Los acordes de “El último café” , tango de Castillo y Estamponi, le despertaron una memoria emotiva que activó en Patricia Ida Frola la posibilidad de volver a caminar.
De paso por esta ciudad, la médica villamariense estuvo en EL DIARIO hablando del proyecto de su libro que titulará “No pierdas las esperanzas, si yo pude, vos también”, en el que cuenta cómo descubrió el tango como terapia para recuperar la movilidad.
Al relatar su historia, Frola, nacida hace 57 años en el barrio Manzotti, cursó toda su escuela en el colegio Rivadavia y luego en la Universidad Nacional de Córdoba, donde egresó como médica.
Más tarde fue a Buenos Aires, donde hizo la especialidad en Dermatología y se quedó allí a trabajar.
En 1992, comenzó con un fuerte dolor en la columna y pasó cinco años viendo que se deterioraba su capacidad motriz, sin tener un diagnóstico preciso. “Vi 17 neurólogos y viajé dos veces a Estados Unidos. Todo sin respuesta”, agregó.
Finalmente, en el año 1999, le diagnosticaron “Parkinson juvenil”, a partir de lo cual sintió un tremendo alivio. “Un poco por la certidumbre y otro, porque al no saber qué tenía, me preparaba para morir. Cada Navidad la sufría porque no sabía si llegaba la próxima. Con el diagnóstico, me preparé para seguir adelante”, dijo.
En el año 2000. Cuando tramitó el certificado de discapacidad, se conducía por Buenos Aires con un gran malestar anímico por el símbolo que tiene su vehículo adaptado (un hombre en silla de ruedas) y con ese malestar llegó al kinesiólogo que la rehabilitaba.
Con tino, el profesional le dijo que podía ofrecerle música a través de un casete que había dejado un paciente anterior. Así fue que en la sala comenzaron a sonar los acordes del tango “El último café”. “Sin darme cuenta, hice un movimiento con los bastones. Ese movimiento, hoy se que es un pivot, un paso de tango, y así hice los primeros pasos para volver a caminar”, señaló.
A los pocos días, una paciente advirtió su mejoría y le recomendó un profesor de tango que comenzó a ir a su casa a darle clases. “Pasaban las cosas de inmediato. Yo estuve con andador, bastón y silla de ruedas. Gracias al tango hoy superé eso y camino”, relató.
“En 2009, cuando fui a dar una charla en Mendoza sobre la terapia a través del tango, expliqué que el ritmo del dos por cuatro tiene la exacta métrica que me permite recuperar la marcha”, señaló.
Entiende que el dos por cuatro es una conjunción del ritmo cardíaco materno, lo primero que escuchamos en la vida, con el ritmo del propio corazón. Es por eso que tiene la capacidad de despertar la memoria emotiva más remota.
Así fue progresando en el desarrollo de la técnica, buscando, como investigadora, las razones de esa mejoría.
Tiene que ver con el tipo de ritmo, como explicó, pero admite el componente cultural. “Seguro que para una española hará ese efecto un paso doble”. También tiene que ver con la alegría y la emoción que genera la música y la danza, estimulando positivamente el organismo.
“Es un fenómeno que se conoce como neuronas en espejo, a través de las cuales nos conectamos con cosas placenteras que hicimos en la juventud, como el deporte, la artesanía y la cultura en general”.
Patricia, quien fue campeona de tenis criollo en su juventud, cuando practicaba el deporte en su querido club Almagro, ve que hoy toma el bastón como si fuera la paleta.
“En la plaza de mi barrio, voy con un amigo a practicar y esa experiencia me transforma. También bailo tango todos los sábados”, dijo.
Investiga permanentemente los efectos de esa terapia y hoy por hoy, tiene un sueño: “Convertir a Villa María en la primera sede del mundo de terapia de recuperación motriz con abrazo de tango”, a lo que suma la identificación de los pasos con colores.