El, con traje azul y pose de galán. Ella, con un impecable conjunto blanco y gris, una hermosa cabellera adornada con hebillas y un discreto maquillaje.
Así se presentaron puntualmente a las 10 en el edificio de Patrimonio Histórico Gaspar Moreno (70) y Plácida Beite (65) para formalizar en matrimonio la relación de amor que se inició en el Hogar para la Sana Estadía (ex-Hogar de Ancianos), donde ambos conviven.
Sus historias comenzaron en el norte argentino, donde cada uno fue construyendo con esfuerzo, alegrías y pesares un camino que les permitió encontrarse en Villa María.
Gaspar es tucumano. A los 14 años, escapando de la violencia familiar que ejercía su padre, decidió probar suerte en Buenos Aires, donde realizó distintos trabajos hasta convertirse en ferroviario. En los 90, durante la privatización del ferrocarril, perdió su trabajo y comenzó a vivir de changas.
Tuvo una mujer y un hijo, que desde muy joven partió a Estados Unidos con su padrino. Hoy es ingeniero y trabaja en ese país. “Nos hablamos cada tanto por teléfono”, relata Gaspar.
Un día de verano de 1999 decidió regresar al Jardín de la República. “Venía de Buenos Aires en colectivo y cuando paró 15 minutos en Villa María, yo salí a caminar y terminé en la Fábrica de Pólvoras. Perdí el colectivo y me quedé acá para siempre”, cuenta.
En 2006, también en febrero, decidió casarse con una mujer que conoció en el Hogar de Ancianos. Fue un 23. La relación duró hasta que su esposa, Irma Altamirano, falleció.
Viudo y solo, dejó pasar un tiempo hasta que posó sus ojos en Plácida, una mujer de palabras justas y la emoción a flor de piel.
Plácida nació en Salta, en La Angostura, donde tuvo 12 hijos. Algunos fallecieron y eso provocó que viajara a Villa María, donde viven tres integrantes de su familia.
Cuando Gaspar le propuso matrimonio, ella sonrió. “Si Dios quiere, nos casemos”, dijo la mujer que profesa la religión mormona.
Y Dios debe haber querido, porque ayer pudieron dar el “sí” ante el funcionario del Registro Civil que los casó.
Dado que los hijos de Plácida no podían estar (aunque avalan el matrimonio), el público que se congregó en el edificio de Patrimonio Histórico consistía en trabajadores del Hogar, algunos amigos y miembros de la Iglesia a la que asiste Plácida.
Los testigos fueron Miguel Sponer y Alejandra Alvarez, ambos funcionarios de la Municipalidad.
Cuando ya estaba todo listo, los acordes de “Imagine” sonaron en el recinto decorado con rosas e hicieron su ingreso los integrantes de la pareja, saludando con alegría.
¿Por qué formaliza?, le preguntamos a Gaspar. “Porque me gusta que mi mujer sea mi mujer como corresponde, dentro del matrimonio”, contestó el hombre de la sonrisa permanente, al que todos apodan “el galán del hogar”.
Hasta parece que la letra de la canción elegida para la ocasión, escrita por John Lennon, estuviera dirigida a hombres como Gaspar:
“Usted puede decir que soy un soñador
Pero yo no soy el único
Espero que algún día te unas a nosotros
Y el mundo será como uno
Imagina que no hay posesiones
Me pregunto si se puede
No hay necesidad de codicia o hambre...”.
La humilde pareja de trabajadores, hoy jubilados, selló ese sueño con un beso en la víspera del Día de los Enamorados.