“Tenía necesidad de hacer algo nuevo”. Estas palabras corresponden a Nélida Ana Carballo, más conocida por todos en la ciudad como “Cuqui” Carballo. Ella es el ejemplo de quienes, aún cuando la edad les indica que su vida no es laboralmente activa y la etiqueta de su situación les dice que son “jubilados”, buscan nuevos caminos, más ligados a la satisfacción personal y al disfrute de una actividad, que no se hace puramente por un fin económico pero que los continúa uniendo a las cosas en las cuales encuentran placer.
Arte y café
Cuqui finalizó su diplomatura en arte en el año 2012 y a fines del año pasado, entre sus lecturas, escrituras y algunos viajes, decidió que su galería de arte de calle Salta al 1470 se transformaría en un café, “al estilo europeo” como tal ella lo definió: “Con espacios reducidos, y apenas visibles desde la calle”. En el pequeño local, se reúnen todas las pasiones de la artista villamariense: en las paredes están exhibidas algunas de sus obras en pintura al óleo, mientras en un rincón hay un montón de libros y del equipo musical salen desde Chopin hasta José Larralde. Además de artista, esta mujer de setenta y siete años es también coleccionista y son variados los objetos que forman parte de ellas: abanicos, estampillas, dedales, frascos de perfumes que ella registra en un inventario que ya indica que son 348 en total, y se seguirán sumando nuevos.
Las mujeres de su vida
“Mi familia fue matriarcal: mi abuela quedó viuda a los 39 años con siete hijos”, comentó. Francisca tiene un lugar privilegiado en la pared del salón, al igual que Antonia Gemma, la mamá de Cuqui, a quien está dedicado el nombre del café. Su marido, fallecido hace cuatro años, también está presente, a quien Cuqui definió como su “gran compañero de vida”, con quien “disfruté mucho la vejez, que eso es muy importante”. “El me acompañaba a pintar. Yo pintaba y el pescaba”, agregó.
Cincuenta y tres años de casados con su primer novio y dos hijas (más cinco nietos) conforman uno de los orgullos más grandes de ella, sobre todo porque afirmó que sus hijas “se aman entre ellas y también hay un cariño muy grande entre los hijos de ellas”.
Sus hijas, que tienen una diferencia de edad de sólo once meses entre ambas, le enseñaron a despojarse de todo el “confort” de “ser la nena mimada de mis papás”, para lanzarse a la maternidad, y “manejar el cochecito de una y tener a la otra tirándome de la punta del vestido”. A ellas, les legó el valor de “ser honestas y transparentes”.
Los años atravesados por pinceles
Desde los diez años, Cuqui dibuja y pinta e hizo de esa pasión su actividad a lo largo de toda su vida, combinando con el trabajo en una “boutique” que llamó Georgia (en honor a unos de sus hermanos) y lo mantuvo durante veintiséis años. El arte, siempre presente, la llevó a decenas de rincones del país, a realizar cursos y talleres, a exponer sus obras, a retratar paisajes. Y también en otras latitudes del mundo, como Londres, París, Madrid y Cracovia (en Polonia), ciudad en la cual se encuentra uno de sus primos. A otras ciudades las ha retratado a partir de fotografías que sus hijas han tomado en países como Holanda, por ejemplo, y ella ha hecho lo propio, con la ayuda de sus óleos. El espíritu viajero lo legó también una de sus nietas, que próximamente viajará a Córcega, luego de graduarse en Relaciones Internacionales. Cuqui, sin dudas, esperará nuevos paisajes que la inspiren para poner los pinceles en acción.
Los libros de los recuerdos
Toda la historia familiar está encerrada dentro del salón donde ella montó su emprendimiento. Su hermano, es el “barista” del café, que es quien prepara cada pocillo que luego va a la mesa. Cuqui se encarga de la atención y de pedirle a los clientes que no se olviden de dejar un mensaje en un libro donde ella guarda todos los recuerdos, plasmados en fotografías, recortes de periódicos, cartas manuscritas y tarjetas que, según ella misma contó, le servirán “cuando esté más vieja, quizás no pueda moverme y entonces a esos libros los voy a hojear, a leer todo lo que está allí escrito, y seguramente, también voy a llorar”.