Un exdelegado de la automotriz Renault recordó ayer que en los “años de plomo” hubo empresarios responsables de desaparición de gremialistas y dijo estar “seguro” que fue el último que vio en libertad al docente villamariense y dirigente de la Unión de Educadores de la Provincia de Córdoba (UEPC) Eduardo Requena, secuestrado el 26 de julio de 1976 en un bar de la capital provincial.
Se trata de Oscar Carrasco, también conocido como “Renolito”, quien fue delegado de la otrora fábrica IKA-Renault junto al recordado René Salamanca y protagonizó la resistencia de la represión como integrante de la Mesa de Gremios en Lucha.
Al declarar en una nueva audiencia de la megacausa La Perla por los atroces crímenes que se cometieron en el excentro clandestino de detención, Carrasco recordó el episodio registrado en un café llamado “Miracles”, ubicado sobre avenida Colón, en pleno centro cordobés, donde Requena fue secuestrado por un “grupo de tareas” de La Perla.
Estatua de yeso
“Estoy seguro que fui la última persona que vio en libertad al compañero Eduardo Requena. Ese día, él decidió impedir que algún otro compañero cayera preso, entonces adoptó una actitud de convertirse en una especie de ‘estatua de yeso’ en medio del bar… y era llamativa la actitud que tenía, que no era la que se correspondía con su forma de ser y de tratarnos cuando nos reuníamos. Además, me hizo una seña con los ojos”.
Requena había advertido la presencia de un grupo de represores camuflados y decidió correr él solo el riesgo de la situación para salvar a sus compañeros.
Ese día, la “patota de La Perla” montó un operativo que terminó con el secuestro de Requena y de Roberto Julio Yornet.
“Requena me hizo una seña… con la mirada me avisó levantando las cejas, indicándome que estábamos en peligro. Su actitud extraña me erizó la piel, pude corroborar que había gente sentada detrás de él y también ubiqué en el bar a una compañera, Dana, a la que le estaban pidiendo los documentos. Entonces compré cigarrillos en el mostrador, salí del bar y volé. Cuando me di cuenta ya estaba en el bulevar San Juan y volví como pude a mi casa”.
Desde la fábrica
“Comencé a trabajar en IKA-Renault en 1972, en un nuevo turno que se abría, un turno de pintura y como yo tenía ciertas habilidades, me incorporé junto a otros compañeros”, declaró Carrasco. Allí conoció a Salamanca y otros trabajadores que lo contagiaron en su mirada combativa y la defensa del trabajo.
“Todo cambió en 1974, cuando se dio el ‘Navarrazo’, el primer desembarco de la represión organizada en Córdoba”.
El relato del testigo ahondó en la difícil realidad de los trabajadores perseguidos en Córdoba. “Después que Armentano me amenazó de muerte, diciéndome que ellos habían venido a terminar con los zurdos como yo, pasé a la clandestinidad con la ayuda de mis compañeros”.
Carrasco estaba casado, tenía una hija pequeña, pero debió vivir más de un año huyendo, alternando entre las casas de sus compañeros solidarios y hasta llegó a quedarse oculto en la fábrica Renault. “Me relacioné con Requena en esa instancia. Nos reuníamos numerosos gremios para debatir las estrategias que podíamos llevar adelante los sindicatos para resistir la represión creciente”.
En julio de 1976, Carrasco recibió una convocatoria del docente villamariense para reorganizar la Mesa de Gremios en Lucha. “Me citó a un bar al que yo no solía frecuentar. Era complicado para mí moverme en la ciudad, intentaba no hacerlo, pero ese día fui hasta el bar de la calle Colón porque era necesario”.
La detención
En marzo de 1977, junto a otros trabajadores, Carrasco planificaba la reorganización sindical y estaban armando un acto en repudio del primer aniversario del golpe. “Nos llegamos a entusiasmar con la idea de hacer un nuevo Cordobazo y que lo íbamos a correr a Videla”.
“El 18 de marzo, sabiendo que corría un riesgo importante, fui a visitar a mi esposa embarazada y mi hijita de 2 años en una piecita donde vivían. Decidí quedarme a pasar la noche con ellas porque sentí esa necesidad. A la madrugada ‘la patota’ copó la casa. Había hombres apuntando a la cuna de mi hijita, y a mi esposa la empujaron y la tiraron sobre la cama”.
Después de su secuestro fue llevado a un lugar donde fue torturado: “Acá lo matamos a Requena y si el 24 de marzo sale un piojo a la calle, vos también sos boleta”, le advirtió uno de los represores que participaba de los vejámenes.