¡Hola! ¡Hola! ¿Se escucha bien, ahí? ¿Me copian todos? ¿Sí? Bueno. Atención: ¡que alguien le regale urgente un GPS a Catherine Fulop, por favor! ¡Y no le den más de beber lo que le dan de beber! Esa mujer está más perdida que el sitio de Leningrado. Porque vos podés leer mal los carteles y vaya y pase, pero convocar a Hernán Figueroa Reyes para entregarle el premio a la Reina del Festival supera cualquier trip de ácido. Mientras la gente asistía estupefacta a semejante mandada de gamba histórica, yo me decía para mis adentros: “Pueda ser que a la diva, devenida en sacerdotiza en noche saturnina de tormenta, no se le dé por pedir que apaguen por completo las luces y se ponga a hacer el juego de la copa sobre el escenario para convocar al finado. ¡Mamita! ¡Qué miedo! Eso sí que hubiera sido de terror. Otra que Noche de Brujas. Para mí que Catherine está muy fanatizada con la serie Walking Dead, lo que viene a demostrar que efectivamente, como creían nuestros padres, la televisión es dañina, sobre todo la TV yankie.
Y como si fuera poco, la señora volvió a leer mal los carteles y el Gringo Borsatto, bueno como un maestro ciruela, se puso a explicarle que, bueno, que Bengolea es un pueblo que queda entre... y así. En fin, finalmente nos dimos cuenta de que la bocharon en Geografía, Castellano y Literatura, Historia (y siguen las firmas), por lo que llegamos a la conclusión de que si bien no da con el piné para conducir el Festival del Anfi podría animar tranquilamente un campeonato de bochas.
Pero dejemos tranquila a misia Catherine, y demos vuelta la página que del otro lado hay más.
Yo creo que el Festival es una maravilla y, siendo villamariense hasta la médula, de nacimiento y por opción, siento que ésta es una hermosa ciudad para vivir, pero me dio cosita escuchar al Gringo Borsatto, sobre el escenario, hablando maravillas de las obras realizadas por el intendente Accastello cuando hacía menos de dos horas no se podía andar por las calles de lo inundadas que estaban. Porque no me querrán hacer creer que somos la Nueva Venecia ¿no? Y mencionó el Subnivel, que sí, claro, está buenísimo, siempre y cuando no llueva mucho, porque cuando caen 100 milímetros en un par de horas se transforma en el Glubnivel.
A veces, un silencio de corchea vale más que un tomo de eslóganes.
Y así, la noche sabatina, iba dejando atrás los refucilos para avanzar entre sorpresa y sorpresa, y una más sorprendente que la otra.
Una de esas sorpresas fue la presencia de Abel Pintos que subió a compartir escenario con La Oreja de Van Gogh. Pero mayor fue la sorpresa cuando, a compartir también el escenario con ellos (interrumpiendo el emotivo show y el clima que habían logrado con el público), subió el intendente Accastello. Se me atragantó el choripán que estaba comiendo y me dije, cruzando mis plumíferos dedos: “¿No se le ocurrirá cantar a este muchacho?”, e inmediatamente se me vino a la cabeza la figura de un presidente que tuvimos, que la iba de piola y cantaba, bailaba con odaliscas, jugaba al fútbol, al tenis, al básquet, pizza y champán y así nos fue a los argentinos. Porque una cosa es gobernar y otra muy distinta es subirse a un escenario.
Pero no, lo de él fue cortar la onda para entregar un reconocimiento, nomás, y salir en la foto, claro. Como si La Oreja y Abel no hubieran estado recibiendo ya suficiente reconocimiento del público. Pero bueno, cada cual atiende su juego y sabe lo que hace.
¡Ay, Teté! ¡Qué noche! Cuánta testosterona liberada en el ambiente, mi Señor. Daba para pescar sin boya ni carnada, casi sin caña, le diría. Por favor, lo que provoca el Abelito, che. ¡Nada que ver con el de los Visconti! Y después el gallego ese (no, no, el gobernador no, el otro, el cantor) Alex Ubago, y la noche anterior, el mexicano Marcos Antonio Solís, y antes habían estado los Maná... el aire estaba cargadito de hormonas que hasta daba miedo quedar embarazado contra natura. Y como chillaban las chinitas. Ahí es donde me da bronca haber sido pobre y que mis padres, en vez de regalarme un piano, sólo pudieran haberme regalado una máquina de escribir, que aunque tenga teclas, nada que ver. Porque yo, pianista, nomás bajarme del escenario, dejo el tendal, le juro. ¡Ay, qué dura que es la vida para algunos!
Pero bueno, por lo menos me queda el consuelo de sacar el cuero sin asco y darle rienda suelta a mi resentimiento y mis más bajos instintos. Y cómo es la cabeza ¿no? Ahora que digo “bajos instintos” se me ocurre ¿no? ¿Y si para el año que viene la traemos a Sharon Stone para animar el Festival? Internacional es y de última, a la gente le gusta que le hablen en inglés. ¿O no?
