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9 de Marzo de 2014
NOTA Nº 362, escribe Jesús Chirino - EL CTALAMOCHITA y sus distintas facetas
Algo de la historia de nuestro río
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1- El puentecito colgante de la bajada Entre Ríos. 2- Inundación de fines del Siglo XIX en calle Estados Unidos y Buenos Aires

 

Alguna vez el escritor local Horacio Roqué, acertadamente y refiriéndose al Ctalamochita señaló que “el río proporciona granes alegrías pero también nos atribula con sus dolorosas sorpresas”. Y así es, y ha sido desde antes de que se fundara Villa María. Siempre fue cambiante, ora con mansas aguas besando las playas, ora bravío llevándose todo lo que podía y no pocas veces dejando lo irreparable.
A poco de iniciarse el año 1878, las aguas desbordaron y arrasó una considerable parte de la vecina Villa Nueva. Destruyó o arruinó más de cien casas de esa localidad, cuestión que llevó a muchos vecinos a replantearse dónde establecían sus domicilios. 
Pero las dos localidades siempre supieron, aunque algunas veces lo olvidaran, que nacieron a la vera de lo que se conoció como Paso de Ferreyra, es decir, trecho de cauce sin barrancas donde se lo podía vadear sin mayores problemas cuando sus aguas no estaban aumentadas por las lluvias. Pero así como presentaba esa facilidad también siempre estuvo la posibilidad de un ensanche del curso de agua en cada crecida.  Existen relatos que describen cómo era el río en la primera mitad del Siglo XIX.  Cárcano sostiene que para esa época era de “poca profundidad en sus aguas y un ancho de 160 trancos de caballo”. En tanto que en la obra “Viaje de Buenos Aires a Potosí”, del capitán Andrews, se habla de un río “que era torrentoso y estaba crecido” provocándoles bastante preocupación en su cruce. Por su parte  Woodbine Parish, en su libro “Buenos Aires y las Provincias del Río de la Plata”, describe nuestro río como bastante profundo señalando que “se necesita muy poco para hacer al Tercero navegable para botes y lanchones”, aunque el norteamericano Thomas Hutchinson  creyó que se trataba de un río común, respetable, pero para nada navegable. Por otra parte Thomas Page en “La Confederación Argentina” realiza una descripción de cómo estaba en diciembre de 1855 “El Río Tercero aquí tenía una anchura de 300 yardas; agua poca profunda de 2 a 3 pies; corriente en esta época, 1 milla por hora”.
 A veces manso y otras bravío, así ha sido siempre y existen innumerables registros de ese comportamiento del Ctalamochita (antes Tercero). A los hombres y mujeres de nuestras ciudades les ha tocado prever, que no es otra cosa que prepararse para lo extraordinario, para aquello que no es habitual.  A partir de señales o indicios, conjeturar aquello que puede suceder en el futuro. Generalmente resulta difícil saber cuándo se producirán los acontecimientos extraordinarios que se piensan como posibles, pero hay que mirar al pasado para ver con anticipación y poder actuar en consecuencia cuando las cosas toman ribetes pocos frecuentes.
Ya en el informe que, en agosto de 1867, se realizó acerca del avance de la obra del tendido de las vías se dice que cerca de Villa Nueva “y por un trecho que pasa de dos kilómetros” el terraplén es más elevado “llegando su mayor altura a tres metros arriba del nivel del terreno” esto, se aclara, se hizo más allá de lo que dictaban los planos de Campbhell dado que “la creciente del año pasado” superó “el plano superior de los terraplenes”.  En ese mismo informe se habla de construcción de “tres puentes… situados en el lugar del gran terraplén cerca de Villa Nueva y son destinados a dar paso al agua de la creciente del Río Tercero”.
En este mismo espacio de EL DIARIO supimos escribir la terrible inundación que se produjo para la Navidad del año 1891, cuando los galpones del ferrocarril fueron espacio para los evacuados. Los primeros afectados fueron quienes vivían en las cercanías de donde actualmente se sitúa el Polideportivo Guillermo Evans. En tanto en la vecina Villa Nueva las aguas vencieron las defensas que se habían construido luego de la inundación de 1878 y que habían protegido esa ciudad en otras crecientes.
Nuestro río ha tenido una larga historia de épocas tranquilas y de furiosas correntadas que se llevaron lo irrecuperable dejando el dolor de quienes fueron afectados. Pero siempre ha surgido la solidaridad de los vecinos y han venido tiempos mejores. Pero de cada gran inundación (que prosiguieron durante el Siglo XX)  se han sacado enseñanzas para defendernos mejor ante otra que pudiera venir. 

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