Así era este señor, don Jacinto Ortín, uno de los hacedores de la historia de nuestro pueblo.
De perfil bajo, pocas palabras, introvertido y sencillo. Un grande porque fue generoso, solidario y humilde de corazón. Hoy Dios debe observarlo compartiendo una mesa de bar con “Pablito”, Ernesto, Arístides, Sixtito, “el Flaco” Baudino y tantos amigos como él, que fueron dejando huellas profundas.
Por eso un grande nunca muere, porque deja mucho para ser recordado.
Ana Ida Mercado