Alumni buscará el lunes zafar de su segundo descenso consecutivo, lo que significará un bálsamo esperado para finalizar una temporada traumática en muchos aspectos.
Como quizás ningún hincha se lo imaginó en el inicio, el “Fortinero” llega a la última fecha de la fase regular peleando para salvar la categoría, lejos de las expectativas que se generaron después de la caída desde el Argentino A y más lejos aún de los viejos sueños que se acunaron hace ocho años atrás, cuando el club ascendía y hasta el intendente de la ciudad, Eduardo Accastello, pedía unidad para progresar y llegar a lo más alto del fútbol argentino.
De aquel tiempo a esta parte, en Alumni se encargaron de debilitar sus posibilidades de progreso deportivo hasta casi esfumarlas. Y para colmo de males, los que se fueron, los que volvieron o los que están en la comisión ni siquiera consiguieron armar algo más o menos interesante, digno de ser visualizado en un podio en algún torneo. Nada.
Entre errores y errores, parece que la sumatoria de falencias asomó más que nunca en esta temporada, ya no por haber cambiado dos veces de técnico (lo que finalmente pareció surtir buen efecto en el final), sino por la triste realidad que se manifiesta en muchos aspectos.
La previa del partido ante Tres Algarrobos pinta de cuerpo entero la decadencia de Alumni: 1) el plantel no tiene arquero suplente, razón por la cual hay que cuidar como oro a Jonathan Scalzo; 2) el entrenador Juan Manuel Ramos no puede confirmar el equipo porque algunos de los pocos jugadores que tiene, luego de beber del agua en el predio el club, padecen gastroenteritis (es decir, hasta faltan botellas de agua mineral); 3) todos vienen de concentrar cada uno en su casa porque no hubo limpieza en las instalaciones del club previo al partido contra Ferro de Pico; 4) Trajeron a un coordinador de divisiones inferiores (Sebastián López), a quien prácticamente mantuvieron en el anonimato y ni siquiera se lo presentaron a Ramos; 5) hay quienes todavía se dan con el gusto de cuestionar la forma de conducción del propio DT, que logró ganar más partidos que varios, atado a un grupo muy reducido de futbolistas de experiencia.
Pero mucho antes que todo estuvo el error de haber conformado mal el plantel, sin variantes, sin jerarquía, sin aciertos, más allá de que vale resaltar el esfuerzo de los que se quedaron y que, a pesar de todo, lograron más resultados en este tramo final que en todo el campeonato.
Debajo, mientras, quedan dudas y desaciertos, con un equipo de Liga que mutó constantemente y ni siquiera tuvo la aparición rutilante de un jugador para nutrir mejor al plantel superior.
Entonces llegó la lógica: la gente se fue cansando rápido y cada vez hubo menos en el estadio, sepultando la ilusa teoría de que lo “nuevo” podía hacer emerger al club entre las cenizas.
Haciendo lectura de la situación, hasta los dirigentes que habían dado un paso al costado, envueltos en polémicas también por errores, ahora parecen esperar la próxima asamblea para volver a tomar la posta, aunque muchos resaltan la figura de uno o dos directivos actuales por sumar adeptos y colaboradores.
Mientras, Alumni sigue sin rumbo. Entre tantas pálidas y el descenso convertido en acosador permanente, no existe un estilo ni una idea fija. El club sólo capea temporales y hace bastante que olvidó su lema “estirpe de campeones” en el baúl de los recuerdos.