Por Pepo Garay Especial para EL DIARIO
Además de ser el Parque nacional más antiguo del país (1934), el Nahuel Huapi es el segundo más grande, apenas superado por Los Glaciares. Tiene 710 mil hectáreas de extensión el atrevido, bastante más que todo el Departamento San Martín, o un tercio de la provincia de Tucumán. Imaginar cuánto puede entrar en ese colosal territorio, cuántos cerros, cuántos lagos, cuántos bosques, cuánto milagro, marea.
Dividido entre Neuquén y Río Negro, al suroeste del país, el parque un espacio muy especial. Por todas las maravillas que cobija, ya se dijo, y por todo lo que representa en tanto área protegida. Contentos y privilegiados, entonces, nos sentiremos al recorrerle las bondades.
Pluralidad de nombres
Son tantas las opciones, la pluralidad de alternativas, que se hace difícil elegir por dónde empezar. Le apuntamos a San Carlos de Bariloche, corazón del parque y principal centro de servicios del mismo. Allí es donde el lago Nahuel Huapi, gigante de 560 kilómetros cuadrados (lo mismo que Córdoba Capital y toda su área urbana), coquetea como en ningún otro punto del mapa. Son 20 los kilómetros de balcón hacia el espejo de agua que la ciudad tiene. Al final del recorrido, hacia el noroeste, se llega al mítico Hotel Llao-Llao y a los paisajes de bosque patagónico mezclado con celeste y cúspides nevadas. Antes está el Cerro Campanario, dónde tras agradable subida, empieza a disparar el entorno como una ametralladora: cerros Cristal, López, Bonete, Tres Reyes, Otto, Catedral; lagos Moreno, Frey, Gutiérrez. Es un paraíso, un torrente de Patagonia. Y siguen las firmas: el cerro Capilla, el Milaquea, el Brazo Tristeza… y la isla Victoria claro, dominando el lago y con conexión vía barco, al norte, con el Parque Nacional Los Arrayanes y su espléndido bosque de arrayanes (vecino a Villa La Angostura).
También en barco se puede llegar a Puerto Blest, bien instalado en los bordes de la cordillera, con acceso a los lagos Frías, Ortiz Basualdo y a la famosa Cascada Los Cántaros y su pequeño lago homónimo. Son los límites del Parque y del país: por allí también se encuentra el Paso Pérez Rosales, que conecta con Chile. Los aires huelen a puro, a bueno, a verde, a bosque Valdiviano con sus coihues y cipreses.
Bajamos al sur por la cintura del Río Frías, a medida que los Andes sueltan el cerro Tronador. 3.500 metros de altura y belleza cónica, blancos los techos. Llegar a su cima caminando demanda un día completo de subida desde la base (dificultad alta), entre cascadas (como la imponente Garganta del Diablo) y glaciares que empatizan con las ganas de extasiarse de naturaleza. Otros circuitos de trekking clásicos dentro del parque son los que llevan a la laguna Negra, a la laguna Jakob (ambas localizadas en los alrededores de Bariloche) o la que desde el lago Mascardi (al sur del Parque, no muy lejos del Tronador), lleva hasta el lago Roca (20 kilómetros de ida, dificultad baja), la cascada los Alerces y el glaciar Alerce.
A lo largo del recorrido y amén de los vejámenes sufridos revolotea la sabia del mapuche, otrora amo y señor de estas latitudes de ensueño. Hoy sobreviven de a pequeños grupos, poco y nada es lo que tienen. Con todo, la comunidad “co-regentea” el parque, a partir de un convenio logrado con el Gobierno nacional el año pasado. En el día a día, los acompañan los visitantes de todo el mundo y sus vecinos de siempre: los cóndores, los ciervos, los pumas.
Al norte y al este
Queda corto el inventario, aunque era sabido. Porque falta el norte del Nahuel Huapi, con el Falkner, el Traful, el Espejo y otros muchos lagos de la región, algunos de ellos protagonistas del camino de los Siete Lagos.
Después, en la cara este, donde las montañas bajan en altura y los horizontes se ensanchan, hace falta destacar al Valle Encantado. Maravilloso de punta a punta, en la frontera que el Río Limay le marca al Parque. Marcadamente más árida que el sector oeste, la zona enamora con esos cerros de extrañas figuras y bosques que como mechones adornan el césped de tonos amarillos. Mientras se va yendo del Nahuel Huapi, el viajero planea el regreso. Todavía le queda mucho por descubrir en estos parajes.