Imagina por un momento cuántos hechos históricos y memorables vivirías en cien años de vida. Rina Torriglia de Frossasco puede contar una innumerable cantidad de ellos, desde su nacimiento, el 19 de marzo de 1914, y hasta su cumpleaños número cien, que será el miércoles próximo. Rina transitó por el Siglo XX de las dos guerras mundiales, de unas cuantas dictaduras, en el país y en diferentes rincones del mundo, la llegada del hombre a la Luna, la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín, la vuelta de la democracia a la Argentina, la irrupción de computadoras, cable y aparatos casi “mágicos” que conectan personas de diferentes partes del planeta con tan sólo presionar una tecla. Rina nació cuando hacía muy poco se había instaurado el peso moneda nacional y pasó por los pesos ley, pesos argentinos, australes y pesos convertibles, a los que tuvo que quitarles varios ceros para calcular el cambio.
La pasta frola que congrega desde hijos hasta bisnietos
Esta mujer centenaria, tiene una rutina diaria que comienza con lo que más le gusta: regar y cuidar sus plantas. Después, prepara la comida. Los domingos, asiste a misa, acompañada por su hija, quien vive con ella. “Tuve mi primera hija, Ana María, a los 24 años. En total, tengo tres varones y tres mujeres”, contó Rina. La especialidad en la cocina es la pasta frola que cocina todos los domingos, y que desaparece de la mesa donde se reúnen no sólo sus hijos, sino también sus trece nietos y los diecisiete bisnietos. Claro que no siempre están todos, pero sí lo estarán el próximo sábado, cuando en el quincho del Salón Sport, Rina escuche por centésima vez que le cantan el “feliz cumpleaños”.
“Como de todo”
Rina camina como si los años no pasaran, ni pesaran, sobre sus piernas. Excepto la limpieza de la casa, que la realizan sus hijas, ella se encarga de muchas de las tareas, se reúne con sus amigas, porque el “chocolate” en La Madrileña no puede faltar, y menos en invierno. Tampoco su estómago hace eco de los años, porque ella misma aseguró que “como de todo”, aunque una de sus hijas advierte que “es prudente en las comidas”. Otro de sus hijos, bromeó con que “tomamos más pastillas nosotros que ella”, cuando Rina cuenta que hace unos años le descubrieron una arritmia y por eso toma “pastillas para la presión y la aspirineta”.
El recuerdo de su marido y su Morrison natal
Rina recuerda a su marido, Luis Frossasco, mientras lo busca con la vista entre las fotos que se exhiben en el mueble del living. “¿Dónde lo pusiste?”, le preguntó a una de sus hijas. “Murió muy joven, antes que pudiéramos cumplir las Bodas de Plata. Falleció a los veintitrés años de que nos casamos”, relató.
Oriunda de Morrison, Rina transitó por Carnerillo, Las Perdices hasta que en 1958 llegó a Villa María y se radicó en el barrio Güemes, antes de ubicarse en la casa de barrio Bello Horizonte. Ella es la única mujer de su familia, ya que los demás, seis en total, eran todos varones. Uno de ellos vive en Italia, país al que Rina viajó en el año 1994, y desde ese momento, no se encontró con su hermano nuevamente, aunque las charlas por teléfono acortan las distancias.
Ella contó que “sólo hice la primaria en el colegio Nuestra Señora del Huerto, en Bell Ville”, y confesó: “Me hubiese gustado mucho seguir estudiando. Pero nacieron mis hermanos mellizos, y había que ayudar en la casa. Además, como nosotros vivíamos en Morrison, si quería seguir estudiando, tenía que irme a una pensión en Bell Ville”. Rina aseguró que “de computadoras no sé nada”, pero sus hijos admitieron que maneja a la perfección el microondas y el lavarropas. “Imaginate de lavar con agua extraída de bombas y planchar con almidón, a tener un lavarropas”, comentó uno de ellos. Otra de sus hijas contó que, ante las noticias que Rina ve en la televisión sobre avances tecnológicos, la mayoría de las veces “no lo puede creer”. Ella, orgullosa de sus nietos y bisnietos, contó que “los más chiquitos manejan de todo sobre eso de las computadoras”.
Festejos cada diez años
Una de sus hijas, mostró una de las fotografías ubicadas sobre la pared y sobreel mueble del living, donde Rina posa junto a nietos e hijos, en los anteriores festejos. “Esa, por ejemplo, es de cuando hicimos la fiesta por los noventa años”, comentó Ana María, su hija mayor.
Otro de los hijos, bromeó que “ya le hemos hecho unas cuantas fiestas de esas”, cuando Rina alcanza otra edad que lleva un cero, precisamente, cada diez años.
Brindar por la vida
“Si no la vigilamos, se te va”, dijo uno de sus hijos, haciendo referencia a Rina y a su gusto por caminar, por pasear por el barrio y visitar a sus amigas.
Antes de sentarse a la mesa porque el mate cocido ya está listo, Rina no pierde oportunidad de recordar que el miércoles “a las once en la parroquia Santa Rita” se ofrecerá una misa en su honor, en honor a cien años de una vida que le regaló una treintena de personas que, junto a ella, levantarán su copa, porque según confesó uno de sus hijos, “en las fiestas no le puede faltar un vasito de vino”.
Clara Trillini
