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26 de Enero de 2014
DESTINOS/Mar del Plata
Por Luro y más allá
Cuando nos dicen Mar del Plata, pensamos en playas atestadas de gente y colas para comer. Sin embargo, la “Feliz” también cuenta con lugares para los amantes de la tranquilidad y los fóbicos a las multitudes
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Por Feliciano Tisera   Especial para EL DIARIO
 
Esta vez te invitamos a salir de las zonas más turísticas: agarrá la avenida Luro y aventurate.
A 15 cuadras de la playa, te vas a encontrar con la plaza Dardo Rocha. ¿Qué tiene de particular este lugar? Es una de las típicas explanadas de la provincia de Buenos Aires, que suelen ocupar cuatro manzanas (y no una, como generalmente sucede en Córdoba): tienen 16 esquinas.
Su nombre no es muy original: varias ciudades bonaerenses cuentan con una plaza del mismo nombre: La Plata, Necochea, Pehuajó. Y es que el bueno de Dardo Rocha fue el fundador de las citadas urbes (entre otras), además de ser impulsor y primer rector de la Universidad Provincial de La Plata, que pocos años después se convertiría en Universidad Nacional. En sus cuatro manzanas, la plaza tiene una estatua de Belgrano, otra de Sarmiento, un busto de Eva Duarte y una fuente con motivos mitológicos marinos. 
Pero si vas los sábados y domingos, de 10 a 18, vas a encontrar su tradicional Mercado de Pulgas y Feria de Antigüedades. Si te gustan las chucherías o sos un poco nostálgico, te va a encantar: podés encontrar desde teléfonos de la antigua Empresa Nacional de Telecomunicaciones (ENTEL) - algunos intervenidos artísticamente- hasta viejas maquinitas de afeitar con sus cuchillas originales, pasando por los ochentosísimos muñequitos de He-Man o increíbles botellitas de Bidú Cola. En sus adyacencias, tenés opciones gastronómicas a precios mucho más razonables que los de la zona de playa (que esta temporada se han ido por las nubes)
 
Laguna de los Padres
Después de darte una vuelta por el Mercado de Pulgas  (sólo fines de semana), volvé al auto y seguí por Luro: manejá, manejá, manejá, hasta que a unos 15 kilómetros  (con esa arteria ya convertida en la ruta provincial 226), vas a comenzar a ver carteles que ye indican la entrada a la Reserva Natural Laguna de los Padres.
La laguna pertenece a la localidad de Sierra de los Padres, en el partido de General Pueyrredón, el mismo al que pertenece Mar del Plata (mientras los cordobeses dividimos a nuestra provincia en departamentos, los bonaerenses la dividen en partidos). Es una reserva natural de casi 700 hectáreas, la mitad de ellas correspondiente a la laguna, que recién fue declarada como área protegida provincial en 2010.
En la laguna, hasta hace relativamente poco, la fauna era permanentemente objeto de actividades ilícitas como la pesca y la caza furtivas, pero desde el año pasado se ha reforzado la vigilancia y se han dispuesto multas para los infractores. 
Está concebida para proteger la fauna autóctona y está prohibido bañarse en ella, así que si tenés ganas de practicar natación, quedate en el mar. Lo que sí podés hacer es tomar unos mates contemplando la gran variedad de aves que se pueden hallar, entre las que se encuentran el cisne de cuello negro, la gallareta, las garzas o los patos. Entre los mamíferos, podemos encontrar carpinchos y nutrias. También hay asadores.
Hay una zona híper protegida, a la que se prohíbe el acceso, denominada “el curral”: ahí están los curros, arbustos de hasta tres metros de alto que son parte fundamental del ecosistema y que sólo se encuentran, además de en la Laguna de los Padres, en la cercana sierra de Tandilia y en algunos lugares serranos de Uruguay.
Pero el predio también tiene atractivos históricos. Resulta que a fines del Siglo XVIII se estableció a la vera de la laguna una misión jesuítica que dejó documentados los usos y costumbres de los aborígenes que dominaban la zona, que parece que eran los puelches. Los jesuitas estuvieron allí instalados durante cinco años, hasta que el cacique Cangopol, que era muy ciclotímico, los sacó carpiendo. El edificio original que construyeron los jesuitas fue destruido, pero hay una réplica que se puede visitar.
No sólo eso: allí también van a encontrar el Museo José Hernández, dedicado a la cultura gaucha, ubicado en el casco viejo de la estancia, en donde uno de los escritores más grandes del Siglo XIX vivió nueve años durante su juventud y donde, según dicen que escribió su hermano, “se hizo gaucho”.
Que lo disfrutes.

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