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El año 2014 llegó con toda su fuerza y con sus primeros pasos ya se reservó un lugar protagónico en la historia de la ciudad.

El agua invadió hogares, robó sueños, dejó temores y sufrimientos. Pero, además dejó su huella en los cimientos de la política y demostró la fragilidad de ciertas estructuras.

Después de un febrero lluvioso, el intendente Eduardo Accastello festejó su cumpleaños en una semana complicada por la misteriosa e inmanejable fuerza de la Naturaleza.

Más allá de los aspectos hídricos, con demasiados interrogantes en las explicaciones de funcionarios, de las obras que nunca se hicieron y de la ida y vuelta de culpas, la creciente mostró la parte más oscura de quienes tienen y asumieron la responsabilidad de gobernar la provincia.

El gobernador José Manuel de la Sota no se comprometió con la gente de Villa María y la región, sus expresiones no fueron muy afortunadas y Accastello aprovechó la reacción tardía del “Gallego” para cargar o descargar culpas.

Discusiones innecesarias frente a la necesidad de las familias víctimas del desborde del Ctalamochita. 

Discusiones innecesarias frente al padecimiento de los vecinos que viven en barrios lejanos al río pero no pueden salir de sus casas cada vez que la lluvia se hace presente.

Accastello y sus funcionarios trabajaron duro para enfrentar el problema que esta vez golpeó directamente en la puerta la ciudad “que cambió radicalmente en los últimos años”.

Pero atacar el problema es una parte del rompecabezas. La otra parte se llama adelantarse al problema. Crecer no es suficiente sino se acompaña con una buena planificación urbana. Y esa, todavía, es una asignatura pendiente. Hace años que se viene hablando de un plan estratégico, un programa que cambia de nombres, cambia de actores y modifica sus libretos. 

No se puede vivir en la incertidumbre, atado al pronóstico del tiempo. Los vecinos necesitan respuestas urgentes.

De la reunión realizada en el despacho del secretario de Agua de la provincia Fabián López salieron algunas promesas. ¿Son suficientes?

Seguirán haciendo estudios sobre la cuenca del río. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta que venga una nueva sequía y los expedientes pasen a ocupar lugar en los cajones?

Sin duda, la política se vuelve frágil a la hora de resolver situaciones que salen de lo cotidiano y requieren soluciones permanentes. 

Tal vez, el mensaje que trajo este año con sus “imprevistos” permita que nuestros representantes abran los ojos y dejen de lado cuestiones personales para pensar seriamente y responsablemente en el futuro.

No es cuestión de partido político ni de elecciones ganadas o perdidas. Es cuestión de cumplir con la función que la sociedad les ha otorgado. 

Y entre esas funciones está la prevención. Advertencias hubo. Medidas, a la luz de los resultados, parece que no.

 

Se prendió la mecha

Mientras el agua bajaba turbia, los vecinos reclamaban respuestas y las máquinas trabajaban a pleno para limpiar las consecuencias de la creciente, el “fuego” se instaló en la Casona de Pereira y Domínguez. 

La primera sesión, que pintaba tranquila, se tiñó de rojo y una pequeña chispa derivó en un foco ígneo de magnitud.

El edil del macrismo Darío Capitani “se cansó”, según sus propias palabras, de soportar los desplantes oficialistas y lanzó llamaradas por la boca.

El joven dirigente se convirtió de pronto en el opositor más visible del Gobierno de Accastello. Lejos, quedaron los duros embates del juecismo, los ataques de Raúl Costa y las incursiones del radicalismo.

En el sorprendente 2014, Capitani puso el acelerador a fondo y le tiró toda la maquinaria verbal al titular de la bancada justicialista Rafael Sachetto.

“Estos tipos no se bancan las disidencias y tampoco te permiten discutir los temas. ¿Para qué estamos entonces?”, afirmó Capitani en una reunión de amigos.

El muchacho tomó la decisión de “manifestarse” en el recinto “le guste a quien le guste”.

Todo empezó con el planteo de su bloque en torno a un contrato firmado con Federación Mercantil por el estacionamiento en los días del Festival.

El edil opositor planteó una serie de disidencias y de la bancada mayoritaria le respondieron con determinadas apreciaciones que molestaron a Capitani.

En ese punto se prendió la mecha.

“Estamos cansados de recibir cachetadas de políticas y que nunca te respondan sobre las cosas que planteás y que importan a la ciudad. No se bancan debatir, no te dan la palabra y te tratan como quieren. Decidimos no dejar pasar más nada y bancarnos el malestar. Vamos a pelear y a manifestarnos ya que no podés revertir ninguna situación porque te tiran arriba la mayoría.”

Palabras que salieron de la boca de Capitani el fin de semana.

La posición del hombre del macrismo, que llegó a la banca por una alianza con el Partido Villamariense, ya hace prever que el año 2014 será una brasa caliente en la Casona de calle Mitre.

Capitani se puso el traje de férreo opositor y no tiene pensado quitárselo por más tensa que estén las relaciones con sus pares.

Mientras tanto, el joven que sueña con ser intendente no se pierde ninguna movida del macrismo en Córdoba. 

El fin de semana, anduvo por Colonia Caroya en el marco de la 35º Sagra Nacional de la Uva. 

Junto a Héctor Baldassi y el intendente de Jesús María Gabriel Frizza recorrieron el lugar y aprovecharon para hablar con la gente.

El futuro nunca se pierde de vista y viene sin garantía. 

 

El broche de oro

El broche de oro de la semana, para el intendente Accastello, fue el cierre del arreglo con el SUOEM.

Comandando las negociaciones con un grupo de intendentes, y el faltazo de otros, el jefe comunal salió airoso con un acuerdo que dejó “satisfechos” a los sindicalistas pero no tanto a los trabajadores.

El gremio, presidido por Rubén Quevedo, se plantó en el pedido de un 35% de incremento en los salarios, sacó pecho horas  antes de la fecha clave, criticó a dos funcionarios de Accastello (no se metió con el intendente) y logró el número deseado pero con plazos que en un proceso inflacionario no son los ideales para el bolsillo de los empleados.

Las negociaciones tuvieron su puesta en escena. El día antes, el jefe comunal fue al Corralón y desparramó elogios por doquier para los muchachos que pusieron “todo” en las calles durante la creciente y después de la creciente.

Hubo algunos toquecitos muy suaves entre sus colaboradores y los gremialistas.

Carignano hizo el papel de malo y le arrojó unos dardos a los sindicalistas pero después, la política ya nos tiene acostumbrados a estas cosas,  todos juntos pusieron el gancho, menos Villa Nueva, en un pacto que “tuvo el esfuerzo de ambas partes” (dichos de un intendente radical).

Los salarios son una variable importante en las arcas públicas y los números cambian considerablemente.  No es el momento más conveniente para que los jefes comunales decidan un fuerte incremento en los impuestos y algunos tendrán que apelar a todo su ingenio sin meterle la mano en el bolsillo de los contribuyentes. 

El malhumor anda dando vueltas en las callecitas invadidas por el agua entre ingresos que se van encogiendo y precios que pierden su cauce. El año 2014 no se anda con vueltas.