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26 de Enero de 2014
CARLOS MARTIN
El hombre que hablaba con el pasado a través de las medallas
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Carlos Martín

 

En más de medio siglo de coleccionismo, el reconocido numismático local lleva reseñadas más de 300 preseas villamarienses. Desde las ferroviarias del Siglo XIX con la inauguración de ramales hasta las exposiciones de la Rural del Siglo XX y las primeras piezas del tercer milenio como la consagrada a la Medioteca. Así, a través de esas piezas de oro y de plata, de bronce y de cobre, don Carlos ha reconstruido la historia de una ciudad acuñada en metal contra el óxido del olvido
 
 
Asimple vista parece un título de ciencia ficción, pero mientras dure esta charla, don Carlos no dejará de decir frases tales como: “Cuando uno le pregunta a una medalla ella nos responde que”; o “consultando con esta pieza nos venimos a enterar de”. Entonces he pensado que, más allá del guiño a la ciencia ficción, un historiador es siempre un viajero del tiempo. Sólo que no necesita de naves o artefactos y viaja con lo que tiene a mano, es decir con “documentos”. Y la película fantástica que se hace (la reconstrucción del pasado) no tiene lugar en la “realidad” sino en su imaginación, en ese filme de ficción “basado en hechos reales”. Pero si el historiador en cuestión, además es autoridad nacional en numismática, eso quiere decir que puede hablar con las medallas. Y eso lo convierte en un ser extraordinario como el rey Edipo, que podía hablar con seres mitológicos. Edipo develaba acertijos de cara al futuro mientras don Carlos devela misterios de espaldas al pasado. El rey Edipo hablaba en griego con la Esfinge de Tebas mientras que don Carlos charla en el idioma de las inscripciones con efigies criollas. Y es gracias a estas “conversaciones privadas” que el hombre puede decir “a ciencia cierta” que la casona del actual Archivo Histórico en la que trabaja (Alighieri y Cárcano) “es de 1908 y no de 1912 como se dice por ahí. Te lo digo de buena fuente porque la primera medalla que tengo de una exposición es de 1908. Y la primera Rural funcionó ahí”. Es algo de lo que sólo él se ha dado cuenta. Y por eso es que la colección de don Carlos no se reduce a un mero tesoro de piezas metálicas. Lo que guarda en sus cofres y vitrinas son, ante todo, palabras pronunciadas en oro puro, fechas y efemérides gritadas en cobre a la amnesia del olvido, declaraciones del pasado acuñadas en plata 900 cuyo número en romano (CM) parecen reclamar a un traductor con idénticas iniciales.
 
Historia de una ciudad escrita de “cuño” y letra
-Con sus conocimientos de medallística se podría haber dedicado a las piezas del mundo entero, sin embargo decidió coleccionar medallas villamarienses. ¿Cuándo toma esa decisión?
-Te puedo decir el momento exacto, fue en el año 1963 con la exposición nacional que hicimos acá. Por ese entonces, la gente del Centro Filatélico y Numismático organizaba dos muestras anuales y esa vez trajimos colecciones de la Asociación Numismática Argentina (ANA), con su presidente José María González Conde, que era amigo mío. Una tarde, viajando en su auto a Pozo del Molle, él me dijo “Negro, tenés que empezar a coleccionar las medallas de Villa María”. Y yo le dije “pero José, dejáte de joder ¡Cuando tenga cinco o seis las tengo a todas! ¿Qué medallas va a haber acá si no las de algún campeonato de fútbol?” Pero el tiempo le terminó dando la razón a José María…
-¿Cómo es esto?
-Ese día en el auto, me dijo: “¿Cinco o seis y las tenés a todas? ¿Vos estás seguro? ¿Cuántas colectividades tiene Villa María?” Le contesté que toda la ciudad estaba armada sobre la española y la italiana. Y me dijo “entonces ahí tenés muchas más medallas, más de las que te imaginás”. Me tomé a pecho el desafío y empecé. Yo tenía sólo dos piezas de romerías organizadas por la Asociación Española, pero cuando empecé a indagar en las casas de Buenos Aires, se me abrió un mundo inagotable. 
-¿Consiguió más medallas de Villa María en Buenos Aires?
-Totalmente. De mis primeras cien medallas, a ochenta por lo menos las traje de allá. Por ese entonces yo trabajaba en la Junta Nacional de Granos y viajaba a Buenos Aires seguido. Así que terminaba rápido mis trámites y me iba derecho a Casa Pardo, una de las mejores del país. A don Francisco Pardo me lo había presentado el mismo González Conde. “El muchacho se va a dedicar a las medallas de Villa María, así que se lo encargo”, le había dicho a don Francisco. Y como yo venía recomendado, el hombre me daba las tinajas repletas de monedas y medallas sin clasificar. “Busque tranquilo, muchacho”, me decía. Allá aparecieron las primeras de la Sociedad Rural, medallas de los años ´30 y ´40, de un diseño hermoso. Yo me quemaba todos los viáticos comprando medallas y siempre me volvía seco. Lo bien que hice…
-¿Las medallas cordobesas no tenían mucho valor para los porteños?
-¡Ningún valor! Pero bastaba que lo tuviera para uno y ellos te cobraban más caro.
-O sea que había muchas más de cinco o seis medallas villamarienses…
-Llevo registradas más de 300 y sospecho que aún hay bastantes más. Los primeros años conseguí más de cien y con esa colección publiqué mi libro “Villa María en la medalla”, en el año 2001. Pero luego las dupliqué. 
-También tiene piezas “ciegas”…
-Sí, unas 200 sin inscripciones pero las guardo igual. Las conseguí con leyendas orales. Me decían “a ésta la ganó mi tío en un campeonato relámpago en Alumni”; o “a ésta se la dieron a mi abuelo en el colegio tal y tal”. Sin inscripción, las medallas no me sirven de mucho como historiador. 
-Consiguió 100 medallas locales en 40 años, y luego 200 más en los últimos 12 años ¿Cuándo se empieza a expandir su colección?
-Cuando empezaron a aparecer las medallas del ferrocarril y de la Sociedad Rural, que no las tenía hasta entonces. No sé si sabés, pero en Villa María nacieron varias líneas ferroviarias, como el tren “Andino” que va por Arroyo Cabral hasta San Luis, el “Pacífico” que pasaba por el Puente Negro y llegaba hasta el sur de Mendoza y de ahí al océano, el de “Las Rosas” que iba a Santa Fe cuando Rosario no podía recibir el cereal, el “Francés”, de trocha angosta del Parque Pereyra y Domínguez. Y todos esos ramales imprimieron medallas cuando se pusieron las piedras fundamentales o se iniciaron los contratos. Las monedas de la Sociedad Rural aparecen en 1908. En abril y octubre de cada año se hacían exposiciones de pedigrí. En la estancia de Cárcano estaban todas las medallas colocadas en los rellanos de las ventanas. Una vez tuve oportunidad de verlas. 
-¿Y su conocimiento de las medallas de dónde viene, don Carlos?
-De los años y de las ganas. Tuve suerte de que la gente de la ANA le abriera las puertas a un pobre tipo como era yo. Me llevaron a los anticuarios, a los museos que tenían colecciones vedadas al público, y yo los visité uno por uno. Además, hice acopio de toda la información. Con la gente de la ANA no tenía las puertas cerradas en ningún lado. Gracias a esas amistades, en el ´74 trajimos a Villa María la colección privada de la Casa de la Moneda de la Nación. Ahí estaban, por ejemplo, los cuños originales de los primeros “argentinos de oro” diseñadas por Eugène-André Oudiné, un escultor francés. Esas monedas impresas entre 1871 y 1896 fueron nuestras primeras monedas de gran valor.
 
Villa Nueva y su medalla fantasma 
-No sólo colecciona medallas sino que también asesora en sus diseños, como con la última pieza de la Medioteca…
-Y no sólo con la Medioteca. En el año 1952 cuando la Sociedad Italiana de Villa María cumplió 75 años, me consultaron y yo les aconsejé que reimprimieran la primera medalla pero con otra leyenda. Cuando fuimos a Rosario a la casa Piana, todavía conservaban el cuño original y nos fue fácil hacerla. También el ingeniero Piana dibujó a mi pedido la medalla del centenario de Villa María. Cuando fuimos a Buenos Aires con Pocho Vargas, Pedro Rinaudo y don Rodríguez, ellos tres le dijeron a Piana “él le va a explicar todo”. Yo no sabía adónde meterme…
-¿Cuáles son las medallas que más le gustan?
-De las acuñadas en el país, la del 25 de Mayo de 1960 cuando se conmemoraron los 150 años de Argentina. Es una medalla diseñada por Luis Isabelino Aquino y representa la casa de Gobierno vista desde las arcadas del Cabildo, atrás está la vieja Pirámide de Mayo y más atrás todavía el Río de la Plata y el sol del escudo argentino saliendo. De las villamarienses la que más quiero es la del centenario de la ciudad de 1967 por todo lo que significa para nosotros. Se hicieron de oro, de plata y de cobre. 
-¿Y qué pasa con las medallas de Villa Nueva? ¿Hay o no hay, como se dice por ahí?
-Yo soy de los pocos que convenció a los villanovenses para que no digan que la única medalla que tienen es la de la inauguración de la iglesia. Esa es una mentira grande como una casa. Todas las medallas de la Asociación Mutual Española dicen “para Villa María y Villa Nueva”. Y no sólo las de las romerías. Así que a partir de ahí, empiecen a ponerlas. También debe haber de varios campeonatos de fútbol del club Alem que no se conocen ¡Y, por favor, que me consigan la medalla del famoso club “El Porvenir”, si es que existe!
-¿Cómo es eso? ¿Hay una medalla fantasma en Villa Nueva?
-Algo así. Esa medalla debería existir porque todo club que se precie tiene alguna. Pero la de El Porvenir todavía no aparece; quizás porque era un club de naipes… Pero no pierdo la esperanza y espero verla algún día. Si esperé 50 años, que me hacen 50 años más…
Y don Carlos se ríe y abre sus manos brillantes de opacos tesoros de plata y me los enseña. Cabezas de toros, la ochava del Palace Hotel, el Hospital Pasteur en bronce, la Medioteca en aleación, los viejos cobres de romerías decimonónicas en forma de escudos antiguos. Fotografío las medallas que puedo. Yo les digo medallas pero para don Carlos son mucho más. Para él son monolitos circulares grabados en bronce, pequeños monumentos en forma de discos que testimonian acontecimientos, obras de arte forjadas en hierro por los mejores grabadores del mundo, placas recordatorias acuñadas en relieve… Si un día el fuego arrasa con la memoria de la ciudad quemando papeles y libros, casas y calles, fotos y chips; si un día el fuego puede con todos los elementos de la creación menos con el metal, entonces don Carlos será el único depositario de nuestra historia, de la memoria de esa ciudad que nació a orillas del tren y sigue hablando con voz opaca a través de esas medallas que sólo él puede traducir.
 
Iván Wielikosielek

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