Sacarse las amígdalas en la etapa adulta no es una decisión fácil.
Aparentemente, dos "pelotas" de tejidos inherentes a todo ser humano.
Son las amígdalas, esas protuberancias en nuestra garganta que originalmente están ahí como parte del sistema linfático, pero que cuando se enferman pueden inhabilitarnos completamente por un par de días y si el problema persiste es necesario cortar por lo sano, literalmente, y extraerlas.
La principal razón para extirpar las amígdalas en adultos es lo que los médicos llaman la "amigdalitis bacteriana recurrente" o crónica.
Y para decidir realizar la operación, tanto el Sistema de Salud Público británico (NHS, según sus siglas en inglés) como la Asociación de Otorrinolaringología de EE.UU., en cuyas directrices se basan varios sistemas médicos latinoamericanos, coinciden en la indicación.
Luego de que un paciente adulto presente cinco de estas amigdalitis crónicas en un año por al menos dos años seguidos o siete severas en un año, lo mejor es sacarlas.
Pero cualquiera que esté en el dilema de extirpar o no extirpar ha escuchado distintas opiniones o advertencias de la sabiduría popular: que es peligroso sacarlas porque son nuestra primera barrera defensiva, que contraerá más enfermedades respiratorias si extrae sus amígdalas, que es mejor sacarlas cuando niños que ya adultos y que, si se las sacan, lo mejor es comer helado.
La BBC le pidió a dos especialistas, uno latinoamericano y uno británico, desmitificar la operación. Estos son sus comentarios.
1. Primera barrera de defensa.
A menudo escuchamos que las amígdalas son "nuestra primera barrera" ante potenciales enfermedades respiratorias. Pero, ¿realmente lo son?
"Para nada", responde tajante Alasdair Mace, especialista del departamento de Oído, Nariz y Garganta de la Fundación Médica del Imperial College de Londres, Reino Unido, refiriéndose al rol que cumplen la amígdalas en los adultos.
"Las amígdalas son importantes para el desarrollo del sistema inmunológico y de anticuerpos en los niños. Después de los 6 o 7 años las amígdalas no cumplen ninguna función", explica.
"Está comprobado que no hay ningún cambio en el sistema inmunológico luego de sacarlas en adultos".
Sin embargo, no hay consenso universal en este tema.
"Las amígdalas sí son parte del sistema de defensa del árbol respiratorio", asegura Rodrigo Iñiguez Cuadra, del departamento de Otorrinolaringología de la Red de Salud de la Universidad Católica de Chile.
El médico explica que dentro de la boca y la faringe se encuentra el denominado anillo de Waldeyer, compuesto de "una serie de estaciones de relevo donde las células de la inmunidad se van capacitando para ganar en defensa", explica.
"Las amígdalas son tejidos linfáticos y hay estudios que demuestran que en su interior existen células de inmunidad", dice el médico.
Sin embargo, tampoco es que sean una gran barrera de defensa, ya que "hay otras estaciones que remplazan esta función" si las amígdalas son extirpadas.
2. Es mejor sacarse las amígdalas cuando niño que ya adultos.
En general, las razones para extirpar las amígdalas en niños son distintas a las de los adultos.
Lo más común en adultos es extirpar las amígdalas por la repetición de cuadros de amigdalitis, mientras que en los niños la principal razón para sacarlas es la apnea de sueño, ronquidos o dificultades para respirar.
Y, a grandes rasgos, no hay mayor diferencia en la cicatrización de la herida.
"En general, se demora lo mismo en que se cure la herida operatoria", explica Iñiguez.
Sin embargo, a los adultos "les duele un poco más" el proceso posoperatorio.
"Definitivamente pareciera que es más doloroso para los adultos", coincide Mace.
"Los niños por alguna razón parecen recuperarse bastante rápido, pero los adultos sufren más dolor posoperatorio y les lleva más tiempo recuperarse", explica el profesional de Imperial College.
3. Sacarse las amígdalas nos hace más propensos a contraer otras enfermedades respiratorias, como faringitis.
En este punto la respuesta es clara y unánime: completamente mito.
"Existen algunos trabajos que mencionan que las personas que no tienen amígdalas tienen la misma chance de contraer infecciones respiratorias (que las que tienen)", asegura Iñiguez.
"No hay ningún aumento del riesgo de contraer infecciones u otros problemas por extirpar las amígdalas", coincide Mace.
Lo que sí puede ocurrir es un cambio molecular a nivel de mediadores del sistema inmunológico, explica el doctor chileno, ya que la extirpación puede causar un déficit de inmunoglobulina A.
La inmunoglobulina A es un anticuerpo predominante en las secreciones seromucosas, respiratorias, gastrointestinales y genitourinarias que actúa como defensa inicial contra los patógenos invasores, antes de que penetren en el plasma.
Sin embargo, "es una molécula que se puede suplir con el consumo de lácteos", comenta el médico.
4. Comer helado sirve para aliviar el proceso posoperatorio.
Cualquier niño que haya sido sometido a una amigdalectomía ha recibido un sabroso consuelo: toneladas de helados. Pero, ¿es útil realmente?
Según Iñiguez, la consistencia del helado lo hace un elemento apto para que el paciente se alimente en el posquirúrgico, ya que no le raspa las heridas que produce la cirugía.
"Por estar frío evita que se produzca la vasodilatación y evita el riesgo de sangrado", comenta el doctor. Sin embargo, advierte que no tiene poderes analgésicos.
En Reino Unido la política es completamente distinta.
"Ha habido un cambio. Cuando yo estaba estudiando solíamos darle a los pacientes helado y jalea luego de una amigdalotomía, pero ahora nos dimos cuenta de que es muy importante que tengan una dieta normal", advierte Mace.
"Comer y pasar alimentos sólidos a través de la parte trasera de la garganta limpia la costra y ayuda a una mejor cicatrización".
¿Doloroso?
"También ayuda con el dolor, ya que mantiene los músculos trabajando, así no se atrofian y duelen".
5. Cirugía corta e inofensiva.
Aunque una amigdalectomía normalmente -y sin complicaciones- no debiera durar más de un par de horas, el proceso posoperatorio toma un poco más.
En general, al paciente se le recomienda reposo entre 10 y 20 días después de la operación.
"En siete o 10 días las heridas quirúrgicas están bastante sanas y, aunque existe riesgo de sangrar los primeros 15 días, ya a las dos semanas podría decir que el paciente está bastante bien", explica Iñiguez.
Precisamente, el sangramiento es el gran riesgo de este tipo de operación.
"El principal riesgo es la hemorragia. Ocasionalmente esta puede ocurrir en las primeras horas después de la cirugía, pero más comúnmente ocurre después de una semana o 10 días".
Por lo mismo, es importante entender que la operación no es para todos.
"Somos cautelosos a la hora de no precipitarnos en sacarles las amígdalas a todos desde el primer momento, porque sí hay riesgos. Y, ocasionalmente, aunque es raro, riesgos serios", advierte Mace.
Fuente: BBC, Londres