El reloj marca las nueve y media y las bocinas rompen con la tranquilidad característica de Ticino. La noche se hace noche y el grito de “dale campeón” se siente en cada rincón ticinense.
No es para menos. Atlético acaba de obtener la gloria máxima que cualquier equipo, de nuestro fútbol doméstico, puede lograr y sus hinchas así lo hacen saber.
El conjunto albirrojo obtuvo su segunda estrella de campeón y todos quieren formar parte de este día histórico, que quedará en la memoria, como aquel enero de 2005, cuando el equipo dirigido por Rafael Vázquez era monarca por primera vez de la Liga Villamariense de Fútbol.
El pitazo final de Julio Fernández marca el inicio de los festejos, la locura, las lágrimas, la alegría y mucho más. Germán Vicario rompe en llanto con todo su cuerpo técnico, junto a Emanuel Coria. Unos metros más allá, un hincha se lleva el trofeo preciado que significa la camiseta número diez de Ayrton Páez, acaso el mejor del campeón. Saliendo del área, se lo ve al portero Emiliano Rodríguez con los ojos llenos de lágrimas, mirando al cielo, dedicándole el título a esa estrella que lo acompaña desde hace cinco días en lo más alto, y así todos los protagonistas del albirrojo, junto a sus familiares y amigos, gritando a más no poder.
Mientras tanto, la otra cara de la moneda también se mezcla entre los festejos ticinenses. Porque cada uno de los integrantes de Rivadavia, a pesar de la tristeza, con mucha entereza, se acercan a saludar a los campeones, demostrando que se puede “saber perder”.
Pero los festejos recién inician, porque tras la vuelta olímpica, la caravana del Atlético deja la cancha y continúa con el grito alocado dentro de la pileta de natación del club. Allí no se salva nadie, jugadores, cuerpo técnico y dirigentes, terminan en el agua, que a esa altura de la noche es “agua bendita” y poco importa si se terminan mojando. Además, hay tiempo para dedicar algún cántico a su clásico rival de La Palestina. ¡Cómo iba a faltar!
Y ahí está Ticino campeón. El que se hizo fuerte de local, perdiendo sólo un cotejo (ante Alumni). El equipo que supo mezclar gente de experiencia, como los Andrada, Bianchi, Savino, Piovano y Damiani, junto a los pibes desfachatados y atrevidos que encabezan los Páez, Coria, Manzanares, Carranza y compañía. Todos ellos, bajo las alas de un trabajador obsesivo como lo es este Vicario DT.
La plaza General San Martín sigue “encendida” con el grito de “dale campeón”, los jugadores perdidos entre los fanáticos, arriba de un acoplado que recorre cada barrio de la localidad, gozando por el título del Clausura, con toda la emoción a flor de piel. La caravana se hace cada vez más larga, nadie se quiere perder esto, nadie quiere parar y no es para menos, por eso los festejos seguirán toda la noche y terminarán de madrugada, porque su Atlético acaba de tocar el cielo con las manos, su Atlético alcanzó la gloria, esa gloria que ayer fue roja y blanca.