Escribe: Beto Lorenzati (*)
La Responsabilidad Social Empresaria -RSE- es tema de divulgación en ambientes académicos y de negocios. Ciertas empresas manifiestan su voluntad de sustentabilidad de la economía, de la sociedad, y del medio ambiente como guía de su gestión. Se muestran adherentes de ideas tales como transparencia, desarrollo, inclusión social, comercio justo, buenas prácticas, ética y demás. Incluso están los que afirman que la maximización de utilidades es compatible con el interés social.
Si esas ideas precedentes son válidas o no, sólo se puede verificar sometiéndolas a la prueba de los hechos. Pues bien, por estos días algunos sectores vinculados a la exportación promueven una mayor devaluación, entretanto otras corporaciones remarcan sus precios, algunas no comercializan ciertos productos y están las que amenazan con suspensiones. Paradójicamente muchas de estas empresas se manifiestan cultoras de la RSE y han invertido en esta materia.
Buscando respuestas a las incoherencias entre el discurso y la acción corporativa, recurro a Erich Fromm, quien en su texto ¿Tener o ser? afirmó: “Mi meta es tener, y que más soy cuanto más tengo; que debo sentir antagonismo a todos mis semejantes: a mis clientes a los que deseo engañar, a mis competidores a los que deseo destruir, a mis obreros a los que deseo explotar (…) pero debo presentarme (ante los otros y ante mí mismo) como el individuo sonriente, sincero, amable que todos simulan ser”.
Comportamientos
Parecería que muchas corporaciones siguen el parámetro anterior, proclaman su responsabilidad social pero sus hechos, como la suba desmedida de precios, lo contradicen. Ese comportamiento suele ser emulado por otros actores económicos generando un “efecto cascada” que amenaza el poder de compra de los asalariados. Mientras ciertos medios de comunicación intentan crear mayor incertidumbre, con mensajes sesgados en los que omiten las responsabilidades de sus anunciantes corporativos.
Entretanto, los sindicatos están a la espera de las paritarias para recuperar el terreno perdido. Así cada sector social ve una realidad parcial enmarcada en sus propios intereses, sin considerar el impacto social de sus acciones, por lo que las autoridades se enfrentan al desafío de que las mejoras salariales no se licúen con nuevos incrementos de precios.
El efecto
Asimismo, el accionar corporativo con subas especulativas de precios, fuera de toda lógica de costos y fundadas en ambiciones desmedidas, ha provocado un “efecto boomerang”: un sector de la ciudadanía difunde boicots a las grandes superficies comerciales, otros dejan de comprar ciertas marcas, y esparcen estas reacciones por diversas vías: redes sociales, boca a boca y medios alternativos, con lo cual las consecuencias se multiplican. Así las corporaciones por su propia negligencia corren el riesgo de desperdiciar años de inversión publicitaria, ver caer su imagen, perjudicar su posicionamiento, y condicionar su rentabilidad futura.
En este contexto, las empresas que muestren coherencia entre su discurso de RSE y acciones tendrán más posibilidades de lograr una mayor credibilidad que se reflejará en sus ingresos. De lo contrario, sus discursos de responsabilidad social serán interpretados sólo como un edulcorante de un amargo actuar.
(*) Licenciado en Administración