Un camino de agua
A comienzos de la última década del Siglo XIX, el ingeniero Luis Huergo elaboró un proyecto cuya realización pudo haber incidido profundamente en el desarrollo de Villa María, la región que cuenta a esta ciudad como epicentro y, podemos decir también, en la evolución de las economías regionales de una importante zona del país. El “Canal Huergo” habría dotado a Villa María de un puerto fluvial, por el cual embarcar la producción de una amplia zona hacia destinos de exportación y una vía comunicacional alternativa entre Córdoba y Buenos Aires.
Desde los tiempos en que los europeos comenzaron a transitar esta región, el Ctalamochita despertó expectativas como una potencial vía de comunicación y transporte fluvial. Eran épocas en que la gran dificultad para el desarrollo económico y social radicaba, justamente, en la lentitud del transporte de mercaderías y personas, además del peligro que permanentemente acechaba a quienes circulaban por territorio aún sensible a las reivindicaciones indígenas. Si bien se trataba de una zona de llanura, la vegetación y las grandes distancias constituían serios inconvenientes para los desplazamientos entre los núcleos poblacionales.
Ya en 1787, el marqués de Sobremonte, gobernador intendente de Córdoba, planteaba la importancia que tendría la navegabilidad del río desde el Paso de Ferreira hasta el Paraná y manifestaba tener conocimiento de que en otras épocas había sido navegado. Al plantear esta inquietud, Sobremonte puso acento justamente en la posibilidad de transportar los frutos de la tierra por agua hasta Buenos Aires, sorteando las acechanzas de los aborígenes. Por aquellos días, el río tenía un flujo de agua superior al que conocemos en la actualidad y otras dimensiones su lecho.
El deán visionario
Villa Nueva todavía no había nacido como pueblo a la luz del país cuando, en 1810, el deán Gregorio Funes pasa por estas tierras rumbo a Buenos Aires para asumir como diputado por Córdoba en la Primera Junta Provisional de Gobierno. En la larga travesía, el religioso observó con ojo inquieto todo lo que se le presentaba a su paso y percibió las posibilidades comunicacionales del Ctalamochita, que vadeó justamente en el Paso de Ferreira. Además, al pasar por Fraile Muerto alguien le comentó que alguna vez había llegado hasta ese lugar una embarcación cargada de tabaco proveniente de Corrientes. El deán Funes, inmediatamente después de asumir en la Junta la representación por Córdoba, presentó un proyecto sobre la exploración del río Tercero con el propósito de lograr su navegabilidad, esgrimiendo argumentos tan convincentes que de inmediato consiguió el apoyo unánime del cuerpo gubernativo.
El proyecto del religioso cobró altura y hasta la Gaceta de Buenos Aires, dirigida por Mariano Moreno, se hizo eco del mismo. Aprobada por la Junta la iniciativa de Funes, se designó a un experimentado navegante de ríos para que hiciera un relevamiento del río Tercero. Es entonces que el capitán José de la Peña realiza -en 1811- el primer estudio topográfico del Ctalamochita. Lo hace remontando el Carcarañá, para luego entrar en el entonces llamado río Tercero y llegar hasta el Paso de Ferreira.
Los primeros estudios
No fue en época propicia la incursión del capitán, ya que la hizo en el mes de enero, tiempo de crecientes, con las dificultades que esto significaba para la navegación. Asimismo, José de la Peña trazó un minucioso plano en el que indicó cada una de las dificultades que presentaba el río para su navegación y postergó la continuidad de los estudios para mediados de otoño. El hombre consideró que había que esperar la bajante del río para quitar los escollos que significaban las toscas y algunos salientes de tierra. Llegado el momento, se dispuso a cumplir con su cometido, pero tuvo que desistir ante la imposibilidad de conseguir en las zonas ribereñas hombres dispuestos a trabajar en semejante empresa. El capitán manifestaría luego que no había entrado en sus cálculos “que la ociosidad y la holgazanería hubiesen corrompido del tal modo a los habitantes de aquellos pagos”.
No obstante, José de la Peña programó para el año siguiente el inicio de los trabajos, pero el proyecto del deán Gregorio Funes quedó en la nada por el curso que tomaron los acontecimientos políticos del país.
A tres años de la inquietud del deán, Pedro Andrés García reavivó el tema en una propuesta que le hizo al Gobierno sobre la navegabilidad de ríos de la cuenca del Plata. García realizó un pormenorizado informe sobre los beneficios que traería a las economías regionales la posibilidad de transportar mercaderías surcando las aguas del Bermejo, el Pilcomayo, el Uruguay y el Tercero, río, este último, que el inquieto hombre dice que ha sido navegado en pequeños buques desde el Paraná hasta el Paso de Ferreira.
Pedro García adjunta al escrito la estrategia a seguir para lograr la navegabilidad del río Tercero; prácticamente basada en el dragado de algunos tramos del cauce con un pontón construido para tal fin. Además, García presenta al Gobierno el presupuesto requerido para ejecutar la obra, pero, por segunda vez, todo queda en la nada.
(Fin de la primera parte)
Rubén Rüedi