Desde que nació como población, Villa María ha sufrido varias epidemias, en esta oportunidad repasamos datos de la propagación de una enfermedad en nuestra localidad y algunas medidas tomadas por las autoridades locales.
Pequeña villa
En su libro “La medicina en Villa María y la Región”, Roberto Sayago recuerda que a principios del Siglo XX se produjeron algunas epidemias.
Así tenemos que 1909 apareció un brote de peste bubónica, al año siguiente otro de viruela “que llevó a que se decrete el cierre de las escuelas tendientes a evitar el contagio de este mal y se realizaran intimaciones para quienes violaban ordenanzas o decretos referentes a la salubridad”.
Por su parte el profesor Bernardino Calvo en su “Historia de Villa María y su barrios” describió cómo se vivía entonces en esta localidad que aún no había sido declarada ciudad.
En la Villa María de entonces existían “viviendas sin blanco interno ni externo, sin letrinas, sin pozos semisurgentes, utilizándose aún los denominados pozos de balde y, aquellos que estaban anulados, en muchos casos, se convirtieron en pozos de basura, verdaderos focos epidémicos”.
Según el mismo autor para el tiempo del centenario patrio de 1910 “…algunas casas de inquilinato colectivo, sumaban al estado deplorable de las viviendas, el grave hacinamiento padecido en su interior”.
Una manera de tener idea de la dimensión que por aquellos años tenía Villa María es recurrir a los datos oficiales del Censo Nacional de Población realizado durante 1914, para el mismo se contabilizaron 10.284 habitantes.
Sospecha y confirmación
Si bien los historiadores mencionados no lo registran, la documentación existente en el libro copiador número 18 del Poder Ejecutivo local, guardado en el Archivo Histórico de la ciudad, nos permite conocer que en el año 1913 se produjo otro brote de la llamada peste bubónica. A principio del mes de abril de aquel año, desde la intendencia se le escribió al presidente del Consejo Nacional de Salud haciéndole saber que presumiblemente se estaban dando casos de ese mal en esta localidad.
El telegrama remitido decía textualmente: “sucitase sospechosos casos bubónica, ruégole el envío de suero antipestoso Yersino. Tomándose medidas”.
Para el 2 de abril la intendencia confirmó la sospecha. Así consta en el informe que elevó al Consejo de Higiene de la provincia denunciando la confirmación de casos en la localidad.
Esta vez el telegrama rezaba “sí, existen casos peste bubónica…
No habiendo hasta ahora ningún médico”. También se señaló que se tomaban las medidas de “desinfección correspondientes”.
Recordemos que la llamada peste bubónica o peste negra, conocida desde la antigüedad, es causada por el bacilo de Yersin denominado así en honor al microbiólogo que logró aislarlo.
Es portada por ratas y otros roedores aunque a ellos no les enferma sí logran contagiarla al hombre mediante parásitos como las pulgas que trasmiten este mal.
Medidas
Para el 11 de abril, desde la Intendencia se le hace saber a la “Comisaría de la Defensa Agrícola” que se ha “realizado lo posible por erradicar las vizcachas” cumpliendo con lo recomendado por esa repartición, pero que el esfuerzo había resultado “infructuoso”.
Otra medida que se tomó está registrada en una nota fechada el día 16 y dirigida al señor Perassoli, al que se le pide veneno para matar perros.
Textualmente se le dice: “Con el fin de dar principio a la matanza de perros por medio de la estricnina, ruégole tenga a bien prepararnos cincuenta bolillas de carne con las dosis que crea necesaria para el fin invocado”.
Días antes, el 8 de abril, se notificó a varios vecinos que debían cumplir tareas para conocer “el estado higiénico de este municipio…”.
En los documentos referidos aparecen, entre otros, los apellidos Linch, Luque, Pérez, Martínez, López, García y Palomino. A todos ellos se les hace saber que se les “ha designado… para que” en grupos “procedan a efectuar una rigurosa inspección en los domicilios” ubicados en una zona determinada de Villa María.
Esta era una práctica que se había ideado desde el municipio que nombraba comisiones de vecinos para controlar “el estado higiénico” de las viviendas.
Los enfermos se fueron sumando y se reiteraron los pedidos de suero al Consejo Nacional de Salud, que demoró los envíos.
La última medida estatal que ha quedado registrada es una nota firmada el 21 de abril por el presidente del Concejo Deliberante que ejercía la intendencia. Allí, dirigiéndose al jefe de la estación ferroviaria le señaló “existiendo en esa estación varias casillas de madera, en una de las cuales existen enfermos de bubónica de los que ha resultado uno fatal, esta Intendencia ordena a usted haga sacar inmediatamente a los enfermos que ahí existan, haciéndolos aislar convenientemente y ordene sean quemadas, hoy mismo, las casillas de referencias”.
Si bien no tenemos documento que nos confirme la quema de las casillas, no es ilógico suponer que se cumplió con la medida demandada por el municipio.
Un par de años después abriría sus puertas la Sala de Primeros Auxilios y Asistencia Pública.