Enrique Aiello tiene 15 años y se prepara para posar en la foto familiar que exige la tía coqueta de la familia.

Estamos en 1975 y el registro de una imagen no remite a la instantaneidad volátil de una red social sino que se comprende como testimonio cabal para la posteridad. 

Estamos a mediados de los setenta, decíamos, y “Cachito” se empilcha con una camisa a cuadros, se corre prolijamente el pelo ondulado hacia la derecha y deja petrificados sus ojos hacia la cámara de la casa fotográfica, con toda esa mezcla de impetuosa seriedad e inocencia latente que puede atesorar un pibe de quince.

Esa mirada sostenida esconde algo: un nuevo lenguaje sonoro y visual ha revelado sus sentidos de forma que todavía no puede asimilar, pero como a tantos miles de jóvenes en aquellos años, le significará el pase a un colectivo reducido pero altamente creativo y movilizador que se englobará en la cultura del rock nacional. 

Aiello, mientras camina por las calles de Villa María aferrando bien cerca de su pecho el disco doble de “Adiós Sui Generis” (que le había regalado su padre ese año junto a un Winco), saluda como a espías encubiertos, a aquellos pares que identifica sólo por su cabellera larga o su ropa con atisbos de psicodelia.

Más luego se quedará maravillado con una revista que eterniza como héroes de una generación a dos muchachitos ingleses que tienen una banda llamada Led Zeppellin: Jimmy Page con su característico traje blanco y la Les Paul colgada y Robert Plant, con su “lana” rubia al viento. “Tengo que conocer quiénes son”, se dice para sus adentros. Horas después, se cruzará al balcón de la casa de un amigo a deleitarse con Los Beatles o se instalará en la morada de Mark Young (quien había llegado a la ciudad junto a su padre que era pastor evangélico, desde Seatle), a sacar de “oreja” durante horas los temas del ídolo compartido: David Lebón.

A años luz de Google, el joven absorberá conocimientos musicales en base a discos prestados, observaciones precisas en músicos más avezados de la ciudad como “el Gordo” Cabral o en las publicaciones del género que llegan por estos lares. Con toneladas de escuchas a cuestas, un lustro más tarde canturreará un lado entero del disco “La grasa de las capitales”, de Serú Girán, desde su casa, en la esquina de México y San Juan, hasta Burmeister Lamberghini (hoy Tarjeta Naranja) o a “centrear” alrededor de la plaza Centenario. Portar esos códigos de rock -dirá a EL DIARIO- “era sentirse campeón del mundo”.

 

Tras la muerte de “el Flaco”

 

Habían pasado apenas unos días de febrero de 2012, y Enrique “Cacho” Aiello se encierra en la sala-estudio de su casa a sobrellevar un duelo interno: se acababa de morir Luis Alberto Spinetta.

“¿Viste cuándo creés que hay gente que no puede morirse? Eso me pasó con Luis, como me podría pasar con Charly. Toda mi vida está ligada a ellos”, recordó. En ese trance, comenzó a recobrar viejas piezas de “el Flaco”, como “Maribel se durmió”. De a poco, y con cuidadoso respeto, fue pasando su versión a Juan Carlos Ingaramo (ex-Músicos del Centro), y a colegas exmúsicos de Spinetta, como el tecladista Claudio Cardone y el batero Jota Morelli. Como recibió la bendecida aprobación, subió su tema-homenaje a Internet para luego retirarlo. 

Por esos días, recibe la propuesta de reversionar “Sólo se trata de vivir”, de Litto Nebbia, para un programa televisivo. Mediante un correo le pide permiso nada menos que “al padre del rock en español” -aunque obviando el destino final de la canción- quien le consulta si va a ser incluido en el nuevo disco del solista villamariense.

Aiello, quien estaba planeando a esa altura un álbum conceptual con obras originales, percibió una nueva veta. El artista, productor, padre de dos hijas, ex-Ramírez y músico estable de Piero comenzaba a pergeñar una placa-tributo a la vieja guardia del rock criollo, con toda la rebosante algarabía propia de un pibe de quince.

Tras bucear, deglutir “dietas” musicales y reprobar intentos de aproximaciones a distintas obras -como es su característica- el músico condensó toda aquella época gloriosa en 16 temas (divididos en la presentación con deliberada estética setentista como “Lado A” y “Lado B”).

El nombre del disco, “Pelo”, hace honor tanto a la recordada revista especializada, al musical “Hair” y a la distintiva cabellera que portara dicha generación.

Y su contenido, con hegemonía de temas de Spinetta y Charly (“el más complejo para versionar”) y un inicio “beatleano” de la infaltable “La balsa”, incluye una gama de anécdotas, lujos y personalidades a destacar. 

Cuenta de invitados a sus dos hijas, Julieta y María Andreína en coros, a su amigo de la adolescencia Mark Young (que ahora vive en Nashville, en “Dos edificios dorados”), el tecladista Claudio Cardone, a dos excompañeros en el grupo Ramírez (Gustavo Nazar, Sergio Aranda y el batero Hugo Ordanini, en “Cómo mata el viento norte”), una buena selección de músicos locales (como Pablo Cordero, los De la Rivera) y el propio Nebbia, en un tema rescatado y cedido por él de su dilatada discografía. “El tema es de 2001 y se llama ´En la quietud de la noche´. Yo le había preguntado si podía cantar en ´Sólo se trata…´ pero él prefirió pasarme este tema. Para que no quedara descolgado, me pasó una explicación de la elección que la incluí en el librito del disco”, acotó Aiello.

Además, el tema “El tiempo es veloz”, cuenta con la introducción de una antigua grabación aportada por “Cuini” Chiappero donde se lo escucha al propio “Cacho” presentar su primera canción escrita, “Recuerdos y realidades”, con el grupo Agua Potable en el club Unión.

Y el cierre del álbum (masterizado en Los Angeles) , está destinado a “Wincofón” (registrado en Sadaic, por cuestiones legales, como “Wincofonex”), un tema de su autoría que pinta aquellos años dorados, con alusiones directas a piezas del rock: “Fuimos invisibles hasta que salió el sol… fuimos invencibles cuando sonaba Artaud”, entre otras.

Juan Ramón Seia

 

El disco en el Festival de Peñas

Cabe destacar que Aiello presentará oficialmente “Pelo” en el marco del Festival de Peñas el domingo 2 de febrero junto a Gustavo Nazar en bajo, Hugo Ordanini en batería, Pablo Cordero y Diego Bravo en teclados, Alexis Verde en guitarras y Sergio Alonso y Fernando Hemadi en vientos.

 

 

LAS FOTOS

1-El cantautor junto a Litto Nebbia, quien aporta letra y voz en el álbum, en la casa del prócer del rock nacional

2-El nombre del disco, “Pelo”, hace honor tanto a la recordada revista especializada, al musical “Hair” y a la distintiva cabellera de aquella generación, indicó Aiello