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16 de Marzo de 2014
NOTA Nº 363, escribe Jesús Chirino
Municipales: huelga de 1935
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El autor Pedro Miguel Martínez, en una recopilación de artículos periodísticos relacionados a cuestiones gremiales, afirma que entre 1905 y 1942 en nuestra localidad se contabilizaron  quinientas cuarenta y cinco huelgas. De ese total, afirma, aproximadamente doscientas fueron desarrolladas por el entonces combativo colectivo de empleados municipales. Es decir que el cuarenta por ciento de las huelgas del mencionado período se produjeron en el marco de conflictos que el  Estado municipal desarrolló con sus empleados.

 Por décadas este sector de trabajadores, empujado por las conductas poco sensatas de diferentes autoridades municipales, protagonizó graves conflictos. Quizás el más importante, y sangriento, de ellos fue la huelga que se dio en el mes de diciembre del año 1935. Así lo rescata el historiador Bernardino Calvo en su Historia Popular.
 
Deuda con los trabajadores
Era el día de Navidad cuando Juan C. López, Celso Gómez y Saturnino Capinteiro sintieron como quemaban en sus cuerpos los proyectiles policiales. Al primero de ellos dos balas se le alojaron en el brazo izquierdo, otro plomo entró en la espalda de Gómez, en tanto que Carpinteiro sintió el mismo dolor en los hombros. La descarga policial había llegado a los blancos pretendidos que no eran otro que los cuerpos de los trabajadores. La escena se produjo en la calle San Juan, frente a lo que era la Cervecería Río Segundo, pegado a las vías ferroviarias. Los heridos integraban un grupo conformado por una veintena de municipales que circulaban por las calles de la ciudad para asegurar el cumplimiento del paro de actividades laborales. Se sabía que algunos  “carneros” que seguían las órdenes del entonces intendente municipal Eugenio Parajón Ortiz intentaban romper la huelga.   
 Desde días antes, a partir del justo reclamo de los haberes impagos, había tenido comienzo el paro municipal. Hacía cuatro meses que las promesas remplazaban los pagos de los sueldos y la cosa terminó explotando en el mes de las tradicionales fiestas de fin de año. La huelga  comenzó con la fuerza de las causas justas, y a poco de andar salió a relucir la violencia policial. El 23 de diciembre el subcomisario Arturo Iglesias ordenó la represión de algunos trabajadores que estaban cerca de las instalaciones del Matadero municipal. Varios huelguistas resultaron heridos por los sablazos del personal policial. A eso se le sumó las violaciones de domicilios de trabajadores y sus arbitrarias detenciones. Los huelguistas respondieron con un acto en la esquina de calle Estado Unidos y Salta en el cual se repudiaron el accionar policial a la vez que denunciaron públicamente que a algunos empleados del municipio llegaba a adeudarles siete meses de sueldo.
 Ante este hecho el intendente municipal sólo señaló que el poco dinero que había conseguido mediante sus gestiones en Buenos Aires lo ponía a disposición de los trabajadores para que pudieran satisfacer sus necesidades más inmediatas, pero no se hizo esperar la clara respuesta de éstos diciéndole que no querían “ayuda” sino “justicia”. Allí se comenzó a trabajar para que otras entidades gremiales apoyaran el reclamo de los empleados del Estado municipal. Se iniciaba la gestación de un paro general en la ciudad cuya concreción se vería acelerada por la represión del día de Navidad. 
 
Represión
En la tarde del 25 las autoridades municipales decidieron tratar de romper la huelga. Para ello dispusieron que algunos camiones regadores, conducidos por quienes habían abandonado la medida de fuerza, salieran a la calle. Organizaron el recorrido de regadores escoltados por policías y soldados montados a caballo.  Cuando el Comité de Huelga de los trabajadores se enteró de la maniobra formó un grupo de veinte municipales que, en un auto y un camión, salieron por las calles para encontrar a quienes pretendían disminuir la efectividad de la modalidad de reclamo. Circulando por la calle Santa Fe, frente a la Plaza Centenario, se encontraron con una partida policial conformada por doce uniformados. De manera inmediata, y sorpresiva, el subcomisario Iglesias ordenó que allí mismo detuvieran a los trabajadores que ante la amenaza de perder su libertad escaparon. La Policía comenzó a perseguirlos e inmediatamente comenzaron a dispararles con sus armas de fuego. Eran alrededor de las 17.30 horas. En la esquina de la calle Catamarca y avenida Alem se produjo el enfrentamiento totalmente desigual. Los policías disparaban balas en tanto que los trabajadores respondían arrojando piedras.  Continuó la persecución y frente a la Cervecería los plomos policiales se envainaron en la carne de los trabajadores tal cual describimos anteriormente. La precaria defensa de los municipales logró herir de un pedrada al soldado Ramón Rodríguez.
 Todo esto hizo que se acelerara el paro general que tuvo lugar el 27 de diciembre. Ese día se manifestó la solidaridad de diferentes gremios como el Sindicato de Oficios Varios, el Centro de Empleados de Comercio, los Gráficos, los Lecheros,  entre otros. También se sumó a la protesta el Centro de Comercios Minoristas. La solidaridad de clase se expresó en el paro general. Por su parte el Centro Comercial e Industrial que decía entender los reclamos no quiso adherir a la medida de fuerza. Así el paro iniciado municipal iniciado el 20 de diciembre evolucionó a una huelga general que paralizó la ciudad.
 
Todos empleados municipales
Una característica importante de este conflicto fue que de él participaron todos los empleados municipales, entendiendo como tales también aquellos que trabajaban para las empresas que contratadas por el Estado local realizaban las obras de pavimentación y del nuevo matadero. Los trabajadores habían entendido que la solidaridad en el reclamo le daba mayor fuerza a su posición. Eso fue una realidad muy palpable en la construcción de la huelga general del viernes 27 de diciembre, a la que no sólo sumaron otros gremios locales sino también partidos políticos como el socialista, el radical y los comunistas. Incluso llegó, desde Buenos Aires, una representación de la Federación de Obreros y Empleados Municipales que ayudó a conformar la Junta de Relaciones Gremiales que el 28 logró el principio de acuerdo con el Poder Ejecutivo municipal. Ese día el Estado municipal reconoció la Sociedad de Obreros y Empleados Municipales, el pago de los haberes adeudados y el cambio de los bonos por dinero. Comenzó así el largo camino de resolución de este duro conflicto que tanto le había costado a los municipales y que contó con el apoyo de la ciudad.

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