Escribe: Raúl José
De nuestra Redacción
Llegó a la cancha con su bolsito de sueños rotos, tímido. Entró al vestuario de paredes con colores de fútbol y calzó sus botines recién lustrados con betún de siesta.
En el medio de la cancha lo esperaba una pelota marrón, que invitaba a acariciarla con alma y vida.
La tribuna era una tapia de ladrillos despintados y diez árboles cubiertos de sombra.
Hace cien años.
Asomaba, tibia y aventurera, la Liga Villamariense, creada por un grupo de delirantes, de Locos por el Fútbol, de audaces organizados.
Así empezó la historia.
Una historia rica, emblemática, debatida hasta los dientes. Zozobrante.
Llegó a la cancha con su bolsito de sueños rotos y le pegó a la pelota marrón con alma y vida.
El grito de gol retumbó en los bulevares adornados con calles de tierra.
Hace cien años... cien años de fútbol.
Siempre tímido, emprendió su viaje al cielo algunas décadas después, acompañado por la sombra de un árbol, una pelota marrón y cien ladrillos despintados.
Con su bolsito de sueños rotos y sus botines recién lustrados.
Con su camiseta de dos colores, desteñida por el sol, y sin poder pisar el césped de Plaza Ocampo, su materia incumplida.
Hoy, la nostalgia acumula innumerables historias de vida, de aroma a césped, de redes destrozadas por el viento, de soles y fríos, de lluvias.
Historias de noches interminables en la vieja sede de calle Corrientes y en la nueva casa.
De domingos sin tiempos y de alambrados maltratados.
Cien años de mil apellidos, de pueblos ansiosos y de ciudad caprichosa.
Hoy, la Liga Villamariense de Fútbol llega a sus cien años y lustra su vida con un cielo de siesta.
Con lluvias, con vientos, con soles.
Con debates y con bolsos llenos de pelotas marrones.
Con cien campeones y cien llantos. Con cien caminos y cien postales nostálgicas.
La tribuna era una tapia de ladrillos despintados, diez árboles cubiertos de sombra y un amor de fútbol...