Ante todo me voy a disculpar, pues sé que estas líneas van a herir susceptibilidades, puesto que los motivos del presente no nacen por la lectura de un libro de un autor de Nobel de la Paz.
Mis motivos se fundan en un terreno mucho más hostil, se funda por un tufillo en cierto sector social (que ni amerita tal mote) pues lo que sucedió en Rosario con el menor de edad y a pocos metros con unas personas que conducían una motocicleta no son actos de una clase social, eso es salvajismo fundado quizás en la conocida “Paradoja de los monos”.
La clase social que burdamente se autoproclama por encima de otra, ergo se atribuye facultades que ni las más espurias de las administraciones de las instituciones del Estado pueden llevar a cabo (habría que rememorarse un tiempo atrás): todo se reduce a la burla vana, a la Justicia más baja explicada aún por un nivel más bajo de raciocinio tan pobre que genera arcadas (dentro de mi subjetividad, claro está), pues matar al que “roba” o matar al que “roba y mata” es peor incluso que el que mata para robar.
Se alcanza a ver entre sus fríos argumentos el nivel de pobreza de espíritu del más repudiable de los actos humanos: “Lo mato porque lo odio, me robó y merece la muerte, y eso está bien, no merece ser juzgado, no merece el proceso legal, es justo, hay un ‘choro’ menos, y yo que maté no merezco ser juzgado tampoco, soy inocente por hacerle un bien a la sociedad, soy inocente por matar a un ladrón, porque la sociedad es más plena con esa persona que le falta, que ni se debería llamar persona, son lacras, como lo son todos esos negros de m... que andan con la gorrita, la sociedad es mejor sin ellos, como lo sería con un violador menos que asesina y sale libre a los meses por buena conducta, como lo sería con un político corrupto menos o con un asesino de menos…”.
Pero, yo maté, soy asesino, ¿entonces no debería estar muerto?” No, de ninguna manera, yo poseo condiciones esotéricas, que me son innatas, yo nací en tales circunstancias económicas, salubres, recibí educación porque mi alma es más pura, yo adquirí esas condiciones por dogmatismo, que me ponen por encima de “ellos”.
Sepan que el asesinato más burdo de todos que no está fundado ni en la necesidad del hambre, que ni encuadra dentro del tan jurídicamente conocido “estado de emoción violenta”.
Sepan que dolió, sepan que dolió mucho, no por el grito de una raza solloza que pueden pensar que encarna este escriba, sino porque quienes piden a gritos educación para un “pueblo de vagos alimentados por el Estado”, son los que más lo necesitan, puesto que no dejan de ver otra cosa más que por su sangre corre la misma de miles, y de las miles de decenas que apoyaron el Apartheid o el Partido Nacional - Socialista Alemán.
¡Vayan a estudiar!
Fabio Elías Avendaño
DNI: 38.724.234