clases más vulnerables. Pero lo que tampoco resignó la poesía de Marta fue una premisa simbolista (o mejor dicho “baudelaireana”) que es su marca registrada: la búsqueda del ideal aunque más no sea mediante los paraísos artificiales. Por eso es que leemos al final de “Conversaciones con Keneth Patchen” (uno de sus hits): “No fuimos hippies ni modernos ni nada/ fuimos lo que somos/ los tipos raros/ los de la cueva/ los que soñamos ponernos un bar/ en el cielo”. Y eso, además de una declaración de principios, es el comienzo de esta nota.
-¿Qué significan los bares para vos?
-Son los lugares donde he sido más feliz, donde he sostenido las conversaciones más profundas y más apasionadas, donde se va a existir sin que los demás hagan preguntas. Y de todos los bares posibles, elijo siempre los de mala muerte, porque son los que reciben a la gente que está más viva, a la que necesita un a cerveza urgente y sin pruritos, a la que no tiene nada que ocultar en la noche.
-Los bares de mala muerte fueron siempre la marca registrada del suburbio, ¿guardan relación con el título de tu libro?
-Sí, lo de “Suburbio” es por eso mismo, porque es desde donde digo lo que digo; pero no con la seguridad de quien se enrola en tal lugar de la palabra como si tuviera alguna verdad. Precisamente lo que más expongo en el libro es que verdades no tengo, sino preguntas y más preguntas.
-Empezaste a publicar en los años 80, cuando en Córdoba se habían terminado ciertas utopías. Digamos que te tocó la soledad en vez de los “colectivos”. Sin embargo, hay mucho compromiso humano y político en tus poemas…
-Me tocó la soledad, pero me hubiera encantado participar de algún “colectivo”, sin dudas. Me parece hermoso escribir con otro, pero es muy difícil. Hay tanta mezquindad en los ambientes artísticos, que eso me ha llevado a estar durante años bajo tierra. Por eso elegí seguir sola, perdida en el “suburbio” antes que buscar cierta mirada oficial o institucional. Nunca busqué ir con mi librito a “La Voz del Interior” o llevarle a ciertos poetas consagrados. No tengo nada contra los consagrados, pero hay un círculo central al cual prefiero no pertenecer. 
-Y preferís presentar los libros en los bares…
-Absolutamente. Estar en un bar tan hermoso como el de Librelibro rodeada de grandísimos poetas como Gustavo Borga o Marcelo Dughetti, rodeada de gente con la que me siento cómoda y que me brinda la hospitalidad de Gustavo Caleri, para mí no tiene precio. Igual me pasa en el “Café del Alba”, de Córdoba. Son lugares pequeños con gente cálida. 
-Tu poesía siempre se movió en ambientes más rockeros que literarios. ¿Hay una Patti Smith durmiendo en vos?
-¡A lo mejor! (risas). Pero tenés razón, siempre estuve más cerca del rock que de las letras. De hecho, en Córdoba vengo de leer en la calle con un grupo tocando música de fondo. Fue una lectura hermosa, donde hubo muchos changuitos de la calle escuchando. Y eso me encanta, que llegue la poesía a todos, que se abra y que no muera entre los que escribimos. Yo, más que Patti Smith, siempre quise ser como Maiakovski (risas)… No, en serio… Siempre quise leer con esa voz y que mi palabra llegue a las clases populares, al suburbio del que alguna vez salió.
Iván Wielikosielek
 
Sergio Gaiteri
 Nació en Córdoba en 1970. Ha publicado los libros de relatos “Los días del padre” (2006, por Ediciones del Boulevard); “Certificado de Convivencia” (2007, por Editorial Recovecos, Premio Fondo Nacional de las Artes 2006) y “Trabajo social” (2011, por la Editorial de la Municipalidad de Córdoba) junto a las novelas “Nivel Medio” (2009, Editorial Raíz de Dos, Primera Mención Concurso de Novela Clarín-Alfaguara 2008), “La moza” (2010, por Eduvim Ediciones) y “La vertiente” (2013, por Editorial Nudista). Es profesor de Letras Modernas.
 
“Por este tipo de cosas es que me fui de este lugar de porquería y nunca tendría que haber vuelto, dijo Celina, unos segundos después de detenernos en el semáforo del Centro, cerca de la plaza de Valle Hermoso. Lo dice siempre que está enojada. Esa frase o algo más o menos parecido. A veces con algún insulto entre dientes, insultos en español, de esos que se escuchan en las películas, que para nosotros suenan tan raros. Los insultos son lo que más se le ha pegado de sus años allá…. Lo de la porquería que es Valle Hermoso lo dice desde que volvió de Barcelona y empezamos a vernos…” 
(Fragmento de “La vertiente”)
 
Marta Svorcan 
Nació en Córdoba en 1959. En los 80 publicó varios poemarios en ediciones artesanales (“Trenes”, “Oh blood Oh blood”, “Vidrio y alcohol”) y en 1999 “Azoteas” (Ediciones Foja Cero). En 2011 participó de la antología “Once Titular” (Llanto de Mudo) junto a diez poetas de todo el país y en 2013 publicó “Suburbio” por el mismo sello editorial. Sus poemas han aparecido en revistas, diarios y fanzines. Es maestra de escuela primaria.
 
ella le dijo que le gustaban los bares donde poder mirar por la ventana sin importar qué se ve. poder imaginar o mirar, sin hacer preguntas y sobre todo sin intentos de respuestas.
ella le dijo que le gustaban los bares donde la gente va sola y no desea resolver nada acerca de su vida.
ella le dijo que le gustan los bares donde la gente se sienta y pide el vino y la soda en una intimidad desgarrante.
ella le dijo que le gustaban los bares donde poder estremecerse de risa y besar a sus hombres. luego le sonrió y le tomó las manos.
(Poema de “Suburbio”)
 

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