No se trata de una efemérides más, sino de un ejercicio de memoria colectiva sobre la historia reciente de nuestro país.
Nosotros tenemos una concepción amplia, absolutamente amplia, de los derechos humanos, como el derecho a una vida digna en todos sus aspectos. Es para el proyecto que encabeza nuestro intendente una “cuestión de Estado”. Plantados desde esta óptica es que debemos prestar atención a toda violación de este derecho a transcurrir por este mundo con dignidad. Esa es nuestra premisa, nuestra línea política; ahora bien, estamos convocados aquí porque la mañana del 24 de marzo de 1976 comenzamos a transitar la “noche” más oscura de nuestra Nación.
Es que a partir de ese momento se violaron los derechos humanos en forma sistemática, infausta, siniestra, ya que se aplicó un plan, perfectamente elaborado, de represión, con un alto costo humano, que sometió a miles de personas al secuestro, a la tortura, a la muerte y a la desaparición. Otros tantos poblaron las cárceles sin causa y menos aún con procesos legales; otros compatriotas encontraron en el exilio la única forma de sobrevivir. Cientos de niños fueron arrancados de los brazos de sus madres en cautiverio al nacer y privados de su identidad y de su familia.
Este ha sido el aspecto más grave, más doloroso, del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional. Pero quedarse sólo en él sería una visión parcial del ejercicio de memoria. No podemos dejar de señalar que detrás de este infierno y propiciándolo había grandes intereses económicos, tan poderosos como minoritarios, que nos llevaron a una pobreza extrema.
Este procedimiento pensado con métodos criminales de exterminio de todo aquel que pensara diferente (aunque también fueron asesinadas o desaparecidas personas por el solo hecho de encontrarse en un momento y un lugar determinado o estar en una agenda) tuvo por finalidad la transferencia de nuestras riquezas a pequeños grupos; muchos de ellos, extranjeros.
La cultura popular fue herida de muerte, sus expresiones fueron aniquiladas, prohibieron miles de libros, como expresa la muestra que ahora inauguramos; canciones, películas, cualquier manifestación que no les gustara era censurada. Artistas, escritores, cantores del pueblo o fueron muertos, encarcelados o terminaron desarraigados. Se implantó el miedo y el terror, miles de mentes fueron atrofiadas. Estas cicatrices perdurarán por siempre.
Hace poco más de una década se dispuso por Ley 25.633 que esta fecha, llamada “Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia”, fuera feriado con la finalidad de recordar a quienes fueron víctimas de este proceso, paradójicamente autodenominado de “Reorganización Nacional”. Debe ser ésta, entonces, una jornada de duelo y homenaje, pero también debe servir para la reflexión crítica sobre la gran tragedia argentina que se abrió el 24 de marzo de 1976.
La memoria que en este ámbito cultural y en este instante estamos ejercitando nos ayuda a iluminar el presente y a generar un futuro mejor en la vida de nuestro pueblo y nuestras propias vidas.
La historia es memoria que se va construyendo en el tiempo, entre luces y sombras, entre el dolor y la resistencia.
Tener muy en cuenta el doloroso pasado y luchar cada día para que no vuelva a suceder, trabajar, esforzarnos con amor y alegría; defender los valores de la democracia, la libertad, la igualdad, la justicia y, especialmente, el valor de la vida, es un deber insoslayable. Lo que importa es no perder la capacidad de recordar este acontecimiento, que es una lección de la historia para nuestro pueblo.
Bajo ninguna forma, que no nos suceda Nunca Más.
Discurso de Carlos De Falco, secretario de Prevención Comunitaria
Y Derechos Humanos de la Municipalidad de Villa María en la inauguración de la muestra “Ni acaso mil hogueras”, en el marco de la Semana de la Memoria
