La verdad es que me suena raro como pingüino en el Sahara hablar del Festival de Peñas que ya no tiene más peñas y, por lo que parece, no volverá a tenerlas porque cambió de género. Pero, hay que ser amplio porque cambia todo cambia y si cambió de género mi hermana ¿por qué no puede cambiar el Festival? En eso hay que reconocer que estamos a tono con los tiempos y que la igualdad tiene que ser igual para todos y todas. Pero la verdad es que se extrañan un poco los artistas populares y transhumantes que iban dejando zamba y chacarera con locro y vino tinto para quienes no podían - o no querían - gastar sus dinerillos en una entrada al gran coloso de la costanera. Y cierto es también que se pierde un poco del folclore peñero tan tradicional, pero para qué queremos folclore si el festival no es de folclore. O sea, que no hay más off, o para decirlo mejor, el off, amigos, es para los mosquitos y punto. Eso sí, si usted, a pesar de todo, insiste en ir a comerse un locro o unas empanadas a los patios de comida de los alrededores, podrá ver en pantalla gigante lo que pasa en el escenario mayor Hernán Figueroa Reyes, porque será transmitido bajo el eslogan “es para usté, es para usté, vecino seco que lo mira por TV”.
Pero volvamos por un momento al escenario Hernán Figueroa Reyes. Me pregunto: si ya no va a ser más el Festival Nacional de Peñas ¿tiene sentido que el escenario lleve el nombre de aquel que hizo la zamba para Villa María? ¿Y es más, la propia zamba, tiene sentido? ¡Ah...! ¡Qué preguntas!, ¿no? Le propongo al lector un concurso. ¿Qué nombre le pondría al escenario? Doy ejemplos al azar, pero no vale repetir ni soplar: Palito Sánchez; El Negro Páez; Yosemir; Pablo Cordero... Vaya pensando amigo, amiga, e incluso los enemigos están invitados para proponer ideas. ¿Y con qué canción podríamos remplazar a la emblemática zamba? ¿con un rock tipo “Esta ciudad me tiene podrido?”, ¿con una baladita edulcorada tipo “Te vi tomando un helado en la costanera y me enamoré de ti?”, ¿con un cuartetazo tipo “Yo soy de Vía, de Vía María?” En fin, propongan, amigos, mientras yo lo convenzo al intendente de que hagamos unos comicios a mediados de año para resolver el asunto y el ganador se llevará de premio una entrada para la sexta noche del próximo año y una travesía en kayak por el balneario Mulinetti a la luz de las farolas, si es que EPEC quiere.
Y para cerrar este capítulo de cambios, me he puesto a pensar que también tendré que cambiar yo mi loock y mi fisonomía, mi estampa de isotipo, mi identidad lechucezna. ¡No es moco ‘e pavo, eh! ¿En qué he de convertirme?, me pregunto cual Shakespeare en la cresta de la duda. Y cómo no encuentré una rápida respuesta a duda tan existencial, me fui rajando al primer patio de comidas (y bebidas) que encontré y me pedí un tinto, y después otro y después uno más y cuando iba por el sexto ya no me importaba ni quién era ni en quién me iba a tener que convertir. Y sólo pensé en dos cosas: la primera, fue que todavía tenía hasta el año que viene para plantearme lo del cambio y la segunda fue en Catherine Follop. Y encaré para el hotel, pero no me dejaron entrar. Es que la gente es muy mal pensada, y apenas ven a un galán medio achispado ya se cree que uno va en plan de Don Juan. Y yo, nada que ver, yo lo que quería era pedirle el número de su cirujano plástico, nada más.
Pero ya no hablemos más de mí, que mis intimidades son sólo mías y volvamos al entorno del Festival. Y que no digan que no soy un bicho positivo, porque propuestas no me faltan. Y es por eso que quiero seguir proponiendo cosas, con el ánimo de mejorar cada día. Por ejemplo, me gustaría proponerle al intendente que incremente de manera ostensible la cantidad de gente que limpia la costanera y la cantidad de tachos para depositar basura porque, todo muy lindo, la ciudad llena de turistas que dejan su colorido y sus dinerillos y generan trabajo, pero también dejan una mugre por el lado del río que parece el Riachuelo de María Julia Alzogaray. Yo digo que está buenísimo que vengan y que dejen su algarabía y su colorido, pero que no lo desparramen en el ecosistema. Porque el colorido de los tetrabrick, los pañales cagados, las botellas de plástico y los envases de comida chatarra esparcidos cual flores sobre el pastito no garpan ni ahí, qué quiere que les diga, y cuando lo veo me aflora el enano grinpís que todos llevamos dentro.
Una muy buena de la organización del Festival es esta: ¡promueven la vida sana y el ejercicio físico! Esto, si se me permite decirlo, creo que es influencia directa de la Catherine Follop. Pero no importa, venga de donde venga, está buenísimo promover el footing, señores organizadores. Aplausos. Lo único que no sé si el método que están utilizando para que la gente camine es el mejor, porque cobrar 20 pesos para estacionar el auto y 10 para la moto en cercanías y no tanto del Anfi (mi cuñado lo tuvo que dejar como a diez cuadras y todavía le querían cobrar estacionamiento), me parece medio fuerte, muchachos. Por ahí con una campaña en los medios, invitando a recorrer la ciudad y disfrutarla en championes es un poco más elegante.
Y además, uno se pregunta por qué está pagando ¿no? ¿Por seguridad, para que no te afanen? Para eso ya pagamos impuestos para que el Gobierno le pague los sueldos a la Policía. Y si la calle es pública, y también se hace con la plata que sale de los impuestos, ya pagamos antes el lugar público para estacionar. En fin, no entiendo. Si alguien me lo puede explicar, yo, agradecido.
Y con toda razón, a esta altura del partido, el lector podrá decir que para ser comentarista del Festival, es muy poco lo que entiendo. Y sí, pero no soy el único que no entiende nada y sin embargo opina, hace, gestiona, organiza y se planta sobre un escenario como el mejor. Entonces, qué le hace una pluma más al Lechuzón. En fin, nos vemos, o nos leemos, mañana, queridísimo amigo.
