Escribe Iván Wielikosielek

 

Apesar de su notable inclinación por la lectura, Leo Ambrosino nunca soñó que un día se volvería escritor. Sin embargo, desde que le detectaron una enfermedad invalidante y se tuvo que jubilar de su profesión empezó a dedicarse en cuerpo y alma a una vieja asignatura pendiente que según sus palabras, “nadie quería agarrar porque quemaba”: la composición de un libro que sintetizara los cien años de la Liga Villamariense de Fútbol. Y así fue como Leo cambió diarios y novelas por viejos libros de actas; esas ancestrales reuniones de la memoria asentadas por secretarios con caligrafía de monjes. A esos libros, Leo los escudriñó con pasión de filólogo, descifrando firmas de niños del “baby” que con el tiempo terminarían siendo los apellidos de celebridades o simples trabajadores de la ciudad y, en algunos casos grandísimos jugadores. También se encargó de recopilar cuanta revista deportiva de la ciudad cayera en sus manos ya que “la falta de una hemeroteca hace que uno se las arregle como pueda, con archivos de la Biblioteca Rivadavia y no mucho más”. Entonces tomó números de “Ecos deportivos”, “Impacto deportivo” y “Semanario Deportivo” (las notas estaban firmadas generalmente por Héctor Cavagliato y Raúl Juan), las síntesis del semanario “La Opinión” y el archivo de don Dyber Bocco, quien acaso ostente la estadística más completa de toda la historia liguera. Con ese corpus de papeles amarillentos y testimonios invalorables, este escriba del Siglo XXI estuvo en condiciones de reconstruir los primeros 50 años de Liga, ese “primer tiempo” de la historia que se había perdido.

“La LVF es, por suerte, una de las pocas instituciones de la ciudad que conserva todos los libros de actas desde su fundación hasta la fecha -comenta el hombre que la presidió de 1986 a 1992-. Y fue gracias a esa fuente preciosa que he podido reconstruir su historia. Alguno de esos libros son tan pesados que no los podía levantar solo. Cuando me prohibieron seguir trabajando, me llevé esos libracos a mi casa para empezar a contar este cuento de cien años”, remarca con más simpleza que orgullo pero sin poder ocultar la emoción de haber sido historiador y poeta. 

 

Hace un siglo, cuando la Villa era un pueblo

-¿Cuál fue el criterio de composición del libro?

-Lo pensé de tal manera que una página sintetizara un año, desde 1914 hasta la actualidad. Pero mi idea fue no quedarme sólo en lo futbolístico, sino mechar la historia de Villa María. Hablo del primer presidente de la Liga que fue don Jorge Hillar, de los cuatro clubes fundadores: Sarmiento, San Martín, Unión Central y el Instituto Sarmiento, que era el club de fútbol del Colegio de Vitulo. De las primeras selecciones de la ciudad…

-Hojeando las pruebas de imprenta veo a una celebridad de la política local: don Amadeo Sabattini…

-Sí, porque don Amadeo tenía un hermano que jugaba en el Club Sarmiento y en una elección quiso ser presidente ¡Pero perdió por seis votos a uno! Y mirá vos, a los pocos años es elegido gobernador ¿Te imaginás a dónde se habrán metido esos negros que le votaron en contra?

-Hay un hecho importantísimo para el fútbol villamariense, acaso el primero de relevancia nacional y es del año 28…

-Claro, porque jugamos el Campeonato Argentino en Buenos Aires. Era una especie de “viejo nacional” que reunía a las ligas campeonas de cada provincia. Y como Villa María gana ese año el campeonato cordobés, clasifica para la semifinal. Allá nos toca jugar nada menos que contra Provincia de Buenos Aires, lo que era lo mismo que decir contra la selección que venía de sacar la Medalla de Plata en Amsterdam. Pero nuestra Liga perdió “nada más que 2 a 1” y a la vuelta los jugadores fueron recibidos como héroes. ¡Habían conmocionado la ciudad!

-También llama la atención una foto de Juan Domingo Perón en Villa María…

- Fue su primera visita en el ´44 como ministro de Trabajo, para inaugurar el monolito del Paso de Ferreyra. Por ese entonces, el presidente del Club Sarmiento lo invita a un brindis y le presenta una maqueta del estadio monumental que planeaban construir para todos los clubes ¡Lo mismo por lo que estamos peleando ahora, setenta años después! 

-¿Qué opinás de la construcción de un estadio único y la venta de la Placita?

-Creo que definitivamente habría que sacarla de ahí, que tendrían que aceptar el canje que el municipio ofrece para el estadio. A mí me encanta lo viejo y sé que la cancha tiene mucha historia, que se inauguró en la Intendencia del doctor Martínez Mendoza en el 23 y que fue durante muchos años el centro de reunión deportiva de la ciudad. Pero analizándolo fríamente, me parece que la cancha no da para más en la época en que vivimos. Creo que debieran trasladarla a las afueras, como hicieron en Córdoba con el Chateau Carreras.

-También registrás en tu libro la venida de los clubes grandes a la ciudad…

-Sí, sobre todo las del año ´61 donde vinieron casi todos a jugar contra Sarmiento. River, Boca, San Lorenzo, Vélez, Banfield… Jugaron en la vieja cancha donde ahora está la Terminal. Boca, por ejemplo, ganó 4 a 1. También tengo el contrato que lo traía a San Lorenzo con la cláusula de poner sí o sí al “Nene” Sanfilippo. Era la primera vez que los villamarienses veían jugar a semejantes monstruos. ¡En esa época no había televisión!

 

De aquí a la eternidad: ídolos “made in” VM

Además  del rigor estadístico y las curiosidades históricas del libro, constato la belleza de las imágenes. Y como si se tratara de un álbum de figuritas que nunca se imprimió para los niños villamarienses aparecen todos los ídolos del balón fotografiados o retratados por la tinta maestra de Raúl Olcelli. De esa galería de próceres se puede contar a Lorenzo Gilli (“en el ´34 pasó de Ferro a San Lorenzo y fue el pase más caro del año”), a Omar Ermácora que jugara en Banfield (“y que fuera el mejor jugador villamariense de la década del ´50”), a la “Pepona” Reinaldi (“que cada vez que iba con las inferiores de Unión Central a Arroyo Cabral nos metía 6 o 7 goles él solo”) y otros ídolos con menos alcance nacional pero acaso mucho más entrañables para los futboleros locales, como el “Toño” Carpintero de River Plate (“el arquero más histriónico de la ciudad”), el “Tapita” Requena o el “Pachi” Martina (todas las comillas pertenecen a Leo). También hay fotos de un amistoso entre Alumni y Argentinos Juniors en el 79 con la venida de un pibe que por ese entonces la rompía, un tal Diego Armando Maradona. Pero Leo tiene algunas palabras para decir, precisamente, acerca del Fortinero.

“El Alumni del ´78 es un capítulo aparte del libro, porque tuvo un período de apogeo. Fue con la dirección técnica de Hernán Ríos. Por ese tiempo yo era presidente de Colón de Arroyo Cabral y teníamos un equipazo, pero siempre salíamos segundos. Tuvimos la mala suerte de coincidir con ellos. Ese equipazo que te ganaba con los jugadores, con la hinchada o, de última, con los árbitros… (risas). 

-Muchos de esos jugadores fueron ídolos en la selección villamariense…

-Y sobre todo el “Pachi” Martina de aquel Alumni. Por ese entonces, el técnico de nuestra selección era el célebre Félix Loustau, de “La Máquina” de River del 45. ¡Y el “Pachi” era un wing izquierdo que jugaba como él! Ese año, Alumni hizo una gira por Chile y al “Pachi” lo quisieron comprar. Pero él no se quiso quedar en Chile. Decía que no le gustaba la sopa de tortuga, que extrañaba las milanesas de su vieja… (risas)

- Hablabas de la supremacía de Alumni y que tu Colón siempre salía segundo. ¿A qué se debe que los clubes de Arroyo Cabral hayan ganado tantos campeonatos en los últimos tiempos?

-A que tuvimos un gran director técnico a fines de los ´70, que fue Enrique Martínez, un grandísimo jugador de Central Argentino. El nos cambió la cabeza a todos, a jugadores y dirigentes, armando una fabulosa base de inferiores y directores técnicos. Fue el primero que los hizo entrenar doble turno y concentrar. Eso no se conocía en el pueblo. Los que se formaron con esos preceptos ahora están cosechando campeonatos. En la década del 80 Colón ganó cinco campeonatos. Ahí empezó todo. Y por cierto, tuvo que ver conque Alumni retiró su primer equipo de la Liga para jugar en la provincia.

-El libro se presenta mañana a las 20.30 en el auditorio del Rectorado (Entre Ríos 1431) ¿A qué se debe que el evento sea en una institución no deportiva?

-A que queremos convocar a la gente de toda la comunidad, no sólo a la del deporte. ¿Y qué mejor lugar que la Universidad? Además creo que este libro, más que de fútbol, es de cultura; acaso porque el fútbol dé una de sus más ricas expresiones. Por eso es que invitamos a la gente del deporte pero también a escritores; a los apasionados de la historia y a los nostálgicos; a los cracks y a los que como yo no servíamos con la pelota; la gente mayor que vio jugar a tantos monstruos pero también y, sobre todo, a los más jóvenes. Porque de ellos es el presente de esta Liga; el futuro de esta ciudad y de este libro.

Y Leo Ambrosino posa para la foto con una mirada profunda y distante; como si efectivamente hiciera un esfuerzo para vislumbrar el futuro de la Liga y ver algo de los partidos que vendrán. Es la misma mirada con la que descifró ancestrales libros de actas y luego los asentó en capítulos convirtiéndose en algo que nunca se hubiera imaginado: un escritor. Ese monje de la historia futbolera de la ciudad leyendo biblioratos que, como inmensos códices, no podía levantar sin la ayuda de otro. Lápida de piedra de un pasado en tinta oscura que con pasión y disciplina resucitó a los claros días del presente.

 

Mañana lo presenta