Esta es la tercera y última parte del trabajo. En ella intento esgrimir una serie de reflexiones y conclusiones finales acerca de la temática abordada. También es mi intención complementar las dos partes escritas y publicadas anteriormente, que quizás no estén vinculadas al tema en sí pero si están relacionadas con el método de su abordaje. Estas líneas no sugieren darle una clausura definitiva al asunto. Al contrario, sugieren abrir la discusión, estimular la reflexión, y que entre todos, contribuyamos a socializarlas, a redistribuirlas, a contagiarnos y a empaparnos en ellas. Porque ningún tema debe reposar en la sacralización y develarse como aquello “verdadero” e irrebatible que no puede discutirse, discernirse y repensarse.
Toda “verdad” merece cuanto menos ser discutida, cuestionada, juzgada por la razón. Se trata de la duda metódica cartesiana consiente como principio de todo conocimiento humano y es la base de toda postura humanista.
El texto en todas sus partes lleva el título de “Perspectivas de un enfoque humanista sobre el aborto.” Alguno puede mal interpretar el concepto “humanista” porque por “humanismo” suele asumirse como una serie o conjunto de preceptos morales. En la primera parte de este trabajo rechacé establecer “imperativos categóricos” (máximas morales).
El motivo es que no me considero un formalista kantiano de la moral. La moral del maestro de Kocinberg, Immanuel Kant, concede prioridad a la forma y la forma es el fin moral universal. Yo invierto bastante la cuestión, por el contrario a Kant, el fin moral universal es la forma y en tanto el fin se logre es que resulta correcta la forma y una forma moral que no contribuya a lograr el fin, pues resulta “inmoral”. El concepto de Moral Cristiana, o por lo menos aquel que emana del conservadurismo eclesiástico, se refiere a la búsqueda constante por parte del creyente para vivir el estilo de vida de Jesús. Y la verdad es que prefiero ser un profano pecador que quizás no se preocupa tanto “en vivir el estilo de vida de Jesús” pero si de contribuir a lograr cuanto menos una sociedad humana de iguales similar a la que él predicaba por lo que mi estilo de vida estará esencialmente eyectado hacia eso.
Quizás por ello es que el abordaje que hago de la cuestión abortiva no deviene desde una cosmovisión feminista pero sí humanista. Es el ser humano, hombre y mujer, el que está y vive oprimido/a por infinidad de razones. Seré categórico y diré que no habrá emancipación femenina en tanto no haya emancipación humana. Alguno podrá argüir que al momento histórico de surgir el patriarcado los seres humanos no estaban oprimidos, pero lo correcto es que eso no es del todo cierto.
En aquella etapa prehistórica puede que el ser humano no estuviera oprimido por sus semejantes, pero sí por la propia naturaleza, dada la precariedad de la efectividad de los medios y modos de subsistencia respecto a esta, lo que llevó a la sedentarización, al origen de la propiedad privada-agrícola, y la devaluación del rol económico recolector de la mujer, y con esto, el aparecimiento de una nueva serie de contradicciones, sociales, económicas, y en este caso, de género.
El desarrollo gradual e histórico de las mismas nos ha llevado a la cuestión del aborto y discutir su legalización. Los fundamentos causales que he planteado han sido tres: 1) El patriarcado como causa estructural y sistema de vida en el que la mujer pierde su autonomía y con ello la oportunidad de realizarse como proyecto de vida en devenir para ser concebida como objeto de vida en devenir. 2) La desigualdad social que impide que el ser humano pueda desplegar su vida en igualdad de condiciones con sus pares en tanto transcurre y en relación con el mundo circundante y las oportunidades que éste presenta. Y 3) El sistema de vida capitalista-mercado que impone culturalmente un arquetipo de “éxito” al que debe necesariamente aspirarse incluso al margen de y por sobre los otros como en una carrera de lobos interminable. Mientras estos tres factores antes mencionados perduren también perduraran los embarazos no deseados y consiguientemente con ellos, la efectuación de abortos, y serán realizados en condiciones clandestinas donde estos estén prohibidos.
Quien sugiere que es posible suprimir el aborto sin suprimir sus causas es irracional. Miles de mujeres perdieron ya sus vidas en abortos clandestinos y muchas otras miles la perderán mientras el aborto continúe considerándose jurídicamente prohibido. No obstante dichos factores, al margen de que constituyan una adversidad a la hora de un embarazo, pueden enfrentarse. El ser humano, a pesar de las condiciones coercitivas y opresivas que sobre él se imponen, es libre por condición, y es libre porque puede elegir luchar contra ellas.
Está claro que interrumpir un embarazo no es propio de una sociedad ideal. Pero tampoco son propios de una sociedad ideal los factores causantes de tal cosa, el patriarcado, el machismo y la inequidad social, y mucho menos lo son las muertes de miles de mujeres en abortos clandestinos. Lo cierto es que esto último quizás pueda evitarse en una solución relativamente inmediata, la legalización del aborto, y lo otro, requiere de un proceso sociocultural y económico a nivel mundo y ciertamente prolongado. Y el aborto legal, seguro y gratuito, no es el fin, sino una parte, de ese proceso. De lo inmediato a lo mediato. Un mundo mejor es posible.
Enesto Bertoglio
