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Olga Fernández de Núñez |
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Por: Darío Falconi
(eldiariocultura@gmail.com)
Imagínese lector, qué pasaría si en la actualidad una joven villamariense de tan sólo 19 años, publicara su primer novela en una editorial de prestigio de Buenos Aires. Qué felicidad y orgullo para las letras locales sería haber escrito su primer libro a los 15 ó 16 años y publicarlo a los 19, que ese texto fuese uno de los géneros tan demandantes y complejos como la novela, que su tirada fuese de 1.000 ejemplares, que haya sido publicada por una renombrada editorial nacional y de prestigio, que además de todo ese libro fuese prologado por un periodista reconocido y reciba interesantes repercusiones en los medios de los distintos vericuetos del país.
¿Este pensamiento parece poco creíble para nuestra realidad actual, no le parece lector?
Más aún, si a todo lo mencionado más arriba lo pensáramos 70 años atrás, esta realidad se convertiría prácticamente en utópica.
Pues bien, deje de imaginar esta situación y ponga los pies sobre la tierra, porque lo descrito más arriba sucedió en realidad. En 1939 Olga Fernández Núñez publicaba en la Editorial Tor Linón, su primera novela de amor. Con una prosa sabrosa, la autora nos llevará de la mano para que seamos partícipes de un romance entre Enrique y Leonor, “dos corazones que se buscan y no se encuentran”, como diría un fragmento del texto. Historia, que podremos revivir, ya que será reeditada prontamente.
Otros títulos de la autora son: Bajo el cielo de Villa María (1979) en autoría con versos póstumos de su hermano Isidro Fernández Núnez, Historia de la literatura de Villa María (1991) en co-autoría con Bernardino Calvo y Dolly Pagani; Amadeo Sabattini. Síntesis de su vida y obra. Centenario de su nacimiento 1892-1992; Villa María, cien años de literatura (1993) co-autora con Bernardino Calvo y Dolly Pagani; Isidro Fernández Núñez, una biografía, de 2003. Olga integró diversas antologías como las obras del primer, segundo y tercer Congreso de la Junta Municipal de Historia, Municipalidad de Villa María. También posee diversos estudios de política.
Motivado desde hace un tiempo por la reaparición de Linón y la publicación de su nueva novela La escritora, me acerqué hasta su casa para conversar con quien es considerada la autora de la primera novela villamariense. Habíamos acordado varias veces la entrevista, pero fue postergada en reiteradas ocasiones por el delicado estado de salud de Olga. Hacía poco había estado dos días sin conocimiento, como en un estado de coma (me comenta), luego despertó como si nada y desconociendo todo lo que había sucedido. En sus palabras: “Fue una experiencia bastante rara para nuestra capacidad de entendimiento.”
Finalmente, estamos en su living, para hablar de temas más amenos… los literarios.
—Olga, ¿cómo fue la travesía que debió realizar para publicar Linón?
—Un chico artesano hizo unos cuantos ejemplares de Linón porque la UNVM, en el área de literatura (se refiere al seminario “Rescate del patrimonio literario de Villa María” coordinado por Dolly Pagani) tomó esa novela; mejor dicho, tomó la aparición de escritores en la década del ’40. Mi novela salió en 1939, yo la debo haber escrito entre los 15 y 16 años, no la publiqué de inmediato porque no era muy fácil publicar en ese momento, nunca lo fue, pero en aquel entonces peor. Dicen que todas las novelas, aunque uno lo niegue, tienen algo de autobiografía. Sí, hay algunas cosas que me han pasado a mí, con gente que yo conocí. Empecé a escribirla espontáneamente un día en que se me dio por escribir. Busqué los personajes de esta novela de amor bastante clásica, y pese a mi corta edad, tuvo repercusiones interesantes en lo que a mí respecta.
Consulté a un periodista que en ese tiempo hacía charlas en la Radio Stentor, que se llamaba Juan José de Soiza Reilly, era muy conocido. Recuerdo que salían unas novelitas semanales que se vendían en los quioscos, yo leí una de él, pero lo escuchaba todo el tiempo; y un buen día en que ya vi mi novela terminada, se me ocurrió decirle a un hermano mío que tenía algunos contactos, que quería saber qué opinaba de la novela alguien que sepa.
—Claro, porque Villa María no había quién pudiese darte esa opinión. ¿Cómo era el ambiente literario en ese entonces?
—No había sociedad de escritores, para nada, por ahí aparecía algún verso en algún diario, algún escrito sobre algún tema de actualidad, como la muerte de una aviadora, la muerte de Marconi… esos hechos puntuales del momento; pero en realidad no había una literatura. Como yo era tan joven, mi hermano me dijo que sí, pero había que viajar en tren sola y todo lo demás… entonces le escribí una carta a este periodista y me dijo que fuera a llevarle el ejemplar que había escrito. Entonces fui, me indicó la dirección, en la Avenida de Mayo en un hotel que se llamaba San Luis, me había dado las explicaciones. Con un poco de miedo y con un poco de audacia, llegué, tendría 17 años. Este escritor me dijo que se lo dejara y que me iba a contestar qué le parecía, y lo que me mandó fue el prólogo. Me dijo “ya lo puede publicar, su libro tiene condiciones, sus personajes están trazados de mano maestra. A pesar de ser muy joven se vislumbra una capacidad y un talento natural y una vocación propia de escribir. Mal haría yo en hacerle perder el entusiasmo con el que la veo, porque realmente yo creo que de usted se puede esperar mucho, porque hay muchos detalles en el escrito que revelan que hay una buena lectora, y de haber frecuentado la lectura de novelas. Se nota que usted tiene condiciones especiales para seguir escribiendo.” La novela se publicó en Buenos Aires, en la Editorial Tor, una de las más conocidas. En ese tiempo no se hacían presentaciones de libros, y en una librería que se llamaba “Librería del Colegio”, con un nombre grande, se pusieron unos cuantos ejemplares, esa fue la propaganda. Después hubo otras cosas en los diarios, pero no las tengo acá, porque le di toda la documentación que tenía a la UNVM, de las opiniones que tenía del diario de Villa María, Córdoba, de Buenos Aires… además que las editoriales hacen propaganda de sus novelas, de sus escritos en otros libros con los datos de la novela, la autora y el contenido.
—¿Qué sucedió después con su producción?
—Después yo seguí escribiendo siempre, Linón fue una novela de amor, sencilla; lo más curioso es que uno de los diarios decía que se notaba que la autora había frecuentado la lectura de los novelistas franceses, porque tenía una influencia muy marcada de esa novelística; yo sola me reía porque había leído algo, pero no para que yo adquiriera esa corrección.
Yo seguí escribiendo, fui una de las fundadoras de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores). Colaboré en algunos diarios y revistas, hice algunos trabajos sobre política actual de la realidad del momento. Participé en un libro de Amadeo Sabattini que hizo el Gobierno de la provincia. Practico la prosa y la poesía, escribí poemas de versos que tenía mi hermano fallecido Isidro Fernández Núñez.
Se ha hecho un estudio bastante exhaustivo en la UNVM con respecto a salvar el patrimonio de la literatura de Villa María y entre los libros que pretenden salvar aparece Linón. Se pretendía hacer una evolución desde esa primera novela hasta esta segunda que está ahora en prensa. Buscar la continuidad dentro de la distancia, marca la continuidad en el estilo.
—Esta novela, ¿es un texto nuevo, actual?
—Es un texto de estos últimos años, tiene una distancia en el contenido, en los personajes, en el lenguaje, en todo; inclusive el desarrollo de la primera novela, que es una novela de amor con todas las cosas de las novelas que se leían entonces… había series de novelas del mismo tipo, había como un patrón. La novela cambió mucho, por supuesto desde que yo escribí Linón al presente hay una distancia sideral; pero no me alejé del estilo ni cambié el sentido general de todos los hechos que rodean a la gente que está dentro de la literatura. Yo actué con Linón, por el sentimiento y por una vocación que se me despertó espontáneamente, pero en realidad, a esta novela le atribuyo una experiencia de vida dentro de la literatura, porque la mujer es escritora. Esta novela, lo aclaro en la presentación, que no es autobiográfica porque no tiene que ver conmigo, pero sí es una especie de relación con gente que son conocidas que actuaban en la literatura y en la vida; existió ese clima y existieron esos hechos. Dentro de lo que tuve que cambiar para que no salieran los nombres propios, he tratado que no se descubrieran los personajes que existieron en realidad. He tomado de la realidad a lo que yo le he dado un viso de fantasía, para evitar que se convierta en biografía; pero en realidad fueron ellos los que vivieron esas emociones.
—¿Cómo se llama la nueva novela y quién la publica?
—La novela se llama La escritora y me han dicho que la publica una editorial que está en Villa Nueva (Ediciones CC). Es una novela del tipo actual, no he cambiado el estilo, lo que más me satisface interiormente. Los personajes que he creado, los que he inventado y los que he conocido, me dan la necesidad de guardar un poco el secreto de donde vienen. Triunfa la mujer como escritora, pero hay un epílogo bastante desconcertante, tiene una terminación imprevista. Respecto a la presentación calculamos que hasta los primero días de marzo; además, el presidente de la SADE aseguró cuando asumió, que vendría él mismo.
@ Linón (1939)
Después de ejecutar algunos arpegios, Leonor abandona el piano y camina lentamente hacia la terraza.
Bella, de estatura regular, su cuerpo está dotado de gran elegancia que se acentúa en su andar de abandono y pesadez.
Leonor tiene diecisiete años. Diecisiete años que se reflejan en la esbeltez de su silueta, en las perfectas líneas de sus rasgos fisonómicos y en su expresiva mirada en la que se adivina una vaga ansiedad y un brillo de viveza juvenil.
Su blanco rostro que contrasta admirablemente con el azabache de sus ojos, y de sus rizados cabellos, presenta ahora una expresión pensativa.
Cae la tarde, y Leonor piensa...
Piensa desde el día aquel en que conoció los principales misterios de la vida. Era, entonces, una niña.
Varias veces se lo había preguntado a sí misma con infantil curiosidad, y su inocencia halló una solución tan convincente que ella juzgaba real, a pesar de ser confusa e inadmisible.
Pero una tarde... El crepúsculo lucía sus destellos de oro viejo, cuando una niña tan niña como ella, derribó su castillo de inocencia...
Intentó protestar, pero pudo más el raciocinio que su convicción espiritual, y desde entonces dejó de ser niña para convertirse en una mujer conocedora de la realidad.
¡Ella!... que se había forjado un mundo ideal donde existía la comunión de las almas.
Sus ojos al abrirse absortos a la crudeza de una realidad que se antoja horrenda, creyeron contemplar todas las miserias de ese mundo que ella soñara feliz y placentero...
Leonor se convierte así en una acendrada mística. ¡Nada del mundo y sus placeres!... Ella no puede vivir esa vida, pues su alma, la esencia exquisita de su ser, llena de emotividades y encantadores perfiles, se ha educado en personalísimas creencias.
Ella adivina en sí misma su natural apasionado, pero sus aberraciones del espíritu han dictaminado que siga el sendero de los puros y los castos, y siempre acuden a sus labios aquellos versos de Fray Luis de León:
Qué descansada la vida...
La del que huye el mundanal ruido
Y sigue la escondida senda
Por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo ha sido!...
Sin embargo, Leonor sueña a veces, y en ese ensueño es en el que ahora se pierde su imaginación.
Si apareciera en su vida ese príncipe azul, que conoce a través de las novelas, si alcanzara un amor grande y sublime, uno de esos amores de que hablan los poetas, ¿persistiría, acaso, su propósito de “no vivir”?...
Su mirada se pierde en el vacío, y dejándose llevar por el entusiasmo exclama en alta voz: ¡Cuánto quisiera vivir una novela!...
Es tanta la animación que pone en sus palabras que sus ojos se iluminan, y permanece en éxtasis contemplando imaginariamente una figura que forja su mente caprichosa, y que no es más que la representación ideal del ser que, según ella, haría la felicidad de la soñadora...
* * *
Cultora del arte de Chopín, la bella adolescente es una artista del teclado.
De superior sensibilidad su alma se ha compenetrado de la substancia misma de las interpretaciones, y hoy es a la vez que delicada ejecutante, una sutil compositora.
Las clases de música las recibe en la Escuela del Sagrado Corazón, en cuyas aulas se deslizó plácida su niñez entre las blancas tocas de las religiosas que, cual palomas de amor y de dulzura, captaron el suave corazón de Leonor haciendo de ella un alma inspiradora por nobles y elevados sentimientos.
Pero Leonor ha cambiado. Ese sueño, esa idea, ese ser ideal producto de sus fantasías romanísticas se ha posesionado de su ser, y al iniciar su vida de mujer, su espíritu pasa por impaciencias, desalentadoras postraciones, y abatimientos inexplicables...
“Capítulo primero” de Linón, de Olga Fernández Núñez, Editorial Tor, Buenos Aires, 1939, 158 páginas.
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