La sala mayor de la ciudad exhibe hasta el 28 de febrero más de 40 joyas de su colección. Se trata de los primeros óleos adquiridos a fines de los años 50 por los maestros clásicos de la ciudad (Bonfiglioli, Arborio y Martínez) y obras de vanguardia de artistas en actividad (Romano, Mandrile y Casasnovas). Este recorrido intenta no sólo una aproximación al patrimonio pictórico de Villa María, sino a la concepción del arte de toda una comunidad.
Hay muchas formas de viajar en el tiempo a través de la percepción. Sin embargo, pocas son tan placenteras como dar un paseo alrededor de objetos maravillosos. Y esto es exactamente lo que propone el Museo en su última muestra: una tranquila excursión alrededor de obras de arte como ventanas al pasado y, en algunos casos, al futuro. Sólo que estas ventanas, lejos de ser de vidrio transparente, son de lienzo cubierto con empastes al óleo, densas capas acrílicos o suaves veladuras de acuarela. Sin embargo y más allá del material utilizado en cada ejecución, hay que decir que tanto los efectos de luz y sombra de un paisaje como la niebla que los difumina al amanecer, responden a la misma lógica de la naturaleza. La única diferencia es que éstas no traslucen la realidad directa, sino que la simbolizan, plasmada por la mano de verdaderos maestros como Domingo José Martínez o Fernando Bonfiglioli. En las “ventanas más nuevas”, en cambio, podemos asomarnos ya no a las calles del pasado, sino a imágenes vivenciadas con la imaginación; como la escena de la vida íntima de las mujeres pintada por Fabiana Romano o los retratos minimalistas escondidos en las instalaciones de madera de Cecilia Mandrile. Pero los paseantes de la galería también vislumbrarán cuadros donde el concepto de la forma es quebrado, para darle lugar a la evocación cromática de una nueva geometría del ensueño. Y este es el caso de Armando Molina Rosa, cuya pintura acaso sea la más conmovedora de la muestra.
Para los fanáticos del arte figurativo y de la ciudad en que vivimos, se podrá asistir a postales de la villa de antaño, recorriendo fragmentos de calles o patios que traen a la sensibilidad repentinas evocaciones. Para tener esta experiencia, baste aquel maravilloso óleo de Fernando Bonfiglioli donde unos albañiles cargan baldes de arena con el fondo de una ciudad en pleno crecimiento, acaso como una premonición. También se podrán apreciar las melancólicas postales urbanas de Elsa Monti donde la Catedral aparece tocada por la luz de la tarde y volviendo a su cúpula como una rodaja de durazno rosado. Y para coronar el tríptico de la Villa, se recomienda muy especialmente un paisaje de Domingo José Martínez donde la Catedral y sus casas aledañas aparecen difuminadas en una niebla amarilla y pálida, una suerte de casco urbano sumido en la meteorología del Támesis que, de alguna manera, homenajea en su concepción de la luz al pintor inglés Joseph Turner.
Pero al margen de los inevitables guiños a la representación de una ciudad, la muestra propone algo más amplio; un recorrido a través de la sensibilidad pictórica de una ciudad; una historia de los movimientos artísticos “made in Villa María” con su realismo y su expresionismo, con su arte figurativo y no figurativo, con sus mixturas entre instalación, pintura y escultura. Y esa evolución se puede observar de manera palpable no sólo de una generación a otra, sino entre dos obras de un mismo artista. Por eso se puede decir que esta muestra es, básicamente, una muestra de contrastes. Como un paseo por un jardín soleado, pero con refrescantes sombras de tupidos ligustros.
Si los paseantes están listos para una excursión al futuro, allí están los acrílicos inmensos de Malena Casasnovas, los retratitos casi escondidos de Cecilia Mandrile o el maravilloso óleo de Armando Molina Rosa. Pero si una buena parte del público quiere viajar al pasado, entonces pueden vestirse para la ocasión. Las muchachas de blancos vestidos bajo la sombrilla de la imaginación y los hombres con negros trajes a la sombra de la galera que los distinga por las calles. Y así, tomados de la mano, atravesar estos jardines bajo techo del tiempo y el espacio para luego, como brillantes e imperceptibles fantasmas, internarse en la ciudad de antaño saludando con un pequeño movimiento de cabeza el “buen día” fugaz de sus antepasados.
Muestra permanente
Sebastián Borghi es técnico superior en Artes Visuales, coordinador del Museo Bonfiglioli y responsable de la idea que reúne esta colección. Y de esta manera explica la génesis de la muestra: “En los últimos años les hemos dado una importancia excluyente a las exposiciones temporales, recibiendo muchos proyectos de artistas locales y de la provincia. Y de esta forma, casi no tuvimos tiempo para la colección permanente, que estuvo esperando el mejor momento de salir otra vez a la luz. Así es como ahora, aprovechando los meses de verano, hemos intentamos revalorizarla. Y entre las más de 200 obras de nuestra colección, hemos seleccionado algunas, tratando de hacer una muestra de lo más variada.
-¿Cuál es el concepto que unifica a todos estos cuadros?
-Básicamente, el reunir obras de todos los tiempos que fueron adquiridas por el Museo, ya sea en forma de premio adquisición o como compra privada. Esto es con la intención de dar una idea no sólo de la historia del Museo y la pintura local, sino de la concepción artística de toda una comunidad. Si bien priman los artistas locales, también hay pintores cordobeses, santafesinos o bonaerenses. Lo interesante de la muestra es que permite hacer una comparación por contraste no sólo de la evolución de la pintura desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad, sino también dentro de un mismo artista.
-¿En qué elementos puntuales se nota ese contraste que mencionás?
-Como hemos colgado dos o tres obras de un mismo pintor, eso nos permite ver su propia evolución estética. Malena Casasnovas, por ejemplo, tiene una obra de 1985 y otra del 2006. Y ambas son muy distintas. De Bonfiglioli tenemos dos autorretratos, uno de cuando era muy joven y otro de su madurez, con técnicas muy diferentes. Y por cierto, es evidente también el contraste que existe entre una obra clásica como la de Bonfiglioli y otra de ruptura como la de Malena. Por eso la exposición está planteada en sentido cronológico.
-En la muestra, sin embargo, faltan algunos nombres imprescindibles de la pintura local: Juan José Massafra, Pedro Tumas, Sergio Montoya, Fernando Meneghini, Raúl Pierotti...
-Todos estos pintores que nombrás son importantísimos, pero de ellos no tenemos más que una obra en el museo y por eso no han entrado. De Massafra tenemos dos, pero como son de la misma serie no se apreciaba el contraste. Seguro que las obras de esos autores serán expuestas en otro momento bajo otro concepto.
Y Sebastián propone una pequeña vuelta privada alrededor de los cuadros, explicando las técnicas utilizadas en cada uno. El recorrido termina donde empezamos, en el maravilloso “Paisaje de Cura Brochero”, de Domingo José Martínez (1922-1970), quien fuera discípulo de Fernando Bonfiglioli. “Este cuadro es casi un hallazgo. Hasta ahora se había mostrado muy poco. Fue pintado en las sierras y es increíble su trabajo de la perspectiva y la luz así como también el cielo, tratado con pincel cargado y mucha espátula”.
Y la mano de Sebastián acaricia el aire alrededor de esas nubes, como si con un pase de magia abriera los postigos de la percepción en la mañana.
Iván Wielikosielek
Cuadros de una exposición
La colección permanente del Museo Bonfiglioli podrá visitarse de lunes a viernes en la planta baja de su edificio (Sarmiento esquina San Martín), de 8 a 12 y de 17.30 a 20, con entrada libre y gratuita.
Allí cuelgan obras de pintores clásicos de la ciudad como Fernando Bonfiglioli (1893-1962), Antonio Arborio (1899-1977), fundador de la escuela Emiliano Gómez Clara); Domingo José Martínez, Dora Elsa Monti, María Esther Corres y Marina González de Lucchini (1916-1985), quien le da nombre al concurso de cuadros en pequeño formato.
De los pintores cordobeses podrán verse obras de Leopoldo Garrone, Martiniano Schiappaquercia, Artemio Sequeira y el artista nacido en Las Perdices y fallecido en Pampayasta Sud, Armando Molina Rosa (1922-2004).
En cuanto a los artistas en actividad, se podrán apreciar dos instalaciones-pinturas de Cecilia Mandrile (nacida en 1969 y doctorada en 2004 en la British School of Art de Inglaterra); dos acrílicos en gran formato de Malena Casasnovas (nacida en 1963, docente de Bellas Artes que expuso en el Palais de Glace de Buenos Aires); tres óleos de Fabiana Romano (docente y exdirectora del Museo, con más de 10 muestras individuales); una escultura de Cristina Gonzalo Canavoso (especialista en grabado digital que ha expuesto en Europa), dos acuarelas de José Utrera y obras de Eduardo Lascano (ambos cordobeses).
Fotos:
Paisaje urbano villamariense de Fernando Bonfiglioli pintado en 1958
Cúpula de la Catedral, de Dora Elsa Monti
Oleo de Armando Molina Rosa
Oleo de Fabiana Romano
Detalle de la instalación pictórica de Sandra Mandrile
Sebastián Borghi, coordinador del Museo Bonfiglioli