Puente del Inca, en el noroeste de Mendoza, resulta un paso casi obligado cuando vamos a Chile. Y si no, lo visitamos igual. Porque el pueblito minúsculo nos cautiva, justamente, con su puente natural, de desconcertante diseño geológico. Y con los alucinantes paisajes de montaña que arrojan sus alrededores, Cordillera de los Andes, piedra y maravilla.
A 2.700 de altura sobre el nivel del mar, la aldea no llega a los 200 habitantes. Riguroso el clima, le mete dudas al foráneo que amaga con instalarse en estos pagos. La gente del lugar, en cambio, más que acostumbrada está a las vicisitudes del viento, del sol en verano, de la nieve en invierno. También a las delicias en forma de laderas, con los cerros Banderita Norte y Banderita Sur marcando presencia y la colosal Aconcagua dando vueltas por ahí.
Un monumento de la creación
La localidad debe su nombre al Puente del Inca. Esa magnífica formación rocosa que la naturaleza se encargó de tallar donde las montañas le hicieron lugar. Se trata de un viaducto que pende sobre el Río Las Cuevas. Acumula elogios la postal, con lo curioso del trazo general, piedrotas que le deambulan el abajo y la estructura del abandonado y mítico hotel en el medio de ambos portentos. Impresionan los colores, el amarillo tipo cobrizo ganando la mayor parte del terreno. Lo exótico de la tonalidad se explica en las propiedades del agua termal que por allí pasa, de fuerte contenido ferroso (hierro). Toques de verde de los musgos y el gris y el marrón completan lo fundamental del pincel.
Aquellas características del agua, junto a lo notable del paisaje, fue lo que impulsó el nacimiento del hotel. Construido en 1925, de él sólo quedan algunas habitaciones con sus propios baños termales y los muros y ventanales que corporizan el centro de cada foto. Lo cierto es que la obra lejos está de arruinar el paisaje. El estilo y el sector dónde está posicionado combinan a la perfección con la otra joya, la que el río fue labrando a base de milenios. Cuelgan las estalactitas debajo de la roca principal, como testimonio del paso del tiempo.
En el resto del pueblo, ubicado sobre la ruta nacional 7 y a pocos kilómetros de suelo chileno, no hay mucho para ver. Destaca la capilla, la estación del olvidado Ferrocarril Trasandino y los puestos de artesanías. Cerquita de allí, lo que convoca a miles de exploradores y escaladores provenientes de todo el mundo es el Parque Provincial Aconcagua.
Mitología incaica
Puente del Inca debe su nombre a la leyenda. Esa que dice que mucho tiempo atrás, un jefe inca abatido por la enfermedad terminal de su hijo, recibió la llamada de los dioses para dirigirse hacia el sur. Sólo así, baño en las aguas termales del río mediante, podría curar al retoño. Hacia allá fueron, acompañados por un ejército de guerreros. Pero al llegar a los pies de la cordillera, se dieron cuenta de que no podían cruzar hasta la otra orilla y obrar el milagro.
Entonces, los guerreros se entrelazaron formando un puente humano que posibilitó el encuentro del agua con el inca y su hijo y la salvación de este último. Ambos, emocionados por el devenir de los acontecimientos, voltearon para agradecer a los soldados, que ya no estaban. Se habían petrificado, convirtiéndose en puente para siempre.
