“El planeta nos habla constantemente, hay a quienes no les interesa escucharlo y otros... que tratamos de aprender cada día su lenguaje para comprenderlo, es nuestro deber porque en él habitamos, sólo que es tan fuerte muchas veces la ambición y el ego que el ser humano crea y vive en función propia y de su entorno exclusivamente.
Hace días lo sufrimos aquí con la inundación, pero igual las catástrofes naturales son noticia a diario en diferentes lugares del mundo.
Pienso en cuando admiramos la fachada de los complejos turísticos sobre la montaña, y hoy se encuentran desmontadas gran porcentaje del total de las sierras de nuestra provincia; cuando deseamos tener una joya lujosa que observamos e imaginamos como luciría en nuestra mano y al mismo tiempo pienso en las explosiones mineras abriendo la tierra; en el uso diario del agua, cuando nos bañamos por largo rato, cuando descuidamos una canilla abierta, cuando cambiamos el agua de las piletas cada diez días.
Y así se me viene a la mente aquellos niños que caminan toda una noche para obtener un bidón de agua; pienso en el detalle tan común de ver cuando tiramos por la ventanilla, o caminando, un papel al suelo.
Pienso en los seres vivos que son rehenes de nuestra especie para espectáculos, carreras, shows, trabajos, que si bien cuentan con instinto y fuerza para cumplir y lograr lo que el ser humano exige, se aleja increíblemente de su naturaleza y son condenados a vivir de esa manera.
Y así, un sinfín de superficialidades de la que la sociedad se jacta de ser la mejor. Pienso en el abuso de los recursos, la ausencia total de valores y la burla a nuestros principios.
Cómo la Tierra no va a sangrar, cómo no va a llorar tantas injusticias día tras día; una gran pobreza, la espiritual que nos lleva a problemas y más problemas.
No hay avances científicos ni tecnológicos que puedan salvar una catástrofe natural.
Felizmente numerosas personas van contagiando a otras, soñando y obrando por un mundo mejor.
Hoy lo bueno, que debería ser normal, resulta una utopía; la ausencia del “sentido común” es una carencia que parece pasar desapercibida.
Para sentir amor y respeto por el entorno, hacen falta corazones simples y nutridos, latiendo con buenos valores, por suerte se van uniendo cada vez mas.
Y también hace falta sentido de pertenencia, querer y cuidar todo como propio.
Observo, escucho y charlo con mi hijo de tres años, cuando surgen algunos de estos temas, y los chicos con su inocencia y espontaneidad opinan dando una solución. Ojalá siempre conserve la esencia con la que nacemos y que a veces se pierde con el paso de los años.
Hacer algo para mejorar nuestro lugar es responsabilidad de todos.
Por correr, el hombre no puede pensar que ni el mismo sabe para dónde va…”
Natalia Videla,
El Potrerito