El domingo 17 de noviembre del año pasado se conmemoró el Día Mundial de las Víctimas de los Accidentes de Tránsito.
El domingo 17 de noviembre del año pasado tres motociclistas sufrieron severas heridas en igual número de siniestros ocurridos, uno, en Villa Nueva, y, los restantes, en Villa María, de acuerdo a lo publicado por EL DIARIO al día siguiente.
Pero esa jornada tuvo mucho que ver con el problema que se investiga toda vez que fue entonces cuando se conmemoró el Día Mundial de las Víctimas de los Accidentes de Tránsito.
Por esta razón y, sobre todo, porque realiza planteos esencialmente humanos, transcribimos el mensaje dado a conocer en aquella ocasión por la directora de Investigación y Educación Vial de la asociación civil “Luchemos por la Vida”, licenciada María Cristina Isoba.
“Un siniestro grave de tránsito equivale a una explosión en la vida de sus víctimas. A algunas les cuesta la vida. A muchas más, les afecta la salud y les lega discapacidades permanentes.
En los países con buenas estadísticas todas ellas se encuentran, al menos, registradas numéricamente.
Por supuesto que nada dicen, aunque se las reconozca con nombre y apellido, de quiénes eran, ni cómo eran, ni qué hacían hasta que un hecho imprevisto y evitable les cambió o cercenó sus vidas.
Pero nadie tiene en cuenta, que la onda expansiva de esta explosión afecta, muchísimo, a los seres más cercanos a las víctimas directas.
Para los padres, los hijos, los hermanos, los esposos, los novios y todos aquellos que más los aman, la vida nunca vuelve a ser lo que fue. La tragedia les roba sus afectos más caros, sus sueños en común, sus expectativas de futuro.
¿Qué padre no sueña con ver a su hijo, crecido, feliz, realizado y amado? ¿Qué hijo no descuenta que su padre o madre lo acompañarán por mucho tiempo? ¿Cuántos proyectos comunes se frustran, cuánta soledad genera la abrupta partida del ser amado?
Para muchos de los seres queridos el dolor los sume en la oscuridad de la pena, la incredulidad, la bronca, la impotencia.... Secundariamente, pero no menos importante, muchas veces, los sumerge en una crisis económica al perder el sustento que las víctimas proveían, o tener que sostener enormes gastos para la atención de los que sobrevivieron.... discapacitados.
Entonces, muchas veces las familias enferman. Sus integrantes comienzan a padecer diferentes trastornos físicos y psicológicos que afectan aún más su cotidianeidad y su convivencia. Los daños pueden llegar a quebrar a las parejas. A provocar trastornos de conducta o aprendizaje en los niños o adolescentes. El insomnio, los trastornos cardíacos, psicosomáticos, la angustia y la depresión son algunas de sus consecuencias.En esta conmemoración, queremos recordar también a las miles de personas que nunca se cuentan entre las víctimas de tránsito, a sus familiares y seres queridos, que son muchísimas más que las que se ven en el lugar del siniestro.
Todos los esfuerzos que se hagan para evitar estas tragedias lo valen. En cada vida que se va, hay muchas más dañadas para siempre”.