El actor villamariense Andrés Fraire está montando la obra “Desde el andamio”, todos los domingos de marzo y abril en La Tertulia, sala teatral de Buenos Aires. El joven está protagonizando su primer unipersonal con un personaje más que peculiar. Según adelantó, anhela realizar una gira por el interior del país después de mayo, donde tendría a nuestra ciudad como una de las plazas a elegir. En diálogo con EL DIARIO, Fraire habló sobre la destacada pieza.

-¿Cómo resultó el proceso de creación del personaje?

-A la hora de crear un personaje parto siempre de imágenes, que por lo general se encuentran en mí, en algún lugar de mi mente, en algún recuerdo. De todas ella hay una que decanta sola, por ser la más clara y consistente y por tener el hermoso poder de encerrar muchas cosas. Esto me sucede en algún momento del propio trabajo, del propio ensayo/error al cual me someto constantemente. En el caso puntual de “Desde el andamio”, el proceso fue muy dinámico y experimental a la vez. Des-

púes de la primera lectura del guión sabía que debía investigar y jugar con los paralelismos y los extremos que la historia y el personaje proponían. El disparador que utilicé para empezar a crear a este albañil fue la soledad. Este personaje se mantiene en el anonimato total al que están acostumbrados los obreros de la construcción (los únicos artistas que no firman sus cuadros, sus obras), mientras que abajo todos van y vienen al mismo lugar, creyendo sentirse acompañados y conocidos, cuando en realidad no sólo no es así si no que también sufren de ser anónimos, cayendo en la cuenta de  que sólo son un número más. 

-¿De qué manera te interiorizaste en el mundo de un trabajador albañil? ¿Hiciste "trabajo de campo"?

- Sí. Es fundamental saber a qué mundo pertenece el personaje que debes crear. Porque es una fuente de recursos de la cual después te vales como actor para darle vida e identidad. Aquí en Buenos Aires, en una cuadra podés encontrarte con andamios de los más variados en cuanto a forma, tamaño y color. Hay tanta construcción que es imposible no ver quiénes y cómo son los que trabajan allí. Salía a caminar sin destino y cuando encontraba a estos obreros los miraba, los escuchaba. Quería captar su corporalidad, su forma de hablar, sus movimientos, ademanes, gestos. Todo en ellos es característico. Se mueven a mucha altura y con una soltura realmente  envidiable. Hablan fuerte, no sólo por los ruidos de la gran ciudad y de la propia tarea, sino también porque el viento es un factor clave en su trabajo. Tiene la capacidad de llevarse  las palabras para cualquier lado, puede disminuir o no el tono de la vos. Por eso también tienen gestos y señas especiales, sólo para entendidos. 

 

“Yo encontré el texto”

 

-¿Cómo fuiste elegido para ese papel?

- Este proceso fue al revés de lo que comúnmente sucede. Fui yo quien encontró el texto. Lo leí, me gustó. Busqué el contacto del autor y le escribí un mail solicitando los derechos de la obra. Carlos María Alsina me los dio inmediatamente. El primer paso estaba logrado. Faltaba lo más importante que era encontrar director. Me reuní con un par de ellos. Ninguno me convencía, hasta que en la última reunión pactada del día conocí a Diego Barzabal. Le comenté del proyecto, me dijo que le interesaba y ahí no más nos pusimos a trabajar. Luego Diego propuse a Luciano Chiapperi como asistente y productor y yo propuse a Iván Salvioli como escenógrafo. 

-¿La sala se presta para este tipo de obra? 

- La sala es bastante operativa. El escenario está a nivel del piso. No es caja a la italiana ni está elevado. Quien sí lo está es el público, que se ubica en gradas, teniendo una  muy buena visión. El andamio es de altura y el personaje nunca baja de allí, con lo cual le propone de entrada al público una postura corporal y visual diferente.