Reunidos en asamblea, aún en la situación de nerviosismo y angustia propia del drama que atraviesan, vecinos del barrio Vista Verde (lejos el más afectado de todos en Villa María por la creciente histórica del Ctalamochita) elaboraron un documento que entregaron a autoridades locales y nacionales en la tarde de ayer.
A la mañana, en tanto, ya habían mantenido una reunión en conjunto con funcionarios, con el intendente Eduardo Accastello a la cabeza.
En el petitorio presentado al municipio piden, en lo inmediato y antes de que el agua abandone el barrio, medidas como analizar si es necesario vacunaciones, instalación de banderas rojas en lugares peligrosos, agua mineral (y alimentos de ser necesario) a las familias apostadas en la ruta nacional 158 (frente a este barrio), que se contemple la posibilidad de sitios de albergue para quienes no se pueden autoevacuar en casa de familiares y amigos, baños químicos cada cien metros en esta arteria, reflectores alimentados por grupos electrógenos apuntando al barrio, efectivos de seguridad en cada esquina, colocación de pulseras para identificar a quienes son residentes en el lugar y acompañamiento para seguir llegando a los hogares a sacar medicamentos u objetos necesarios.
En tanto, para cuando el agua libere la zona, demandan el inicio de obras de infraestructura necesarias para “que este tipo de acontecimientos nefastos no se repitan”, seguridad día y noche, grupo electrógeno, guantes, botas, lavandina y elementos de limpieza, colocación de contenedores, desmalezamiento de baldíos, reuniones con EPEC, Ecogas y demás, y conexión de agua corriente para todos los que no tengan, dado el riesgo de utilizar la de napas.
El Gobierno había anunciado el viernes la exención del pago de las Tasas de Servicios a la Propiedad por un año.
Ayer, vecinos nuevamente se quedaron en la ruta, en carpas, autos y demás, todo el día. Varios pasaron la noche. Nadie quiere moverse y se ven rostros de tristeza por doquier.
El relato del drama
“Sentimos que algo pasó en el medio, que hubo desinformación, pero no es momento de buscar culpables, ahora hay que hallar soluciones hasta que todo pase. Y no perjudicar a otro”, señaló Silvia Pizzi, una locutora que tiene el agua dentro de su casa en este barrio, en calle Río Colorado, a tres viviendas de la costa.
“El lunes nos dijeron que podía haber inconvenientes, el martes a la tarde empezamos a juntar arena, armamos cien bolsas y luego nos preguntaron si queríamos evacuar. El miércoles nos decían que la crecida venía a la mañana, después al mediodía, luego a la tarde y ahí nos confiamos de que no pasaría a mayores. A la 1.45 del jueves se rompe el asfalto como un paquete de caramelos, llega la Municipalidad en cinco minutos con tierra y a las 3.45 suena la sirena de Bomberos. Mi marido saca el auto y llega a la ruta, demora veinte minutos y cuando vuelve ya lo hacía corriendo con el agua atrás”, describió.
La mujer recalcó que todo fue cuestión de veinte minutos, que levantó artefactos unos sesenta o setenta centímetros y que ahora el agua le llega a la cintura.
“Subió más el viernes que el jueves. Hemos perdido casi todo. Nos preocupa la casa, los cimientos. Era ser ilusa pensar que nos podíamos quedar en el techo, yo decía que ni loca me movía y cuando vino no nos dio tiempo, salvamos lo que pudimos, mi computadora de trabajo, cosas de los chicos. Hoy hay un olor a podrido, nauseabundo”, relató.
“Soy de las únicas mujeres que entra hasta el fondo del barrio y tardamos una hora para llegar, porque son tres cuadras pero vamos contra la corriente y desviando porque no se puede ir directo. Cuando llego y abro la puerta soy una topadora, meto, guardo, pero al salir cierro la puerta y me aflojo”, confesó.
Y luego declaró: “Tengo miedo de lo que encontraremos cuando baje el agua, en mi vida pensé que iba a pasar algo así”.
“No sé si voy a volver a este barrio, por ahora mínimo estaremos 20 días en otro lugar”, contó Pizzi, mamá de dos hijos, familia que habitaba acá desde hace casi dos años.
Indicó que con los vecinos “nos hemos unido por calle” y contó la anécdota de que el miércoles a la noche tomó un café por primera vez con un vecino esperando la crecida. Hasta entonces se saludaban y cruzaban diálogo, pero no habían compartido nada, esto los unió. No obstante, expresó que “lamentablemente siempre hay gente que piensa en su ranchito”. “Tengo una desgracia inmensa, mucho más grande que otros, pero por esto no quiero que otros la tengan, hubo vecinos exaltados que buscaron culpables en lugar de buscar soluciones”, finalizó.