Fabián Bizzarri es un joven militante de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que ha apostado al trabajo comunitario, estrechando lazos con comedores, copas de leche de barrios, proyectos sociales o los habitantes del gabín del barrio Industrial.
En medio de polémicas públicas por casos de linchamientos o agresiones a delincuentes en algunos puntos del país, sostuvo que “la mano dura no sirve para nada”, e instó a trabajar en la construcción de vínculos comunitarios, como salida hacia una sociedad más justa y solidaria.
“En la provincia, el Código de Faltas contraviene todos los principios constitucionales. También se ha dado el abuso de la prisión preventiva, que motivó que recientemente la Corte Suprema de Justicia haya pedido al Tribunal Superior de Justicia que reviera los criterios. Estas son dos pruebas evidentes de que el Estado utiliza mano dura y la pregunta debería ser si eso sirvió para reducir el delito”, manifestó el militante.
“El mito es que con mano dura vamos a resolver este problema. Ahora la misma ya no sirve, parece que hay que salir a linchar a supuestos delincuentes. ¿Luego qué vamos a hacer? Se han hecho barrios cerrados y no están indemnes”, afirmó entre preguntas.
“La única manera de unir a una organización cuyos lazos comunitarios están destruidos es fortalecer el estado de derecho, que éste sea el marco jurídico en el que los lazos se reconstruyan. Pero uno ve la manera en que el Estado tiene de relacionarse con ciertos sectores, como construir relaciones clientelares y no garantizando derechos mínimos”, advirtió.
Bizzarri sostuvo que “cuando desde la autoridad pública no se da respuesta, es común en la historia que aparezcan ajusticiamientos privados”, los que “se revierten con la participación ciudadana”.
“Al pibe que mata por un par de zapatillas le interesa el otro tanto como aquel que puede decir que puede matar perfectamente a cualquier persona que le robó. Evidencia el mismo desprecio por el otro, el mismo desconocimiento hacia el otro”, subrayó.
El entrevistado dijo que nota en muchos jóvenes, no sólo los de los sectores más postergados, “el desconcierto, la falta de trabajo digno, del sentido del país en que tiene que habitar. Es una preocupación de todos, lo que pasa es que algunos se enfrentan a ese desconcierto en un espacio más peligroso, donde el Estado no llega ni con salud ni actividades culturales”.
En este aspecto, evaluó que “si tenés un centro comunitario en el centro y no en los barrios y resulta que cuando los chicos cruzan el bulevar se los lleva la Policía, entonces no es un lugar para todos”.
“La única variable en la que se puede trabajar es en el encuentro entre sectores sociales, en que el Estado garantice con espacios públicos los mismos. Mientras pensemos que la solución es que vivamos en barrios cerrados y que otros queden en el margen y con políticas de mano dura, sólo vamos a trabajar en el ensanchamiento del abismo social”, remarcó.
También consideró que se mejoran los resultados cuando quienes le tienden la mano a los que más lo necesitan trabajan de manera mancomunada y volvió a decir que “dando mano dura no vamos a resolver nada, es un mito que a la luz de la experiencia debería haber caído y que tiene mucho campo fértil cuando hay miedo, desesperación y el Estado que debe dar respuestas no las da”.
Sobre la presencia de la droga, afirmó que los recursos públicos para atender a las adicciones “no son suficientes” y que la política llevada adelante por el Estado argentino en cuanto a narcotráfico “no ha dado resultado”.
“Hay un involucramiento entre la política, la Policía, el Poder Judicial y el crimen organizado. No se resuelve todo prohibiendo y persiguiendo a los que consumen. Tenemos una política pública que consiste en perseguir al consumidor, cuando uno se mete en cualquier barrio y hablando con los vecinos todos te dicen quién vende, pero parece que los organismos públicos no lo saben”, ironizó.