Reciclan la basura, limpian el cementerio o cuidan baños públicos. Son mujeres que hacen tareas que no muchos quieren hacer y las llevan adelante bajo un sistema que las convierte -aún con millones de dificultades- en dueñas de su destino.
Son las integrantes de la Cooperativa 7 de Febrero, que lleva ocho años trabajando en la ciudad.
La entidad, tiene 24 socios y sólo uno es varón. “El ingreso es variable, pero ahora, sin que se haga bien la selección domiciliaria de residuos, estamos ganando más o menos 2.300 pesos. Los hombres vienen, pero no llegan a ser socios porque les parece poca plata para ocho horas de trabajo”, dice Marcela Durán, presidenta de la Cooperativa.
Fue por eso que aprendieron a manejar la grúa en la que trasladan los fardos de cartón para su posterior venta o el camión para llevar los residuos orgánicos al vertedero.
“Es un espacio de inclusión. Muchas no tienen posibilidad de conseguir un trabajo más o menos estable porque tiene más de 60 años, porque tiene un problema de columna que no pasa ningún examen laboral o porque nos faltan estudios. Acá hay lugar para todas, porque hay tareas que se pueden hacer sentadas y se considera todas las situaciones”, agregó Durán.
Las mujeres, no miden el esfuerzo cuando se trata de regresar a casa con alimentos para los hijos. Y por eso, siguen adelante con empeño.
“Estar en una cooperativa te enseña muchas cosas. Aprendés de maquinarias, del comercio, del funcionamiento de una empresa. Algo que antes, cuando éramos empleadas, no teníamos idea”, dice Marcela. Muchas de las socias no terminaron el colegio primario. Algunas, tienen secundario incompleto y son las que están en el Consejo de Administración.
La mayoría son madres. Unas pocas tienen uno o dos hijos y la mayoría “más de cuatro”.
Historias
Mirta Miranda tiene 61 años, las ideas claras y una sonrisa permanente que refleja una mirada optimista. “Tengo tres hijos a los que crié sola, pero ya están grandes”, dice.
Siempre fue empleada doméstica aunque prefiere decir “ama de casa”, hasta que el paso de los años fue excluyéndola de los trabajos en casas de familia. “Creo que no me contrataron más cuando me volví grande”, dice.
Se sumó al grupo hace cuatro años y a pesar de lo duro de la tarea siempre asegura que está feliz en el lugar. “Estamos entre buenas compañeras, todas mujeres que luchamos a diario”, dice.
Cada mañana a las 7 empieza su jornada laboral y concluye a las 15. Para el futuro, espera jubilarse “y disfrutar un poco de la vida”.
Entre las más jóvenes está Beatriz Ojeda, de 28 años y con cinco en la cooperativa. Llama la atención la destreza con la que conduce la “zorrita” para trasladar material. “Mi marido se ríe porque no cree que manejo”, cuenta.
Es mamá de un bebé de 3 años que mientras trabaja, cuida su abuela, el modelo de lucha que marcha la historia de Betti.
“Yo vivía con mi abuela y dejé de estudiar en primer año del secundario. Ahí empecé a limpiar casas, cuidar chicos. Hasta que vi en el diario que convocaban para la cooperativa y acá estoy”.
“Mucha gente no entiende y cree que es un trabajo feo y me preguntan por qué, pudiendo, no hago otra cosa. Yo estoy muy contenta, actualmente soy tesorera del Consejo y trabajo a gusto”, concluyó.
Al terminar la nota, subió a la “zorrita” y siguió su tarea; Marcela continuó organizando los trabajos y Mirta, subió con agilidad las escaleras para seguir separando los restos de comida del papel. Es decir, ganándose la vida con dignidad.
HISTORIA
La Cooperativa 7 de Febrero se formó hace años con un grupo de trabajadores despedidos de Corbam, la empresa que presentó un proyecto para reciclar los residuos sólidos urbanos y obtuvo la concesión municipal para realizar esa tarea. Nunca cumplió el objetivo. Las trabajadoras resolvieron seguir adelante, con forma de cooperativa y el principal escollo que hoy encuentran es la falta de volumen de cartón, vidrios y demás materiales que son vendidos. Si hubiera un programa integral de selección domiciliaria, separando previamente los orgánicos de los inorgánicos y una posterior recolección diferenciada, mejorarían significativamente sus ingresos. Están en eso, están, como siempre, en lucha.
