Por Feliciano Tisera
Especial para EL DIARIO
Si pensamos en República Dominicana, nos vienen a la mente playas paradisíacas, sol, merengue y hoteles “all inclusive”. Los paquetes turísticos incluyen estadías en Punta Cana, La Romana o Puerto Plata, pero poco nos dicen sobre su capital, la primera ciudad fundada por los españoles en el continente americano: Santo Domingo. Y vale la pena visitarla.
La metrópoli tiene una disposición urbanística en la que se nota la influencia norteamericana: está concebida para automovilistas, y sus veredas no están pensadas para caminarse. Sin embargo, bien viene dedicar uno o dos días a su casco viejo y sus museos, auténticas joyas de la historia del continente.
El bellísimo casco es relativamente pequeño (ocupa unos tres kilómetros cuadrados), pero especial para recorrer sus recovecos y monumentos, sus fachadas coloridas, sus calles adoquinadas, sus museos y edificios de gran valor histórico y arquitectónico.
Uno de los más emblemáticos es el Alcázar de Colón, legendario palacio colonial construido al borde de un farallón que se cierne sobre el río Ozama (el que divide en dos la ciudad), poco antes de su desembocadura en el mar Caribe. Fue sede durante 60 años del primer Gobierno “oficial” de la corona española en América: el de la isla La Española, cuyo primer gobernador fue Diego Colón, primogénito de Cristóbal. Hoy, La Española (llamada Quisqueya por sus pobladores originarios) se divide entre República Dominicana y Haití.
En la misma clave, en el casco histórico también se encuentra un interesante museo que rescata la memoria de la época colonial: el Museo de las Casas Reales, que expone la vida de la isla durante el período hispánico.
Relacionado con la historia más reciente, en la zona se encuentra el Museo Memorial de la Resistencia Dominicana, destinado a rescatar la memoria de los opositores a la feroz dictadura de Rafael Leónidas Trujillo (quien dirigió con mano de hierro el país entre 1930 y 1961, en un régimen que fue brillantemente retratado por Mario Vargas Llosa en su novela “La fiesta del chivo”). El museo hace un repaso histórico a los 30 años de represión y tortura sistemáticas, la época que más funestamente marcó al país en el Siglo XX.
No lejos del área colonial encontramos la plaza de la Cultura, un complejo que alberga, además de la Biblioteca Nacional y el Teatro Nacional, cuatro museos: el del Hombre Dominicano, el de Arte Moderno, el de Historia Natural y el de Historia y Geografía.
Más historia
En el primero de ellos destacan su colección de piezas precolombinas y de artículos alusivos a la época de esclavitud africana. El segundo es un edificio de cuatro pisos en el que se encuentran las obras más destacadas de artistas dominicanos desde la independencia del país de España (1844) hasta hoy, considerándose el patrimonio de artes visuales más importante de República Dominicana. Como buen museo de arte moderno, alberga tanto colecciones permanentes como temporales.
El de Historia Natural es el menos “específicamente dominicano”, ya que tiene una orientación principalmente educativa para los más jóvenes, contando con un planetario, entre otras atracciones. El Museo Nacional de Historia y Geografía, en cambio, se centra en el período republicano (posterior a la Independencia).
Por último, el viajero no puede irse de la capital sin visitar el Museo Faro a Colón. Una obra colosal inaugurada en 1992, con motivo de los 500 años de la llegada del almirante al continente, donde se encuentran enterrados unos restos que podrían ser del propio Colón. En este punto hay controversia, pues mientras en República Dominicana se sostiene que los auténticos restos del marino genovés son los que tienen ellos, en Sevilla (España), se dice que la verdadera tumba del marino está en la Catedral de la ciudad andaluza.